Ahora me arrepiento

2

Llegó el día de mi cumpleaños. No había nada más genial que eso, ¿cierto?

Mis padres me despertaron con una pequeña torta de chocolate y un regalo, que era nada más y nada menos que un vestido blanco con estampado de flores azules. Era precioso, y me hizo sentir tan hermosa como siempre había querido estar.

Ese día llevé invitaciones para mi fiesta de cumpleaños a todos en el salón. Eran, al menos, unos veinte chicos y chicas.

Y de veinticinco, solo fueron ocho. Entre ellos Liz, aunque no Matías, y mucho menos Bella, cuya asistencia era la que verdaderamente me importaba.

Yo no me sentí mal porque no hubiese ido casi nadie. En realidad, me divertí mucho con los pocos que fueron. Jugamos, charlamos, comimos dulces y unas mini pizzas que mi mamá preparó... No fue un mal cumpleaños.

Me sentí mal cuando terminó todo y estaba en mi cama mirando el techo, preguntándome cosas como:

¿Por qué no habrá venido el resto?

¿No les caigo bien?

¿Por qué fueron todos a la fiesta de Bella y no a la mía?

Esos pensamientos hicieron que me sintiera terrible al día siguiente.

—¿Te pasa algo, cariño? —me preguntó mi mamá al ver mi rostro cabizbajo mientras tomaba mi desayuno.

—No, mamá, estoy bien —respondí sin disimular mucho mi ánimo.

El tema quedó allí, cosa que era mejor para mí. Fui a la escuela como si nada y me senté en mi puesto haciendo lo de siempre: mirar y escuchar, como todo buen fantasma escolar.

—Tu fiesta estuvo genial, Agnes —habló alguien detrás de mí. Era Víctor.

Él era el tipo de chico al que le caía bien todo el mundo y que, además, no podías evitar que te cayera bien a ti. Tenía el cabello lleno de rizos de color anaranjado y las mejillas cubiertas de pecas. Su aspecto era bastante gracioso, como el de un payaso. Siempre que lo veía, estaba rodeado de gente, riéndose con ganas, de manera bastante audible.

—Gracias, me gustó el brazalete —dije mostrándole mi muñeca, que estaba adornada con un lindo brazalete rosa, el cual llevaba colgado un dije de estrella.

—Yo lo elegí —sonrió orgulloso.

En ese momento, sin darme cuenta, entre los dos se comenzó a formar una amistad. La cosa es que yo no quería un solo amigo, sino muchos amigos, tantos como los que tenía Bella.




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