Aguas Malditas

El mar no Devuelve sus Secretos

El viento sobre el Atlántico sur era un escalofrío perpetuo. En el puente de mando de un pequeño barco pesquero, el olor a salmuera y gasoy competía con el hedor Acre del miedo. El capitán Vargas, un hombre curtido cuya familia había surcado el mar argentino por 3 generaciones, ajustó el radar.

— Estamos demasiado cerca. Pepe murmuró, refiriéndose a un punto en las cartas náuticas, que los marineros con terror reverente llamaban "Aguas Malditas". Un área sin nombre oficial, localizado cerca de las Islas Malvinas, donde la soberanía y la lógica parecían diluirse. En las últimas semanas, 3 embarcaciones y un barco de reconocimiento territorial habían desaparecido allí. No hubo restos, ni sobrevivientes ,solo silencios radiales. La única constante reportada por los pocos que se habían acercado y sobrevivido, era una descripción perturbadora.

La marea baila como un remolino roto y las circunstancias cambian con la luna roja.

Vargas vio el fenómeno en vivo. Las olas que deberían ser uniformes se elevaban y chocaban entre sí sin razón aparente, creando un caos hídrico. Los patrones de la marea eran erráticos acelerándose y desacelerándose en segundos. El mar allí era literalmente una zona de guerra líquida.

—Las Aguas Malditas —susurró Pepe, dicen que no devuelven nada.

La ciudad de Buenos Aires a cientos de kilómetros de distancia ardía bajo un sol de verano y una intensa presión política, en un despacho privado con vistas a la casa rosada, la doctora Fabiana Mureas esperaba a sus 30 y pico de años, su presencia era una mezcla impactante de rigor científico y una belleza espartana. Llevaba un traje simple, de color negro, pero sus ojos de un azul profundo y frío eran todo menos simple. Eran los ojos de alguien que había mirado la inmensidad del océano y le había desafiado a guardar sus secretos. Fabiana no solo era científica marina mundialmente reconocida por su trabajo en el cuidado ambiental y la preservación de especies raras, era una cruzada. Desde que perdió sus padres en un naufragio inexplicable en la Patagonia cuando era niña, el mar se convirtió en su única obsesión, su duelo y su campo de batalla. Estudiar sus leyes era una forma de control luchar por sus derechos marítimos, un imperativo moral.

El presidente de la nación entró con el rostro marcado por la preocupación.

— Doctora Mureas, gracias por venir como comprenderá, esto es más que una crisis es un escándalo territorial— Dijo señalando un mapa que marcaba el punto caliente cerca de las Malvinas.

— Hemos agotado los recursos navales, necesitamos una mente que piense fuera de la caja militar. Fabiana, se acercó al mapa sus dedos trazando el área de la tragedia.

— Señor presidente, si son fenómenos naturales, no tienen un patrón de desaparición tan selectivo si es un factor humano, es una declaración de guerra o una operación de encubrimiento a gran escala afirmó sin titubear.

—El presidente asintió, su rostro sombrío.

— Necesito que usted y su equipo investiguen qué está ocurriendo en esas Aguas Argentinas, le doy carta blanca, los recursos que necesite y la seguridad necesaria, pero debe ir, si hay una fuerza natural de otro tipo operando allí debe ser expuesta.

Fabiana sintió el peso del encargo, y algo más profundo, una certeza instintiva, nacida de años de investigación, de que el mar estaba siendo utilizado como una máscara.

— Acepto, señor presidente—dijo.

Su voz era tranquila, pero en el fondo de sus ojos, el azul se encendía con un brillo acerado de determinación.

— No importa lo que sea, lo descubriré, pero mis reglas son claras: es una misión científica,no militar y vamos a recuperar a cualquier supervivientes, ella no lo sabía aún, pero su vida, sus creencias y su corazón estaban a punto de ser arrastrados por un torbellino mucho más peligroso que cualquier desafío que haya enfrentado en la vida.




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