Ahora me arrepiento

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Las vacaciones son sinónimo de diversión, ¿no? Y no hay cosa más divertida que comer de todo. Salíamos a comer mucho, pedíamos pizza, mi mamá y yo inventábamos cualquier plato improvisado en la casa y, como era normal, yo no paraba de ingerir cualquier dulce que me pusieran delante. Era buena para hartarme de comida hasta no poder más, lo admito.

Seamos sinceros, nadie tiene un metabolismo tan rápido como para no engordar algunos kilos comiendo tanta chatarra. O tal vez sí, más no fue mi caso.

No estoy diciendo que engordé como hipopótamo, solo que, como un humano corriente, gané unos cuantos kilos por mi mala dieta. Pero para una chica obsesionada por ser perfecta, esos kilos fueron como si el mundo se me viniera encima.

—Por Dios, estoy gordísima —dije espantada viéndome en el espejo.

—¿Quién lo dice? —preguntó Loren, en esa ocasión estábamos en su casa, dado que mis padres, luego de un tiempo de comportamiento normal, me dejaron ir sin preocuparse—. Sí, subiste un poco de peso, igual que yo. ¿Qué importa?

—¡No! Mira mis brazos, mis piernas, mi abdomen —estaba realmente horrorizada—, si no paro esto terminaré como una horrorosa gorda.

Oh... Vaya, palabras fuertes.

—Eso suena mal, Ally —me corrigió Loren, negando con la cabeza—. No pienses así. Si tuvieses obesidad, sería un problema, pero justo ahora yo diría que no tienes de qué preocuparte —me tranquilizo.

—Sí, lo siento —suspiré, sentándome al borde de su cama—. Estoy algo paranoica, creo.

La imagen de una persona gorda, en sí, no me molestaba. La imagen de una Ally gorda era lo que me aterrorizaba. Para mí, un sinónimo de "gordura" era "fealdad", lo cual se traducía en "imperfección" y yo no quería ser imperfecta.

El curso terminó, Loren y yo seguíamos hablando por el teléfono fijo o visitando a la otra constantemente y llegó el punto de partida de mi auto destrucción.

Ally era una terrible enfermedad que consumía poco a poco cada parte de mi cuerpo, reemplazando a Agnes. ¿Y Agnes? Ella era la que gritaba desconsoladamente por ayuda.

¿Y la ayuda? Estaba allí, disfrazada de un preocupado pero distanciado Víctor, de una amorosa madre y de una honesta y simpática Loren. Lo malo fue que Ally cegó mis ojos y no fui capaz de verlo. Yo dejé que lo hiciera.

Yo misma me di el permiso de acabarme.

 




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