Me desperté porque sentía que los pulmones me ardían, me agarró una tos fuerte y apreciaba que no podía respirar del todo. Cuando desperté al cien por ciento, vislumbré que el interior de la casa de campaña estaba repleta de humo. Un humo negro y espeso que apenas me permitía verme las manos cerca de la garganta tratando de ayudarla a respirar. Me levanté como pude y a tientas traté de encontrar el cierre para liberarme de la prisión tóxica en la que se convirtió esa casa de campaña. Estaba entrando en desesperación porque no encontraba como liberarme, el zíper se me estaba escondiendo y si no se tratara de un objeto pensaría que no quería que saliera. En cuanto logré mi cometido salí de prisa inhalando la mayor cantidad de aire que mis pulmones me permitieron. Yo canté victoria pues ilusamente pensé que el aire que respiraría sería el más puro del planeta; pero no estaba más equivocada, el aire del exterior estaba igual o más contaminado que el de dentro.
Por estar luchando por colar por mi nariz aire, no había notado que la gente corría a mí alrededor, algunas gritaban, pero entre el tumulto no se distinguía lo que estaban diciendo Hasta ese momento estaba tranquila dentro de lo que cabía, pero no por mucho tiempo, porque vi a lo lejos como salían oleadas de fuego, era tan intenso que aseguraría que sentí el calor que lanzó el flamazo. Entrecerré los ojos para enfocar de donde nacía la lumbre, y cuando me ubiqué observé que era del escenario principal, justo… DONDE HABÍA DEJADO A ALEX.
Estuve en una especie de estado de shock, entré en pánico y estaba en una disyuntiva; o corría siguiendo la corriente del mar de gente que buscaba salir, o iba contra ellos para ir en busca de Alejandro. Cualquiera hubiera tomado la primera opción sin pensar, pero yo tenía un chip autosuicida en mi cabeza y opté por la opción dos. Caminé a paso rápido chocando con más de un hombro, mi misión era imposible de llevar a cabo porque era demasiada gente, además sumando que estaba histérica y con ansias de huir a toda costa, más me valía no caerme porque a esas personas no les costaría nada pasar por encima de mí y tomarme como alfombra. - ¡ALEEEEX!- Me puse a gritar como loca, pero me estaba engañando sola porque mi voz se perdía a un centímetro de mí. Me detuve y vi a mi alrededor para advertir si mis ojos lo ubicaban, pero literalmente era como buscar una aguja en un pajar. – ¡ALEEEEEEX!- Seguí insistiendo aunque supiera que era inútil. Retuve mi camino y seguí metiéndome al lugar de donde nacían las llamas que lo estaban arrasando todo. Conforme avancé se me hacía menos complicado caminar, porque ya la mayoría de personas estaban al otro extremo del lugar. La gente quería salir al mismo tiempo y se estaban lastimando los unos a los otros, si no se controlaban eso acabaría en tragedia.
El fuego se seguía expandiendo y arrasaba todo lo que se interpusiera a su paso. Era consciente que si seguía avanzando corría el riesgo de que las llamas me alcanzaran, o mínimo que el humo causara un daño en mis pulmones y me intoxicaran. Tal vez yo estaba con la necedad de querer encontrar a mi acompañante y a lo mejor él ya estaba a fuera muy campante resguardado de todo esto. Tomé la decisión de regresar, caminé rápido porque el humo estaba haciéndome perder el conocimiento, no iba a dejarme noquear porque sería el acabose, ya que si eso pasaba, nadie iba a levantarme, es más, nadie iba a voltear si quiera a verme. “Corre corre corre corre corre” me repetía mi mente, yo traté de obedecer al pie de la letra esas instrucciones. Daría mi palabra y juraría por Dios que nunca me había sentido tan cansada, bueno, no hasta donde yo tenía recuerdos. Mi cabeza daba vueltas y me detuve a descansar un segundo para retomar fuerzas y seguir, pero más tardé en detenerme que, en que un tipo pasara al lado mío y con la fuerza de un toro furioso con todo su cuerpo me golpeara en el hombro; traté de mantenerme en pie pero no tenía la fuerza para hacerlo, y él, con la desesperación y la adrenalina me había dado con todo. Mi cuerpo no simplemente cayó, también dio vueltas en el aire como esas gimnastas que participan en competencias mundiales y ganan medalla de oro por las maromas que dan al compás del viento. En cámara lenta mis ojos captaron el panorama que tuve girando 360 grados. Finalmente sentí el costalazo que di. ¡Auch! Fue lo único que pude emitir. Como lo dije y lo pensé. Nadie se detuvo para ayudarme, todos veían por su bien y no iban a perder el tiempo en ayudar a una chica estúpida que no puede mantenerse en pie. Estando en el suelo me di cuenta que no era la única que buscaba gente. Había una chica que gritaba no sé qué nombre y lloraba desquiciada. También había un hombre que no gritaba pero volteaba como si su vida dependiera de ello a todos lados, hasta que una de sus miradas se dirigió a mí, nos vimos por un segundo y sabía que los dos reflejábamos el mismo pánico de no encontrar a quien buscábamos. Después movió su mirada y tampoco hizo por ayudarme. Quise levantarme y seguir, pero ya el humo lo cubría todo, por lo tanto no tardaría en ser pisada por una multitud que ciega por lo mismo, pensaría que yo era una cobija vieja que se había caído de los brazos de alguien. No podía respirar más y aunque luché contra la penumbra que me estaba invadiendo no pude. Había respirado demasiado humo y ahora me estaba cobrando la factura. Mis ojos se vencieron y no pude resistirme. Las tinieblas me invadieron y no pude evitarlo.