Rubberlia Galaringmareina y Kitcutting Galaringmareina eran hermana y hermano, dos jóvenes potros muy afotunados herederos de la célebre familia Galaringmareina, una de las más ricas de Yeguadelfia. Su presencia era habitual en la Gran Gala del Galope en Canterlot, a la que sus padres eran invitados sin falta. Como figuras respetadas por su impecable etiqueta, los Galaringmareina gozaban de renombre en toda Equestria.
Cualquiera que conociera el peso del apellido Galaringmareina no podía evitar mostrar respeto y cortesía hacia quienes lo llevaban. Para muchos, ese nombre era una llave dorada que abría puertas y conquistaba corazones. Sin embargo, en ese preciso momento, en una de las zonas restringidas de la biblioteca Golden Half, aquella reputación privilegiada era lo último en lo que pensaba la encargada Aguamelon, quien descendía furiosa por las escaleras hacia el sótano del edificio.
"¡La zona prohibida! ¡¿En qué están pensando esos niños?!" relinchó Aguamelon, desahogando su ira en cada paso apresurado que daba. Su expresión era de enfado, pero había algo más que destilaba su semblante: un miedo palpable que teñia los murmullos que daba entre jadeos. "¡Esto es malo! ¡Esto es muy malo!"
La preocupación consumía a Aguamelon. No, “preocupación” no era suficiente. Ella estaba aterrada.
Que los traviesos hermanos Galaringmareina hubieran violado repetidamente las reglas mas importantes de la biblioteca ese dia ya era de por sí un gran problema. Pero que se hubieran atrevido a ingresar a uno de los lugares más peligrosos de Yeguadelfia (no, tal vez de toda Equestria) era algo completamente distinto.
"Por favor, Celestia, que no se hayan metido en más problemas… " suplicó Aguamelon al adentrarse en la oscuridad de la sombría zona prohibida de la biblioteca.
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"Qué feo lugar..." murmuró Lia, molesta.
Pateando unos libros podridos en el suelo, Lia había perdido casi todo interés en continuar con su búsqueda. En su opinión, ya se había esforzado "lo suficiente" intentando encontrar alguna herramienta útil para romper las cadenas del Readingdoscopio. Si alguien debía encargarse de eso en ese momento, no sería ella.
Aburrida, miró de reojo a su hermano, quien sostenía unas grandes tijeras oxidadas con las que pretendía cortar las gruesas cadenas que aprisionaban al Readingdoscopio.
"¡Clank, clank, clank!" Antes de que Kit pudiera cerrar el agarre de las tijeras, estas se desarmaron, quedando reducidas a dos filos inútiles.
Lia rodó los ojos.
"Brillante. Ahí va la última tijera. ¿De verdad hay algo aquí que no puedas romper, además de las cadenas?"
"¡Oye, no lo hago a propósito, Lia! Es tu culpa por traer todas estas cosas viejas y... ¿eh?... ¡inútiles!" replicó Kit con poca elocuencia.
"¡¿Mi culpa?! Yo soy la única que ha buscado algo útil para romper las cadenas."
"Yo también busqué y encontré cosas útiles."
"¿Ah, sí? A ver, dime, ¿cómo pensabas romper las cadenas con unas... ¿sogas? ¿Eh?" relinchó frustrada Lia.
"¡Con una polea hidráulica! ¡Obvio!"
"¿Polea hidráulica? Por favor, no sigas..." respondió Lia, alejándose un poco y tapándose la cara con un casco. En momentos como ese, le avergonzaba profundamente tener un hermano tan... "especial". Tras respirar hondo varias veces, finalmente se dio la vuelta y continuó: "Bien, podemos probar la 'polea' después, pero antes... ¿queda algo más en la caja?"
"Eh, pues..." Kit miró la caja de herramientas que su hermana había encontrado momentos antes y cuyos artículos casi habían agotado. "No queda nada más... salvo una lata de, ¿grasa multiuso?"
"¿Grasa multiuso?" repitió Lia, extrañada.
"Sí, mírala tú misma. Raro, ¿no? Ni sabía que existía grasa así." Kit le pasó la lata sellada.
"Uhmm..." Lia la recibió de inmediato, examinándola con interés. Tal como Kit había mencionado, era un utensilio desconcertante. La etiqueta, casi ilegible por el óxido, mostraba una fecha de fabricación muy antigua, y la marca, desconocida para ambos, le hizo pensar que probablemente era casi tan vieja como Equestria misma. Sin embargo, lo que más llamó su atención fue la ausencia de una fecha de caducidad y unas indicaciones de uso particularmente... interesantes.
Sin pensarlo demasiado, Lia decidió intentarlo. Usando su magia, golpeó la vieja lata contra las cadenas, rompiéndola como si fuera un huevo. El contenido, similar a un lubricante verdoso, se vertió sobre el metal, cubriéndolo por completo y liberando un aroma más que tóxico en el aire.
"¡Yuuu, qué feo huele!" protestó Kit, tapándose la nariz y alejándose del lugar junto a su hermana.
("¡Al fin lo sientes!"), se burló Lia en silencio mientras observaba cómo la grasa hacía efecto sobre las cadenas. Tras unos segundos, el olor se disipó, y el color verdoso del lubricante cambió a un tono naranja brillante.
Lia sonrió, satisfecha. Eso era justo lo que necesitaban.
"Abrasivo..." murmuró, recordando las indicaciones de la grasa multiuso. "Kit, intenta cortar las cadenas de nuevo."
"¿Eh...? ¿Segura?" preguntó Kit, algo dudoso.
"Sí, seguro. ¡Vamos, inténtalo!" insistió Lia, tratando de darle confianza.
Aún con reservas, y dispuesto a no parecer un perdedor, Kit se acercó al Readingdoscopio. Cerrando los ojos, apuntó su cuerno a las cadenas. Esta vez, sin hacer ninguna teatralidad, comenzó a usar su magia especial para cortarlas.
"Shhhhhh..." Un sonido intenso resonó en el oscuro sótano.
Intrigado, Kit abrió los ojos, solo para descubrir que eran las cadenas las que emitían el ruido al ceder bajo su magia.
"¡Eeeeeh!" relinchó emocionado.
"¡Sí, sí, sí, funciona!" saltaba Lia en cabriolas. Apenas había comenzado a celebrar cuando finalmente las cadenas cayeron a los lados del Readingdoscopio, dejándolo completamente libre y operativo.