Ríndete o será tarde
En caso de que no puedas decirlo con palabras,
un beso apasionado y unas caricias deberían bastar
para recordar lo que el corazón en letras no puede expresar
Gabriela
Fui directo a mi moto al finalizar las clases. Antes de subirme vi a los chicos al lado del auto que ya conocía era propiedad del moreno.
Considerando el insoportable genio que tenía hoy, me dirigí hacia ellos con la intención de disculparme. Recordé que los había insultado y eso me puso con una nostalgia incapaz de soportar.
Al estar más cerca de ellos, de inmediato guardaron silencio y antes de que pudieran decir algo, hablé yo.
—Lo siento —susurré—. Por haberles gritado, ustedes no…
—Perdón, Gabi —me interrumpió Kiara, con ojos tristes—. Ethan nos contó lo que pasó esa noche.
—No, está bien…
—No, no está bien, tú siempre me has ayudado y cuidado. —Sus ojos se aguaron un poquito—. Fui una mala amiga, en serio lo siento mucho.
Le correspondí al abrazo y apretujo con más fuerza.
—En verdad lo sentimos mucho, Gabi. Es que… no sé, estábamos emocionados así que me llevé a Kiara a bailar…
—Y a coger —interrumpió Sam.
Gael le pegó un codazo y lo miró mal. Me separé de Kiara y quise reír un poco, pero recordar el miedo que sentí ese día no me lo permitió.
De no ser por Ethan quién sabe que me hubiera pasado.
—Bueno, yo sí me fui a coger. —Torció la boca—. Lo siento.
Por primera vez Sam no bromeaba, en su tono de verdad se escuchaba el arrepentimiento.
—Perdón, Gabi, por dejarte sola, si pudiera devolver el tiempo no hubiera ido a coger y me hubiera ido contigo.
Kiara y Gael se miraron entre sí y abrieron mucho la boca, estupefactos.
—Wow, para que tú digas eso debes amar a Gabriela —repuso Gael, extrañado y casi ofendido.
—Pues claro que la amo, es mi amiga. Siempre me da galletitas y me da besos en la mejilla y cocina los mejores macarrones del mundo. —Me envolvió en sus brazos—. Lo siento.
Al abrazo se le unió Kiara y Gael. En medio de un espacio vi a Ethan acercándose y revirar los ojos.
—Ven aquí, terroncito, que a ti también te amo.
—Jódete —le gruñó a Sam como un perro rabioso.
—Tú te lo pierdes, Gabi huele muy bien…
No lo dejó ni terminar, Ethan ya me tenía entre sus brazos estrechándome como si fuera un peluche. En el momento de que dejó de mirar mal a Sam y clavó toda su atención en mí se alejó tan rápido que se sintió como un horrible rechazo representado en un horrible punzón en el pecho.
Los demás parecieron un poco incómodos y antes de irse de nuevo a la escuela —extrañamente porque estábamos saliendo de clases—, Gael me pidió el favor de que subiera a su auto y los llevara a un lugar. ¿Cuál? Ni idea, pero habernos disculpado mutuamente me había relajado un poco más.
Repiqueteé mis dedos en el volante esperando impaciente a que vinieran.
¿Y ahora a dónde querían que los llevara? ¿Y por qué yo? Quería irme a casa…
El sonido de la puerta me incitó a sonreír sin saber quién era. Se me revolvió el estómago al girar el rostro. Preferí que hubiera sido cualquier otra persona.
—¿Ahora que haces aquí?
—Tenemos que hablar.
—¿De qué?
Reviré los ojos con evidente hastío, pero él los reviró peor.
—Tú y tus preguntas estúpidas.
Me limité a aspirar profundo, ofendidísima.
—No quiero hablar contigo —me hice la desentendida.
—Pues lo vamos a hacer.
Ahogué un grito por lo que hizo de forma inesperada. Me tomó de las caderas y no me quedó de otra que sentarme en su regazo hasta tener una pierna a cada lado de sus muslos.
—Suéltame.
Sujeté sus manos, tercas de soltarme las caderas.
—No, hasta que hablemos.
Me removí con todas mis fuerzas sobre él, pero más me sujetaba.
—¿Quieres quedarte quieta? —Agarró mis brazos y los cruzó, pero no dejé de moverme—. Si sigues moviéndote así…
—¡Suéltame!
—Deja de gritar, Gabriela.
—¡Entonces suéltame!
—¡Cállate de una buena vez!
—¡¡¡Cállame…!!!
Su boca me silenció.
En menos de lo que pude reaccionar, me tomó de la nuca y devoró mi boca con tal ímpetu que creí no era real. No eran muchos los besos que habíamos compartido, pero este era uno de los mejores a pesar de que yo tratara de demostrar lo contrario.
Sus manos iniciaron un descenso delicadamente, apretujaron mi cintura y un poco más abajo. Destellantes escalofríos fue lo que causó con su tacto cálido y fuerte.