Él metió su mano en mi bolsa trasera del pantalón, y aunque en otra situación esa acción hubiera sido incómoda, era evidente que su intención era meramente sacar el artefacto. Lo miró y parecía que quisiera destrozarlo con sus manos, como si tuviera la fuerza de Hulk. Vi la duda en su cara de no saber qué hacer con él. Al sostenerme con una mano a mí y con la otra el aparato, sintió que uno de los dos le estorbaba, y como era de esperarse, era yo. Tomó impulso y con una sola mano me lanzó donde estaba el montón de piedras que cubrían el ataúd. Mi cuerpo calló en seco y mi cabeza rebotó en una roca como balón de básquet en un partido callejero. Él seguía escuchando el sonido una y otra vez, y aunque a la persona del otro lado la mandaban a buzón de voz, seguía intentándolo. Hasta que después de debatirse tomó una decisión y contestó, inhaló bastante aire para vociferar pero la operadora le ganó la palabra y no lo dejó.
- Ya sabemos cuál es el motivo por el que este monstruo te secuestró, también creemos saber dónde estás- Oí a lo lejos de entre el silencio.
Mis ojos se abrieron de sorpresa y quería pedirle ayuda, pero sabía que si ya estaba muerta, haciendo cosas estúpidas no iban a ayudarme en nada, así que sólo guardé silencio.
- ¿Crees que te puedes pasar de lista?- le rezongó él a la operadora. – Si piensas que estabas ayudándola, lo único que hiciste fue adelantar su martirio. No se les ocurra buscarla porque evidentemente ya no está donde sea que crean que esté.- Colgó. - Decías que no sabías nada, ahora por mentirosa vas a lamentar las consecuencias.- Sus palabras eran dirigidas a mí.
Me levantó y me llevaba por un sendero solitario, fue apenas en ese momento donde confirmé que el lugar donde me había enterrado era una especie de bosque, el mismo que vislumbre desde el techo cuando estuve a punto de escaparme. Las hojas verdes y troncos gruesos nos rodeaban por todas partes, no sabía hacía donde me llevaba, pero lo que probablemente él no sabía, es que para matarme lentamente y sin mancharse las manos, bastaba con dejarme abandonada en aquel lugar, porque yo era la persona más desubicada del mundo, incluso en los centros comerciales me perdía. Me sentía como en un laberinto, y caminábamos sin rumbo fijo. Mi destino era incierto, y aunque todas las direcciones se asemejaban, él parecía saber hacia dónde dirigirse, no comprendía como lo sabía, si no había referencias de nada, sólo había árboles y arbustos que se repetían tal cual el pasar de un álbum de fotos que ya se ha visto más de diez veces.
Trataba de no caerme ni quedarme atrás porque era más doloroso puesto que me emparejaba a su paso jalándome de los cabellos. Mis pies no daban más, pero seguíamos caminando a lo que yo interpreté como el fin del mundo, ya que no nos deteníamos. Para fortuna de mis pies, por fin paramos después de tanto caminar. Él iba a decirme algo pero no le di tiempo, con la desesperación y sin pensarlo, le di una patada en la entrepierna y por más musculoso y fuerte que este tipo fuera, era indudable que no iba a soportar ese golpe, lo sabía yo y lo sentía él. Cayó de rodillas y empezó a maldecir diciendo cosas que no escuché y no quería quedarme a averiguar. Aproveché ese tiempo a mi favor y corrí, mis pies agotado tomaron fuerzas de no sé dónde para dar más de lo que ya habían dado. La adrenalina bombeaba por mi corazón y aunque avanzaba, sentían que iba como en cámara lenta. De nada servía lo que hice pues no sabía hacia donde estaba yendo, estaba segura que ahora si estaba caminando en círculos y en cualquier momento iba a llegar a mi punto de retorno, y de sólo pensarlo me paralicé, pero de inmediato reaccioné sabiendo que no tenía tiempo ni de entrar en shock. Aunque no supiera hacia donde iba, tenía que seguir corriendo e intentarlo. Como dice mi madre “Más vale aquí corrió que aquí murió”, y prefería morir mil veces en medio de la naturaleza que a manos de ese depredador que quién sabe qué tenía planeado hacerme.