Aguas Rojas

AGUAS ROJAS

   En la pequeña Kirrthalma, un pueblo de no más cien habitantes, con campos tan extensos hasta donde la vista de un ser humano podía alcanzar. La maleza era realmente abundante como una vez lo habían sido sus habitantes Kirrthalcianos , que gracias a los peligrosos tornados, que se generaban en el pueblo a diario,  decidieron tomar la decisión de dejar el pueblo donde podía llover a cántaros al amanecer y sentir el calor de sol de las doce en un mismo día.

  Los habitantes que se habían quedado se escondían en sus sótanos a la mínima señal de tornado. Ya se habían resignado, puesto que la mayoría  tenían el aspecto de viejos veteranos de la guerra cuyas mentes estaban perdidas en los recuerdos de un pasado que quisieran volver a vivir.

  Las únicas excepciones eran el pequeño Slyapa Kotka, quien con su madre vivían en el pueblo desprovisto de personas jóvenes junto con los ancianos que habían decidido no marcharse. Con la excepción, de que solo habían llegado al pueblo hacia ocho semanas. Él era tan ciego como un pájaro que vuela directamente hacia un tornado, sin embargo su madre le había mentido cuando él nació diciendo que todos los seres vivos eran incapaces de ver  algo que no sea la oscuridad más negra que el cielo nocturno desprovisto de luna y estrellas.

  Era un día cualquiera en el que el pequeño Slyapa Kotka cuyo pelo era oscuro como el de su madre, con quien estaban felizmente paseando por el pueblo, saltando en los charcos de agua, que habían sido producto de la lluvia que no había parado en treinta días. La situación por la que pasaba el pueblo era insostenible para los demás pueblerinos que tuvieron que ver como sus cultivos se ahogaron día tras día, noche tras noche y tarde tras tarde gracias a la maldita lluvia. Como todo el pueblo comía solo de la producción de lo que se cultivaba en el pueblo, todos se reunieron en la pequeña capilla Santo espíritu de Kirrthalma para lanzar soluciones que no fuesen simplemente rezar,  como lo había hecho el sacerdote Johann Commentz día tras día, noche tras noche y tarde tras tarde, desde que empezó la lluvia.

  Las ideas lanzadas eran rápidamente rechazadas al punto de que muchos empezaban a perder la Fe. El sacerdote Commentz no iba a permitir eso último, por lo que soltó una idea tan desquiciada, que lo hacía parecerse a sus amigos que se pusieron a matar gatos durante la época de la peste negra.

- Amigos, ¿No les parece muy extraño que la lluvia haya empezado solo unos cuantos días después de la llegada de esas alimañas negras a nuestro hermoso poblado? -preguntó el sacerdote dejando a todos calladitos .
- ¿Está diciendo padre que si corremos a ésas pestes la lluvia va a parar? -preguntó una anciana con una sonrisa, recibiendo asentamientos de aprobación por parte de los demás pueblerinos.
- No es tan simple, lo que debemos hacer es demostrar que nosotros no tenemos nada que ver con esas plagas ¡¡Sacrificando su podrida alma a nuestro todo poderoso Señor!! -dijo el sacerdote recibiendo gritos de aprobación por parte de los Kirrthalcianos.

  Ya era el atardecer cuando la decisión se tomó y aún así los pueblerinos fueron guiados por el sacerdote Commentz, en busca de Slyapa Kotka y su madre. Cuando los encontraron la madre Slyapa Kotka le gritó a este que corriera y eso hizo. Pero la madre sabía que no tardarían mucho en alcanzarlos por lo que les hizo frente a los pueblerinos y cuando verificó que las intenciones de estos eran hostiles atacó al perverso sacerdote quien desgraciadamente era más grande y fuerte por lo que la doblegó sin mucha dificultad.

-  Ustedes cinco ir por el hijo, yo empezaré con esta escoria -dijo el sacerdote seguido de sacar una navaja de su bolsillo y empezar a hundirlo en la garganta de la madre de Slyapa Kotka, fue entonces que los cinco pueblerinos regresaron con el pequeño, quien Afortunadamente no tenía que ver el cadáver de su madre colgando en las manos del sacerdote.

  La lluvia no había parado ni un poco, por lo que el sacerdote Commentz procedió a cortar la piel de la madre hasta que logró retirarla dejando el cuerpo con la carne completamente expuesta, en presencia de todos los Kirrthalcianos que se quedaron viendo como nuevamente la lluvia no paraba. El sacerdote furioso arrojó el cadáver sin piel al suelo cubierto de agua y cuando estaba por pedir que le pasarán al pequeño Slyapa Kotka, fue que todos menos este último contemplaron con sus propios ojos como la lluvia finalmente paraba.

- Lo ven, el poder de Díos es asombro... -él sacerdote Commentz no pudo terminar, ya que fue arrojado al suelo como varios de los Kirrthalcianos gracias a un rayo que le cayó al cadáver de la madre de Slyapa Kotka dejando un gran hoyo en el suelo que despedía un humo como una olla de agua hirviendo.

  Él pequeño Slyapa Kotka había caído en el suelo cubierto de agua sin la menor idea de lo que estaba pasando o de lo que le había pasado a su madre. Pero por su parte, a los viejos Kirrthalcianos se les llenó el corazón de miedo cuando vieron como del hoyo surgía una criatura de apariencia felina, cubierta de pelo negro y de cuatro metros de altura.

  Los Kirrthalcianos que se quedaron congelados  del miedo vieron como la bestia saltaba del enorme hoyo, en la búsqueda de aquellos que intentaban escapar corriendo. La inutilidad que esto generaba era tal que no solo era ineficaz, sino que también ayudaba a esparcir más sangre por todos los caminos mojados del pueblo de Kirrthalma, que en una sola noche iba a perder a todos sus habitantes. Eran décadas de trabajo duro y adaptación al horrible clima tiradas a la basura siendo apenas recordadas por alguien.

  No era Slyapa Kotka, ni la enorme criatura, sino el mismísimo espíritu de Kirrthalma el que los recordaría, quien pedía que lo dejasen morir de una vez y para siempre y así poder dejar que la naturaleza consuma todo dentro de el. Los cientos de años que habían pasado desde su construcción finalmente le habían cansado, tan fatigado estaba que tuvo requerir a la forma más hórrida de decirlo, ante la negativa de los pueblerinos de irse.




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