Agrio y Dulce Amor

Capítulo 36. Aprender cosas nuevas

Hacer el amor con la lengua, también es una forma de intimidad

extremadamente deliciosa y adictiva

Gabriela

—¿A dónde vas?

No quise voltear para mirar la cara de mi papá, sentado en el sofá viendo un partido de fútbol. A su lado Steven y Santiago lo acompañaban.

—Voy a salir con Kiara —mentí sin remordimiento.

No pude salir a hurtadillas por las zapatillas de plataforma. Chirrearon en el suelo como si estuvieran en mi contra también.

—¿Tan arreglada?

Con disimulo me pase la lengua por los labios para quitar un poco de brillo.

—¿Arreglada? Parezco un simio sin bañar. —Me hice la estúpida mientras reía como loca y me dirigía a la puerta—. Los veo luego.

Tomé el pomo de la puerta y de nuevo su voz me impidió salir.

—¿Todo bien?

Lo volteé a ver un segundo. Estrechó la mirada. Creo que captó el carmín debajo de mis ojos.

—Sí, señor. ¿Puedo irme?

—Mucho cuidado por ahí, hijita.

Ignoré las miraditas de Steven y salí sin mirarlo. La brisa bresca me removió los crespos. Necesitaba aire. A veces me asfixiaba en casa, como si una cuerda se engarzara alrededor de mi cuello.

Llegué a la calle que separaba mi casa de aquel chico de ojos bonitos que poseía mis pensamientos la mayor parte del tiempo. En la acera de enfrente se encontraba recostado en su moto, con pantalón negro, una chaqueta de jean, un jersey blanco de lana y unas zapatillas del mismo color.

Hermoso.

Combinamos atuendos sin planearlo. Yo calzaba zapatos blancos, una falda negra, algo corta y un suéter blanco.

La boba sonrisa que sostenía en mis labios, él me ayudó a mantenerla con otra, mucho más linda por el hoyuelito en su mejilla izquierda.

Caminé hasta él y me enrosqué en su cuerpo como una serpiente afanosa de devorarlo. No alcanzaba sus labios, así que abandoné un beso sobre su pecho. Él, otro más largo sobre mi cabeza.

—¿Vas a decirme a dónde vamos?

Extendió sus labios hacia arriba.

—Vamos a una cita. —Mi corazón dio un golpe fuerte—. Piensa que hoy no somos novios. Solo soy un chico que se esfuerza por tenerte, y quiero hacerlo de la forma que te mereces.

No sé cuántas veces parpadeé y ni con eso mi cuerpo reaccionó. El corazón pareció llorar de emoción, los cosquilleos no menguaban.

—Quiero hacer las cosas bien contigo, y conquistarte con esfuerzo es una de ellas.

Era gracioso que dijera eso. Ethan, era el único chico que me tenía rendida a sus pies y que nunca me cortejó de manera formal.

—Ya me conquistaste —le susurré, afectada por el toque en mi mejilla.

El calor de sol fue reconfortante.

—El día de la carrera, estaba tan malhumorado que no te presté atención. Tuvo que venir el idiota de Sam a decirme porqué estabas tan molesta. —Fue como un autorreproche—. Te ignoré todo el día y tú solo querías tener una cita conmigo. —Acarició mi mentón con un dedo—. Lo siento, Minion.

Recuerdo desahogarme con Sam. No esperaba que él abriera la boca. Sapo.

¿Así que eso era? ¿Quería recompensarme?

Estuve muy triste por su actitud ese día. Quise llamar su atención muchas veces y en ninguna la tuve, y verlo en esa fiesta, fue como si me hubiera ignorado a propósito.

—No sé lo que pasó, pero descui…

—No —me interrumpió—. No minimices lo que sientes, como siempre.

Relamí mis labios sin saber qué responderle. ¿Desde cuándo se volvió tan observador?

—¿Lista?

Asentí, ansiosa y eufórica. Este no parecía mi Ethan. Miré su moto negra como nuestro amado corcel. Mi única preocupación hoy sería admirar el paisaje mientras él conducía.

—Estoy nerviosa —se me escapó el susurro.

Con sus ojos dejó en evidencia la diversión que le causé.

Eché una miradita atrás como si fuera el exorcista. Podrían estar viendo. Me subí a la moto con agilidad y asimismo él movió la muñeca hacía atrás para acelerar con rapidez.

—Sostente, Minion —escuché su voz dentro del casco y me aferré a su cintura.

Habíamos conectado nuestros intercomunicadores hace tiempo. Dentro del casco resonó Harleys In Hawaii.

El viento me besó el rostro con fuerza y se sintió tan bien. Tuve que bajar el visor para que la brisa no me corriera el rímel. Aun así, el frío y el calor me envolvieron el cuerpo en una mezcla increíble.

Divisé el mar a lo lejos como un bello espejismo del cielo azul.

—¿Minion, te gustan las alturas?

—Sí. —Guardó silencio—. ¿Por qué?

—Solo pregunto.

El motor rugió cuando Ethan le dio velocidad y mi risa emocionada salió apurada.




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