La luna brillaba enrojecida sobre el horizonte, oscureciendo el mar como olas de sangre. Hacía cincuenta años atrás, una noche de luna de sangre, el temible monstruo de las aguas encantadas había cobrado como rehén su preciado barco, con toda la tripulación a bordo. Pero él, el capitán Snyder, recordaba perfectamente el precio a pagar por su nave. Un precio que no le parecía importante. Y hoy, como hacía cincuenta años, se hallaba una vez más sobre las aguas encantadas, surcando los mares bajo la luna amenazante.
El silencio tranquilizador fue interrumpido por una estridente sacudida a su nave, haciéndole perder el control.
Estaba preparado para enfrentar la bestia que habitaba las aguas, aquella en busca de una nueva víctima para las profundidades.
—¡Preparen las armas! —gritó, viendo a su tripulación obedecer.
El agua comenzaba a azotar su barco con furia. Entonces, una voz rasposa, procedente desde las profundidades del mar, emergió.
<<Ustedes me condenaron...>>.
Snyder reconoció aquella voz de inmediato. Atónito.
Esa voz, colérica, pertenecía a su arponero. El sacrificio de aquella noche, a cambio de su barco.
Pronto, el agua inundó su navío, azotando como látigos sanguinolentos todo a su paso.
<<Y ahora, yo los condeno a ustedes>>.
El barco fue engullido por los mares. Sin rastro, sin culpas. Tan sólo el profundo y amargo eco de la risa del arponero, se oyó sobre el estruendo.
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Editado: 14.06.2021