Ahora me arrepiento

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Un mes más tarde, luego de la corta charla con mi padre, empecé a notar que, de pronto, la gente en la escuela me miraba. ¡Así es, ya no era invisible!

Ahora sentía que los flashes imaginarios, las cámaras imaginarias y la música imaginaria estaban dirigidos a mí.

Cuando entraba a la escuela tenía algunas miradas encima de vez en cuando, en ocasiones durante el día, hasta podía escucharlos susurrar, como: "La vi escaparse con los de último año a la mitad de las clases", "Mi hermana y yo la vimos entrar a la fiesta de Maya Anderson" y "Se besó con ese chico de ojos azules con el que tanto se junta".

¿Eran rumores? Sí, pero eran ciertos.

Unos días antes, Dayana, Adam y Fred estaban aburridos a la hora del almuerzo. Querían ir a comer helados, por lo que decidieron escaparse y me llevaron con ellos. El plan fue encontrarnos en los baños y de allí escabullirnos hasta el patio, de donde se podía salir de la escuela saltando una reja. Fue todo muy divertido y aterrador a la vez, ya que por poco nos descubre el viejo profesor de historia que justo se cruzó por el pasillo; para nuestra suerte, cruzó a otro antes de notarnos. Al final del día disfrutaba de una victoria con sabor a chocolate.

La fiesta de Maya fue mucho más divertida. La chica, compañera de Dayana y Ellie, había organizado una fiesta solo para chicas en su casa, a la cual invitó a todas las de penúltimo y último año. Un día antes de esta, Ellie invitó a Maya a almorzar con nosotras, y entre charla y bromas le caí bien, por lo que me invitó también a mí.

Tuve que mentirles a mis padres diciendo que iría a dormir a casa de Dayana el fin de semana, ellos hablaron con su madre y estuvieron de acuerdo; pero salimos de noche a "ver una película" con Ellie, cuando realmente bebíamos algo de alcohol —el sabor me pareció terrible desde el primer sorbo, por lo que no pude acabarme ni una lata— y bailábamos al ritmo de la música electrónica. La fiesta, a pesar de no ser tan desenfrenada como otras que las chicas me habían contado, sí que fue toda una experiencia. Muchas de las invitadas, al final de la noche, ya estaban borrachas a más no poder. Mis amigas fueron cuidadosas, supongo que, dado que yo estaba bajo su responsabilidad, no querían meter la pata. Al volver a la casa de Dayana, tuvimos la bendición divina de que todo mundo estaba dormido. Nadie notó ni olió los restos de la fiesta que teníamos encima.

Y tal vez deba explicar un poco más detalladamente sobre ese beso con el chico de ojos azules...




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