Escaparme no me sirvió de mucho, no cuando el perseguidor llegó a mi propia casa.
—Agnes, Víctor vino a visitarte —me avisó mi mamá mientras yo veía televisión en la sala.
—Ally —le corregí sin haber procesado lo otro que había dicho—. ¿Qué?
Me levanté del sofá, apagué el televisor y fui hacia la puerta mientras mi mamá lo dejaba pasar. Allí estaba, con su largo y anaranjado cabello cubriéndole parte de la cara, mirándome con una sonrisa fingida.
Esperé a que mi mamá se fuera al patio para preguntar:
—¿Por qué viniste?
—Tengo que hablarte —respondió serio.
—Entonces habla —bufé.
—No aquí.
¿Qué quería? ¿Por qué no podía sólo decirlo e irse? Sinceramente, lo que menos buscaba era tener a Víctor echándome en cara todas y cada una de las cosas que estaba haciendo mal. Lo necesitaba, sí, pero no lo deseaba.
—¡Mamá, iré al parque con Víctor, vuelvo en un rato! —grité para escuchar un ''sí'' como respuesta.
Mientras caminábamos hasta la banca frente a la pequeña fuente del parque que quedaba a una calle de mi casa, nos mantuvimos en silencio. No nos dirigíamos la mirada y mucho menos hablábamos.
Yo rogaba al cielo para que lloviera, o yo que sé. Quería que sucediera cualquier cosa que me excusara para irme. Estuve a punto de fingir que me sentía enferma cuando dijo:
—Estoy preocupado por ti, Agnes.
—¿Alguna vez dirás algo diferente? —solté gruñona. Estaba molesta y harta de que sólo me buscara para actuar como si fuera mi madre—. Y soy Ally.
—No, Agnes, no lo eres —lucía muy serio, más de lo que un chico de 14 años lo debería estar—. Te estás convirtiendo en una copia de mi hermana y sus amigos.
Me quedé callada. Era cierto, me estaba volviendo una con ellos, y era feliz así. ¿Qué había de malo en eso? Todo, claro, mas esta no es la historia de ''Como Agnes entendió que siendo ella misma sería feliz''. No, no hasta que me golpeé contra el suelo.
—Siempre quisiste ser como Bella y sus amigas, y también lo estás logrando —se cruzó de brazos—. Actúas igual de petulante que ellas.
—No soy como ellas —sentencié—. No soy rica, ni tengo un gran cuerpo, ni soy hermosa como ellas, pero al menos tengo amigos y ¿sabes? Al fin la gente empieza a notarme.
— ¿No lo estás viendo?
—¿El qué?
—Vamos, Agnes. Dices mentiras, faltas a clases, te escapas con los mayores y, para colmo, uno de ellos es tu novio.
—¿Cómo sabes eso? —pregunté.
—La parte de atrás de las gradas no es un mundo secreto e invisible. Todo el mundo vio tu hermoso beso con ese chico —respondió fastidiado y, claramente, molesto.
No me importaba ser vista por el resto, lo que me ponía nerviosa es que, en una de esas, mis padres acabaran por enterarse.
—Si lo que vas a hacer es restregarme en la cara lo que he hecho, entonces mejor no me busques más —me di la vuelta, dispuesta a volver a mi casa.
—Agnes... digo, Ally —escuché detrás de mí—. Lo único que quiero es que esto vuelva a ser como antes.
—No se nota mucho
Él se acercó a mí de nuevo, su cara mostraba algo de tristeza.
—Sólo trato de ayudarte...pero si no quieres que lo haga, al menos seamos amigos otra vez —pidió mirándome a los ojos.
Me sentí mal, lo había dejado de lado hacía meses y eso no me importó. Agnes quería salir y abrazarlo, pedirle disculpas, aceptar sus errores y recibir su ayuda... Volver a ser los amigos que éramos.
Pero Ally fue quién respondió.
—Está bien; sin embargo, si tocas el tema de nuevo, se acaba nuestra amistad —dije con la mirada en el suelo. Nunca me gustó eso que dije.
Él aceptó, y prometió dejarme en paz con mis decisiones. Eso me alegró, y de un minuto a otro, después de mucho tiempo, Víctor y yo éramos amigos otra vez.
Fuimos a mi casa y en el camino hablamos de alguna serie de la televisión, sobre la escuela, sobre una piedra; cualquier cosa servía si no tocábamos nada acerca de nosotros en específico.
Víctor era un gran amigo. Yo, por otro lado, encabezaba la lista de las peores.