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Agnes. Ese es mi nombre.

Bella. Ese es el nombre que deseaba tener.

Tenía solo diez años cuando empecé a codiciar su vida y la de sus amigas. Ella se vestía increíble a pesar de ser una niña. Siempre estaba rodeada de otros niños y hasta le habían regalado un teléfono. ¿Qué clase de padre le daba a su hija un teléfono tan caro? Aunque pensé eso cuando la vi tomándose fotos en el espejo del baño con su mejor amiga, Stella, no pude evitar sentir celos de lo suertuda que era por la familia que le había tocado.

Cuando le pregunté a mi papá si me podía comprar uno para mi cumpleaños, me dijo que no tenía la edad suficiente y que los teléfonos eran cosa de gente más grande y responsable.

Intenté olvidar el tema por un tiempo, pero poco a poco fui notando lo mucho que pensaba en ello. ''Bella tiene esto, Bella tiene esto otro, ¿por qué yo no lo tengo?''

¿Quién no quería su vida llena de lujos y facilidad? Usaba ropa de marcas caras, iba y venía en una camioneta de último modelo, tenía todo tipo de útiles escolares de excelente calidad... ¡Yo quería eso!

Y no me hagan hablar de su cumpleaños número once. Invitó a todos los de la clase, y yo no fui la excepción. Fue una fiesta en su casa que, por cierto, era demencialmente enorme. Había una piscina y muchos dulces para la cantidad magistral de niños que estábamos allí. ¿Tanto dinero tenían?

En esa fiesta estuve sola la mayor parte de tiempo. Yo no era ella, yo no tenía muchos amigos con los que divertirme; no por rechazo o porque no le cayera bien a los demás niños, sino porque mi timidez me impedía sacar ese lado divertido que con mi familia era sencillo mostrar.

Le tenía tanta envidia a Bella...
Su ropa, sus cosas, su vida, su casa.
Su todo...lo quería todo.

Quería ser ella...Y ahora me arrepiento.