Por suponer que sabemos todo de las personas
nos llevamos las peores sorpresas,
tan tristes que nos rompe el corazón
Ethan
Mis nudillos punzaron, ardieron, quemaron. Golpeé una y otra vez el saco colgado del techo, un golpe tras otro, uno más fuerte que el anterior.
—¿Estuviste bebiendo? —preguntó Josh con la mandíbula desencajada de asombro—. ¿No se supone que tienes migrañas?
Buen punto. Alcé los hombros sin pensar mucho en eso y continué estampando mis puños.
—Ethan, escuché lo que pasó con tu novia esa noche.
Con una mirada le pedí ser más específico.
—¿Por qué Silas la atacó? Si tú ganabas te dejaba en paz y si perdías tenías que correr con él. ¿No era ese el trato?
Encerré el saco entre mis brazos para detenerlo.
—Se molestó porque no corrí con Tom.
—Supe de la pelea. —Se lamió el aro plateado en su labio mientras sonreía—. Se lo merece. No entiendo qué fetiche tiene con meterse con las novias de los demás.
Recordé la chica de piel morena y actitud desafiante que lo traía loco.
—¿Por eso terminaste con ella?
Subió sus ojos verdes a mí antes de evitar mi mirada.
—No quería que la lastimaran y considerando que me apuñalaron por no darles mi moto… Bueno, no quería exponerla.
La imagen de él desangrándose en mis manos todavía me perturba.
—Debería estar en la cárcel. No entiendo cómo salió tan rápido.
—Es difícil apartarte de esa gente cuando te relacionas con ellos. Si metes la punta del dedo terminas metiendo el brazo entero. ¿Has oído eso?
—¿Qué estás queriendo decirme?
Se acomodó la gorra con ese mismo gesto que hacia cada vez que algo lo ponía nervioso.
—Que tengas cuidado. Primero la carrera, y luego haberlos ido a buscar con Sam. No sé. Él no es un tipo de fiar, Ethan.
Se tocó el abdomen donde yo sabía, reposaba una cicatriz enorme que hace unos años borboteaba de sangre y yo con mis manos la retenía dentro.
—Tendré cuidado, Josiah.
—Espero que sí.
Estiró la comisura de su labio hacia arriba, tomando agua de mi botella.
—¿No vas a pelear hoy?
Negó con una mueca divertida.
—Solo quería hablar contigo un rato. Y también decirte que te prepares para esa carrera. No vamos a dejar que ese hijo de perra gane.
Me permití sonreír por el comentario.
—¿En serio crees que me va a ganar? —pregunté sin creer que no me tenga confianza sabiendo mi impecable historial.
Subió los hombros con el gesto burlesco mofándose de mí.
—Te ganó tu novia en un estúpido circuito —el tono envenenado de obviedad me obligó a retomar los golpes en el saco.
—«Estúpido circuito» en el que muchas veces te ganan.
Selló los labios sin reproche.
—En primera, ella es muy buena y tiene bastante experiencia en carreras.
—Lo noté. —Tomó una de mis vendas y jugueteó con ella—. Es muy bonita, parece un peluche.
Solté el aire golpeando con fuerza bruta el saco.
—Y en segunda mi moto no está bien.
En su rostro no cabía la pregunta.
—¿Significa que la dejaste ganar?
—No dije eso, imbécil. —Vi sorpresa en su rostro por mi sonrisa—. Pero sí, mi moto fue una gran desventaja. ¿Crees que perdí apropósito sabiendo lo que pasaría si no ganaba?
—Deberías revisarla antes de la carrera. Sabes que un pequeño error en ese lugar te puede costar la vida.
Lo medité un momento.
—Lo haré.
—Eres rico, pídele a papi y ya —bromeó.
Se cubrió la boca por las risas estrepitosas que molestaban a Leonardo. Y sí que lo hizo.
—¿Mucha risita? ¡Pónganse a entrenar! —ordenó desde la puerta, hablando con una mujer insinuante que él miraba con tedio.
—Aun no entiendo por qué correr con ese idiota, solo está ofendido porque le ganaste en una carrera y se le cayó el ego.
—También es por la pelea que tuve con su hermano.
Se llevó las manos a la boca como si no lo recordara hasta ahorita.
—¿Fue él a quién le rompiste las costillas?
—Y el brazo —agregué.
—Sí, sí, sí, ya recuerdo. Fue hace años. Y el muy idiota se lo buscó. —Se levantó de la banca con un resoplido—. Da igual, solo termina esa carrera y aléjate de él lo más que puedas.
El tacto brusco, casi torpe me tomó del hombro, interrumpiendo mi entrenamiento. Giré mi mirada en esa dirección.
—¿Vas a dañar el saco?