"¡Ufff, estoy cansada...!" se quejó Lia al cielo, grandes gotas de sudor resbalando por su frente como si participara en una maratón en medio la biblioteca.
"Yo igual, la encargada sí que es toda una pesada," añadió Kit, no menos desaliñado que su hermana.
Ambos hermanos trotaban agotados en medio de uno de los pasillos escasamente iluminados de la biblioteca Golden Half. Acababan de "despachar" a la encargada Aguamelón en una de las habitaciones de esa ala de la biblioteca. No era la habitación donde Aguamelón solía dormir, pero sí la más cómoda que habían podido encontrar hasta ese momento.
Por mucho que buscaron en la biblioteca, no lograron dar con la habitación de la encargada. Tras muchos trasiegos, no tuvieron más opción que dejarla en una suite para invitados de la realeza.
"Espero que funcione..." pensó Lia cabizbaja, arrastrando sus cascos.
Lia había preparado una pequeña trampa para Aguamelón cuando despertara. No era algo nuevo para ella; ya había ideado estratagemas similares para deshacerse de aquellos que la molestaban a ella o a su hermano. Si todo iba bien como siempre, ya no tendría que preocuparse por nada de lo que había pasado.
Sin embargo...
"¡Todo estar bien! ¡Confia en tu estrella Ruberlia!" intentó reconfortarse Lia. La severa mirada de Aguamelón aún rondaba en sus pensamientos, y con ella, la duda de si esta vez aquel truco volveria a funcionar.
De repente, desde el brillante otro extremo del largo pasillo, una fresca brisa llegó acompañada del inconfundible murmullo de agua cayendo.
Ambos hermanos se miraron, y de inmediato recordaron con alegría lo que aguardaba al otro lado del pasillo.
"¡El último es un huevo podrido!" relinchó Lia antes de partir en una carrera. Dejó atrás a su hermano y toda la fatiga que había sentido hasta entonces.
"¡Esperaaaaa!" respondió Kit, también partiendo a galope.
Lia y Kit corrieron hacia la brillante luz del pasillo. Tras unos segundos de tenue ceguera por la brillante luz del sol que los rodeaba, las blancas paredes de la magnífica sala a la cual habían ingresado les dieron la bienvenida.
Una gran cúpula de cristal se alzaba en el techo de la habitación, mostrando el claro cielo azul de la tarde. Estatuas de sabios unicornios sosteniendo velas rodeaban las paredes de la abovedada sala circular, acompañadas de balcones de madera bellamente trabajados. Las paredes descendían en escaleras por los cuatro pisos de la biblioteca, hasta llegar al suelo de mármol, donde se encontraba una gran pileta con forma de copa que derramaba agua por todos sus costados.
Era una sala realmente hermosa, prueba del pasado glorioso de la biblioteca. Cualquier visitante quedaría deslumbrado por la magnífica arquitectura que la rodeaba o por la llamativa pileta hecha de una sola pieza de cristal de jade, que brillaba como si derramara la luz viva del sol.
La Sala 'Copa Celestial' había sido creada para ser un lugar de recreación para los visitantes, un rincón digno para conversar con amigos o pasar el rato alejados del trabajo, leyendo algún libro de forma casual en uno de sus bancos.
Aunque, en ese momento, para Lia, era el mejor lugar para darse un buen baño.
Sin siquiera pensar en quitarse la ropa, Lia, con una sonrisa de extremo a extremo, se zambulló en la piscina de la pileta, haciendo salpicar el agua en todas direcciones.
Su hermano no tardó en alcanzarla y hacer lo mismo. Risas y chapoteos de diversión llenaron la 'Copa Celestial'.
"Ahhh... realmente necesitaba esto," exclamó Lia, recostándose boca arriba sobre el agua, hablando de la misma manera que una asalariada trabajadora que por fin llegaba a sus vacaciones.
Después de reír y jugar con el agua, Lia finalmente se sentía relajada. Darse un buen baño en una piscina siempre relajaba la mente, así solía repetirle su madre, y tenía razón.
Poco a poco comenzó a quitarse toda su ropa con su magia, colocando todas sus prendas en uno de los pedestales de la pileta. Contrario al sentido común, la ropa de Lia apenas estaba mojada, y esto se debía a los costosos materiales de los cuales estaba hecha.
Sí, Lia y su hermano pertenecían a una clase social muy adinerada.
De repente, agua salpicó a Lia y ella volvió la mirada al otro lado de la pileta.
"¡TIBURÓN! ¡TIBURÓN! ¡TIBURÓN!" se zambullía Kit una y otra vez en el agua, creando olas divertidas.
"Oye Kit, quiero descansar, así que... ¿NO ME MOLESTES, ESTÁ BIEN?"
"He? Sí, está bien, lo que digas ... ¡TIBURÓN! ¡TIBURÓN! ¡TIBURÓN!" respondió despreocupado su hermano.
Lia rodó los ojos, se colocó unas gafas de sol y, de nuevo, se recostó en el agua. Su mirada quedó fija en el techo de la sala. No tenía caso pensar en su hermano; lo único que ella quería hacer en ese momento era descansar...
Una nube comenzó a cruzar lentamente el cielo, mas alla del techo de cristal ... los chapoteos se escuchaban a lo lejos.
Paz... mucha paz... pensaba Lia con sus sentidos adormeciéndose.
Otra nube empezó a cruzar el cielo... los chapoteos se escuchaban aún más lejos.
"Paz, disfruta cada momento de esta paz..." pensó Lia, por fin cerrando los párpados.
Ya no había nubes en el cielo, ni ninguna preocupación que tuviera que ver con su hermano...
De repente, un estruendo ensordecedor resonó a su lado. "¡TIBURÓNNNNNN!" gritó alguien, haciendo que Lia soltara un chillido y se sumergiera en el agua por unos instantes. Al emerger, se encontró con su hermano riéndose a un lado.
"¡Te dije que no molestara!"
"Ahh sí, pero ya se está haciendo tarde; será mejor ir a otro lugar."
"¿Cómo que tarde? Acabo de..." Lia se detuvo y miró sorprendida a su alrededor. Kit tenía razón. La luz del sol se inclinaba varios grados en las paredes de la sala, evidenciando lo avanzado de la hora.
"¿Cuánto tiempo ha pasado?" se preguntó Lia en voz alta, aún sin entender lo que acababa de suceder.