¿Qué hacían las chicas de mi edad para ser tan populares? No lo comprendía. Era todo un misterio para mí.
Se veían tan bien. Caminaban con seguridad, usaban la ropa más bonita, se sentaban con mucha gente en el almuerzo y ella eran quienes resaltaban. ¡Hasta se juntaban con chicas de cuarto y quinto año! Y eran una con ellas.
¿Eso debía hacer?, ¿Me tenía qué juntar con chicos mayores? Entonces lo haría. De algo tenía que funcionar.
—Hola, Dayana —saludé alegremente a la hermana de Víctor. Ella estaba en último año, tenía diecisiete.
—Hola, Agnes —dijo igual de alegre. Cabe destacar que Dayana no era la chica más ejemplar de todas. En realidad, era el tipo de chica a la que le gustaba saltarse clases de vez en cuando y causar problemas para divertirse. Nada demasiado grave, tampoco nada muy inocente—. ¿Y mi hermano? Es raro que no te vea con él.
—Es que no quiero que sepa lo que voy a pedirte —susurré, a pesar de que Víctor no estaba cerca. Eso llamó su atención.
—Soy un baúl impenetrable —aseguró, entonces me senté a su lado. Su cabello anaranjado estaba bastante despeinado, como de costumbre—. ¿Qué sucede?
—Quiero ser como tú y tus amigos —solté algo de aire—. Me cansé de ser un don nadie.
—Vaya, no me esperaba eso —levantó las cejas—. Y... ¿cuál es tu plan?
¿Mi plan? ¿Tenía algún plan? No sabía ni siquiera cómo caminar con la vista al frente o cómo entablar una conversación divertida con alguien que no fuera Víctor. ¿Qué podía hacer alguien como yo?
—Quisiera saber si podría juntarme un poco con ustedes —hablé con voz baja, sin mirarla a la cara—. Tal vez sentarme con ustedes en el almuerzo, o charlar en los pasillos de vez en cuando...
—Por mi parte no hay problema —respondió a mi propuesta, encogiéndose de hombros—. Y creo que a mis amigos tampoco les importará. Digo, les cae bastante bien Víctor. La cuestión es que tal vez no seamos una buena influencia para alguien de tu edad —dijo, mas como broma que como algo serio.
Aún con su tono de broma, eso era cierto. Era bastante normal escuchar a Víctor contarme las cosas que hacía ella junto a sus amigos sin que sus padres se dieran cuenta. Habían hecho fiestas en su casa, salían de clases sin permiso, se gastaban bromas algo pesadas entre ellos y a otros. No eran demonios, tampoco eran unos angelitos. Eran lo que yo creía necesitar.
—¿Me ayudarás o no?
—Claro, será entretenido —volvió a encogerse de hombros—. Solo trata de no ser tan cerrada y tímida. Mis amigos no muerden, pero si quieres encajar, trata de sacar tu lado abierto, como cuando estás con Víctor. Sé tú misma.
¿Ser yo misma? Eso lo traduje como: haz lo que hagamos.
—De acuerdo —respondí rápido.
—Ven a mi casa mañana, así podemos charlar y conocernos más antes de que sepas de lleno en lo que quieres meterte —me dio un par de golpes amistosos en el hombro y se fue.
Y acepté sin pensarlo dos veces mientras la chica se marchaba.
Considero éste otro de esos momentos clave que me llevaron tan alto como quería, y acabaron lanzándome al vacío tiempo después.
Pero no era algo de lo que tuviese consciencia. Para entonces, yo estaba conformando mi plan maestro que consistía en dejar de ser nadie, y pasar a ser alguien.