Agrio y Dulce Amor

Capítulo 31. Romper la tensión (solo un poco)

Romper la tensión (solo un poco)

La peor tortura para alguien enamorado, algo que lastima y quema de ansiedad

es no poder recorrer con sus labios cada pedazo de piel con el que sueña por las noches

Gabriela

Si bien es cierto que amo usar los jerséis de Steven y mi papá, —costumbre extraña—, no es buena idea llevarlos mientras hago ejercicio. Otra costumbre un poco rara.

Pasé la pequeña toalla por mi frente para secar el sudor y empecé a ralentizar mis pasos hasta detenerme por completo. Aunque, no fui yo la que apagó la caminadora. La calidez del brazo que se envolvió en mi cintura la reconocí perfectamente.

—¿Qué haces aquí?

Esto en serio era el colmo. ¿Vecino? ¿Tutor? ¿Novio? Ahora venía al mismo gimnasio que yo. ¿Qué más seguía?

Lo dejé levantarme y llevarme con él como un peluche. Pronto sentí alivio de tocar el suelo.

—Un «buenos días» no estaría mal para empezar, ¿no crees?

Aplasté un dedo sobre sus labios por su intención de besarme.

—Mi hermano también viene aquí. Si el entrenador o alguien le dice sobre esto…

A Ethan no le importó en absoluto porque me tomó de las mejillas y me estampó un beso rápido.

—¡Oye!

Resopló, y tomó camino hacia la zona de pesas. Lo seguí, atraída por los músculos de sus brazos. Se veía hermoso en ropa deportiva.

«Cálmate, niña».

¡Dios mío! ¡Esos brazos!

—Me gusta esto de lo prohibido, ¿sabes? —Sus labios se estiraron en una sonrisa traviesa y encantadora—. Pero no seas paranoica.

—Es mejor prevenir…

—¿Y dónde está él?

Eso había sonado como una reprimenda. Enseguida, mis ojos enfocaron las mancuernas de ocho kilos. Las tomé con disimulo y comencé a levantarlas, una distracción del nerviosismo de tenerlo cerca y con los brazos expuestos. Imitó mi acción, claro que con unas mucho, mucho más pesadas.

—Un momento. —Ladeé la cabeza, curiosa y divertida en partes iguales—. ¿Eso quiere decir que viniste a esta hora por mí?

Creo que sí, muy a pesar de que su boca no me lo dijo.

—¿Qué?

Se hizo el desentendido, pero claramente había captado el tonito que usó.

—¿No se supone que entrenas con el tal Leonardito? —sondeé sin querer parecer muy obvia de que buscaba la verdad.

—Ehm…

Disparé las cejas hacia arriba, esperando la respuesta. Dejó las pesas en su lugar y huyó de mí como si me lo quisiera comer, bueno… si era cierto, pero no ahora.

«¡¿Qué estás diciendo, niña?!».

Dejé las pesas y lo seguí casi corriendo.

—Ethan —lo acusé con la mirada.

Torció los labios en protesta y soltó un largo suspiro.

—Es que… bueno. —Rascó su mandíbula—. Desde hace días has tenido que venir sola porque él no te acompaña.

Desvié la mirada por un segundo, abochornada por ese hecho.

—¿Y tú cómo sabes eso? —susurré, apenada.

Su silencio fue una mejor respuesta a que hubiera abierto la boca.

—¿Me has estado siguiendo? —dije lo primero que pensé.

Tomó mi mano y jugó con uno de mis anillos. Era una de las pocas veces que podía verlo con las mejillas rojas y me encantaba. Se veía tan tierno.

—Bueno… es que sales muy temprano y es peligroso. —Encogió un hombro—. Siempre he dicho que eres muy extraña. ¿Quién carajos hace ejercicio a las cinco de la mañana cuando puedes quedarte en tu cama durmiendo?

No me observaba, se limitaba a mirar mis anillos hasta que me desnudó de cada uno de ellos.

—No debes hacer ejercicio con anillos.

Dicho eso, se los guardó en el bolsillo y me tomó de ambas manos para atraerme a él. El hecho de que me acompañara, aunque él no fuera muy madrugador me derritió de dulzura.

—Gracias por acompañarme —le susurré mientras lo abrazaba.

—Valóralo, enana, porque no sabes lo que odio madrugar.

Eso fue lo que dijo antes de robarme un piquito e irse de nuevo a la zona de pesas. La sonrisa que se desplegó por mis labios fue atraída por la suya.

🍭🍭🍭

Al lo lejos divisé dos rubias con los brazos en la cintura, imitando a un jarrón y… Ay, no. Un poco más atrás vi una cabeza gacha. La cortina de pelo negro le cubría el rostro.

Sara tocó a Kiara en el hombro en un golpe seco y despectivo y se fue junto con Anastasia luego de reír como dos horribles brujas.

Corrí tan rápido como mis botines me lo permitieron. Antes de poder llegar al borde de las escaleras de piedra, resbalé y me dispuse a comer pasto. Creo que un locutor de un partido lo hubiera descrito así por la cómica y estúpida caída. Toda mi ropa se ensució de lodo. La lluvia de esta mañana había dejado estragos. Bastantes.



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En el texto hay: amorodio, escolar, juventud y amor

Editado: 21.11.2024

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