Al ver el tumulto de mujeres, y que conversaban que una embarazada se había desmayado, se acercó el uniformado, a quien Taida amenazó para salvar a Gabriela.
— Así que uno de estos muertos de hambre consiguió lo que yo no, eso te mereces por orgullosa — rió el guardia.
La muchacha no respondió, estaba en shock, nunca había estado con ningún hombre, cuando vivía con su padres le gustaba enloquecerlos, pero no dejó que ninguno la tocará.
Agradeció a las demás y se fue a seguir con su labor. En la noche, en la casa, sola, miró al cielo, pensó cómo pudo embarazarse. Mientras se tocaba el vientre, vio la misma estrella que cuando estuvo encerrada en la jaula, parecía parpadear con distintos colores para ella, en un momento la luz se movió, se acercó a la muchacha, la iluminó y luego desapareció.
— Entonces... — sonrió feliz — fueron los dioses... no le diré a nadie, sino querrán llevarte lejos de mí.
— Taida, nos dijeron que pronto nos echarías de casa — Rafael se veía asustado, entró con su hermana corriendo.
— ¿Quién les dijo eso?
— Los niños, es que anda el rumor que estás esperando un hijo propio — Gabriela estaba complicada.
— No les hagan caso, no los dejaré solos nunca, los quiero mucho mis angelitos— les tomó las caras y los abrazó, se tocó el viento — aunque en algo esos chiquillos tuvieron razón, pronto tendré un bebé.
— Entonces... ¿Será nuestro hermanito? — preguntó contenta la niña.
— Sí, será su hermanito ¿Me ayudarán a cuidarlo?
— Por supuesto. Que bueno Rafael, pronto llegará alguien con quien puedas jugar.
Los meses siguieron su camino, un día que Taida estaba en el campo, pasó Wairu, que, al verla con su vientre abultado, quedó sorprendido.
— Ja ja ja que orgullosa eras, y ahora tendrás un bastardo de uno de estos roñosos, como me hubiera gustado haber estado cuando te sometieron, te conozco, por tu voluntad no hubieras cedido.
— Lo único que importante es que, por gracia de los dioses, no eres su padre.
El tipo la miró furioso, luego rió y se fue.
Cuando llegó el momento del parto, fue rápido y casi sin dolor para la muchacha.
— Lo siento Rafael, fue una niña — Taida tenía a su pequeña envuelta en una manta.
— No importa, es linda, la quiero mucho — dijo el pequeño suavemente.
— Hablaste hermanito... fue un milagro de nuestra hermanita — Gabriela lloraba emocionada.
Cuando todos estuvieron más tranquilos, la niña preguntó el nombre de la recién nacida.
— Ummm... Halia... es el indicado para ella.
Las siguientes noches, a pesar de ser invierno, fueron muy cálidas y tranquilas.
La pequeña tenía los ojos azul verdoso, era como ver el mar profundo, creció mucho más rápido que los demás niños, pero muy pocos se dieron cuenta del detalle, preocupados en su problemas, su madre trataba de cuidarla lo mejor que podía, y a Gabriela y Rafael, a quienes trataba como si fueran también sus hijos, pero tanto desgaste, sobre todo en ella que no estaba acostumbrada, al final le pasó la cuenta, cuando la pequeña Halia iba a cumplir 3 años, por la falta de agua la madre tuvo problemas crónicos en los riñones, por suerte la niña física y mentalmente parecía de 6.
— Cariño, que bueno que ya puedes cuidarte sola, yo ya no puedo más, quiero descansar.
— Madre, ojalá pudiera ayudarte, pero todavía no debo hacer nada — lloraba suavemente.
— Sé que si pudieras harías algo, en mi caso yo debí haber hecho más por todos cuando pude, pero mi mente estaba segada, al menos muero tranquila sabiendo que tú los ayudarás cuando sea el momento. Te amo hija, cuida a tus hermanos, ellos son buenos... muy inocentes...
La infante abrazó a su madre cuando dio su último, cuando la dejó estuvo en silencio por un momento.
— No te preocupes Halia, yo te cuidaré, nadie te hará daño, ya soy grande, tengo 12 años — la reconfortó Rafael.
— Yo también te protegeré — dijo la niña abrazándola.
La pequeña sonrió triste, al alba enterraron a la mujer al lado de la madre de los niños, y se fueron a trabajar. A los meses Halia cumplió 6, aunque aparentaba 12, el día de su cumpleaños fueron al cementerio y oraron a sus dioses para que las dos madres estuvieran en el paraíso, en eso de los ojos verdes levantó los brazos al cielo y se produjo lo impensado, llovió.
— Que extraño hermana — Gabriela bailaba de gusto.
— ¿Pero es bueno o no? — la pequeña de ojos verdes mar reía a más no poder.
— Obvio que bueno, desde que nací, con suerte vi llover un par de veces.
— Tal vez desde ahora pase más seguido que antes — sonrió Halia siguiendo a su hermanita, bajo el agua.
Efectivamente, en el planeta Tierra empezó a llover más seguido, en todos los lugares. La situación siguió así hasta que Wairu pasó a caballo una noche por la aldea de los obreros, fue a buscar a la hija de Taida, escuchó que, aunque era solo una niñita, parecía de 12, y tenía una belleza muy exótica.
"Si la madre me rechazó, entonces la hija será mía".
Dejó el caballo y se acercó a pie, pensaba atarla y llevársela, la vio parada en medio de la noche fuera de su mísera cabaña, se iba a acercar cuando vio que la pequeña levantó los brazos al cielo, y empezó a llover, entonces ella apuntó a un sector y las nubes se fueron para donde ella indicó, cuando estuvo todo de nuevo calmó, entró a su casa.
Luego de pensar un rato el hombre se fue y pidió un informe para saber si para el lugar que Halia apuntó llovió esa noche, cuando tuvo la aseveración, envió un par de espías para vigilar a la pequeña, y ver si eso solo fue una casualidad.
Cuando confirmó sin lugar a dudas que era ella quien hacía llover, mandó a buscar a un par de hombres de su mayor confianza.
— Tráiganme a esa niña.
Cuando Halia vio que los soldados venían por ella, trató de correr, pero no pudo escapar, algunos de los hombres de la aldea quisieron ayudarla, pero fueron encañonados por los uniformados. Eso dio tiempo a que Rafael y Gabriela pudieran escabullirse entre los aldeanos que los cubrieron con sus cuerpos.