Mi rebeldía empezó desde no comerme el pastel como él decía y salir de la casa. Primero me sentí muy ruda, pero después caí en cuenta que me estaba comportando como una adolescente cuando sus padres no la dejan salir, Mas bien, los dos lo estábamos haciendo; sólo que él jugaba el papel del hermano acosador que no deja salir a su hermana con su novio. Pero aun sabiendo lo absurda que estaba siendo, seguí caminando. Exhalé con furia y vacié mis pulmones de todo el aire contaminado que tuviera, cuando sentí que me asfixiaba supe que ya no había moléculas corrompidas, y respiré. De verdad que ese sujeto tenía el talento de sacarme de las casillas. No sabía qué hacer para estar bien con él. Y después de hacer lista mental para saber qué era lo que siempre yo hacía para molestarlo, al final llegué a la conclusión que no tenía por qué estar modificando mi comportamiento para agradarle. Si él no quería decirme que era lo que tanto le molestaba, de ahora en adelante a mi menos me iba a interesar.
Después de estar divagando reaccioné y ya estaba sumergida en el bosque. Había caminado más al interior de lo que nunca había hecho, y nunca lo había hecho porque cuando estaba lastimada no podía caminar grandes distancias, y claro, porque tenía miedo a perderme. Posteriormente de tener un debate conmigo misma, decidí seguir caminando. Total; era imposible perderme porque regresaría en línea recta como estaba haciendo de ida. Cada paso que daba me maravillaba más de lo impresionante que es la naturaleza. Los colores que tenían algunos árboles eran impresionantes. Tenía delante de mis ojos una pantalla en 4K, que además estaba en alta definición, pero, sumado a ello podía tocar y oler lo proyectado. Fue en ese segundo que caí en cuenta que el detergente para limpiar pisos que compró Alex y que decía en la etiqueta “Olor a bosque tropical” mentían descaradamente. El olor a perfume de ese líquido no hacía justicia al olor que este lugar emanaba. El olor era una mezcla de mil y un cosas. El olor a árboles, flores, pasto y frutas peleaban por entrar a mis fosas nasales. Yo daba tregua a todos y los dejaba pasar sin turno. Seguía caminando tratando de no prestar atención a nada más que no fuera lo que mis ojos estaban registrando en el momento.