Agua y Aceite

AÑOS DESPUÉS

Quince años después, y aunque con el transcurrir de estos seguía siendo joven, mi piel decía todo lo contrario: era avejentada y marchita, y aun siendo natural, yo se lo atribuí a la desaparición absoluta de mi hijo.

Cuando aprendí a vivir con ello y tuve que resignarme a que por más que lo buscara nunca iba a aparecer, me conformé a vivir la vida a medias, consolándome con que, el que se lo había llevado era su padre y poniendo como supuesto que al ser sangre suya no le haría daño, pues a la que buscaba causarle un perjuicio era a mí. Lamentablemente así es. Las personas por más terrible que sea lo que nos pase, tendemos a adaptarnos y seguir adelante, aunque no en todos los casos ocurre de esa manera. Bastián insistió hasta que perseveró y logró convencerme para que nos casáramos, pero lo tenía todo fríamente premeditado, pues para conseguirlo uso a Sandre para que él también insistiera y no tuviera otra alternativa que aceptar; con esto no quiero decir que no quisiera hacerlo, más bien, se los agradezco por nunca dejarme caer cuando estuve a punto de tirar la toalla.

Un día alguien tocó a la puerta, fui a abrir pues a lo lejos vi que era Sandre que regresaba de la universidad. Abrí y me giré para ir hacia la cocina y servirle la comida al chico que posiblemente estaba muerto de hambre porque se desgastaba en la escuela; él siempre desde niño se había dedicado a sus estudios porque decía que pretendía dejar huella en su camino, ya que no quería pasar en esta vida sin pena ni gloria.

Siéntate, ahora te sirvo, debes estar muy exhausto.

Y como no estarlo.- La voz de Sandre esa tarde sonaba más dura que otras. Imaginé que había tenido un mal día o tendría algún conflicto con alguno de sus maestros o compañeros.

Llené el plato de todo lo que preparé; le serví el trozo de carne más grande, puse abundante lechuga y bañé todo el plato con la salsa que tanto le gustaba y que se la servía desde pequeño en el restaurante de Bastián.

Por lo que veo tuviste un día difícil.- No despegaba la vista del plato pues exageré y estaba a punto de desbordarse el contenido.  ¿Quieres hablar de ello?

¿Un día? NO. Tuve unos años difíciles.- Otra vez la voz dura, pero pensé que en cuanto probara bocado iría poniéndose de buen humor.

Mamá ¿Qué pasa?- La misma voz, pero más amable.

No pude evitar desconcertarme puesto que el sonido ahora provenía de la entrada de la casa. Levanté la vista y Sandre estaba viéndome desconcertado. Yo me horroricé porque, si él estaba recién entrando ¿Quién estaba sentado a la mesa? Volteé por inercia y ahí estaba el reflejo de Sandre, pero este con los ojos azules. No podía ser posible, estaba soñando, estaba alucinando, y lo creería de no ser por la sorpresa que también capté en el joven de ojos amarillos. Un jadeo se escapó de mi boca y el plato resbalo de entre mis manos como una actriz de telenovela mexicana dramatizando más de la cuenta. Estuve a dos segundos de desvanecerme y caer de rodillas, pero la reacción de Sandre previó lo que ocurriría y corrió a sostenerme.



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En el texto hay: romance, drama

Editado: 06.10.2023

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