Agrio y Dulce Amor

Capítulo 30. La necesidad de mentir [Parte 2]

Una vez más, el amor te mira con reproche porque sabe que

tu mentira guarda más verdad que cualquier confesión

Gabriela

El fin de semana se pasó muy lento. Fue la primera vez que deseé que pasara rápido para poder ir a la escuela y no estar en casa.

Papá desde el viernes me había estado advirtiendo sobre lo el tema de no tener novios, según él porque me vio muy cómoda con Ethan, y era cierto. Aunque me esforcé porque no se notara. De nada sirvió. Mis padres sabían a la perfección que yo no era de caricias con chicos. Como me vieron demasiado a gusto con Ethan las advertencias empezaron:

«Los novios son una pérdida de tiempo». «Lo único que harán es distraerte de tus planes y de tu estudio». «Yo sé que tú nunca harías eso, mi amor. Tú eres muy juiciosa y enfocada».

No pude evitar que la culpa llegara como una flecha directo al pecho. Si supiera que hasta hace poco dormí con un chico en mi habitación no sé qué pensaría de mí. Seguro lo peor.

Y estaba harta de eso. Harta de escuchar a mi padre y sus malditos consejos. Siempre que avanzaba con Ethan, era mi padre el que me hacía dudar.

¡Y yo no quería dudar! ¡Yo quería a Ethan! Lo quería mucho.

¿Pero y si mi papá se entera? Seguro se decepcionaría muchísimo.

Removí la ensalada en mi plato sin mucho apetito. Estábamos comiendo en la cafetería, solo Ethan y yo.

Lo observé con fastidio. El enojo no se iba.

La mirada de Ethan sobre mí me tenía harta. No podía comer con la presión de sus ojos en mi rostro. Sabía que le molestaba mi actitud, pero me avergonzaba tener que explicarle.

¡¿Qué se supone que deba decirle?!

«Oh, Ethan, lo que pasa es que mi padre está más traumado que mi hermano y teme que me rompan el corazón o que me ciegue tanto de amor que se me quiten las ganas de estudiar y "ser alguien en la vida" o de que, en sus estúpidos pensamientos raros, pueda quedar embarazada. Lo cual es muy poco probable, pero bueno ese es mi papá, Esteban León, te lo presento. Por eso es que un día te correspondo y al otro no. ¡Y POR ESA MISMA PUTA RAZÓN ES QUE NO PUEDO BESARTE CUANDO SE ME DA LA GANA! ¡PORQUE SIEMPRE QUE QUIERO Y ME ARMO DE VALOR PARA HACERLO MI PADRE APARECE EN MI MENTE Y NO ME LO PERMITE! Oh, y además, sigo molesta contigo porque todo el fin de semana te esperé en mi balcón para hablar y no apareciste».

—¡¿Quieres dejar de mirarme?!

No solo Ethan y lo que me hacía sentir me tenía harta, todo lo hacía, mis padres, mi hermano y su puta actitud de mierda, mis supuestos amigos. ¡Todo!

¡ESTABA HARTA DE TODO EL HIJUEPUTA MUNDO!

La palabra amigo para mí era muy importante y por eso no la utilizaba con cualquiera. Creí que sería diferente. Las únicas que podían portar ese título eran Cielo y Venus. Nadie más.

Me avergoncé mucho de mi actitud, pero en este momento no pude evitarlo más.

Ethan no muy afectado, no dejó de mirarme.

—Deja de molestarme, sabes que odio que me mires de esa forma.

Vi el refunfuño en sus ojos, pero tomó aire y suspiró.

—No te estoy viendo de ninguna forma.

—Sí, lo haces. Déjalo ya, no me gusta.

—Que no te estoy viendo de ninguna forma —refutó esta vez más lento.

—Ethan, no estoy de humor. Sabes lo que haces, para ya.

—Entonces no salgas de tu casa.

Pegué las palmas en la mesa.

—¡Sabes a lo que me refiero!

—¡¿Y quién dice que te estaba viendo a ti?!

—¡Llevas haciéndolo todo el día!

—Eso piensas tú, enana —renegó entre dientes y de brazos cruzados.

—¡Imbécil!

La ira tomó posesión de sus ojos.

—Jódete, Gabriela. Si tanto te disgusta que te miren pues no salgas de tu puta casa y enciérrate para siempre.

Sentí mis ojos cristalizarse. Podía entender lo molesto que se sentía por mis cambios de humor, pero él no me entendía a mí. Mi padre nunca aceptaría esto…

Tuve que morder mi labio por un pequeño chillido de molestia y antes de poder pensarlo bien lo grité a todo pulmón:

—¡Te odio!

Sus ojos de desorbitaron de sorpresa. Fue como si le hubiera arrojado a la cara millones de agujas infectadas.

—¡Pues yo te odio más, maldito Gremlin!

Mi boca cayó abierta, muy ofendida y dolida en partes iguales. Mi mirada se tornó vidriosa ante su tono seco, despectivo, nunca me había hablado de esa forma. Ni cuando derramé la malteada sobre él, o cuando le tiré el almuerzo encima. Nunca.

Las estrepitosas risas no hicieron más que irritarme. Ethan no dejó que nadie se me acercara hoy, por eso Gael, Kiara y Samuel estaban en una mesa cercana, por eso pude escuchar sus risas.

—¡¿Y ustedes de que tanto se ríen?! —Enseguida guardaron silencio, pasmados—. ¡¿De haberme dejado sola?! ¡Imbéciles!




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.