Ahora me arrepiento

48

Como era obvio, Víctor y yo habíamos reestablecido nuestra amistad, y esta vez era para siempre.

La tarde siguiente al día en que salí del hospital, mis padres me dieron una hermosa sorpresa: ¡Una tarde de juegos en el parque con Loren, Víctor y Natha! Habían invitado también a Bella y a Stella, pero no asistieron porque ya tenían planes. Yo tampoco deseaba tanto su presencia ahora que sabía que nuestra relación era circunstancial. Por otro lado, Natha sí que fue. No había tenido contacto con ella, pues el día en que estuve en el hospital ella no contestó el teléfono.

Ese día supe que ella no era igual a su grupo de amigas.

—Ally, ¿puedes venir un momento? —me llamó ella Natha y asentí. Loren, Víctor y mi mamá estaban acomodando todo para una merienda mientras mi papá la buscaba en el auto.

—¿Qué sucede? —pregunté curiosa.

Caminamos lejos del grupo, hasta un árbol, en el cual nos sentamos para poder tener más privacidad. La chica lucía hermosa, igual que siempre, mas cargaba en sus ojos una mirada pesada-

—Quería disculparme por no visitarte antes... Me sentí muy mal cuando supe lo que te pasó, creo que en ningún momento me di cuenta que estabas adelgazando mucho —en su rostro se veía la preocupación—. Salí con las chicas y mi teléfono se descargó, pero ellas me contaron lo que te pasó. Sugerí ir a visitarte, pero ellas dijeron que era mejor quedarnos ahí, así que les hice caso —suspiro—. La verdad es que yo también pasé por lo que tú. De pequeña yo me sentía muy inferior a las otras niñas porque era más gorda, así que dejé de comer para ser igual a ellas. Por suerte mis padres se dieron cuenta a tiempo, igual que los tuyos —confesó. Yo estaba en shock.

—¿Tú tenías trastornos alimenticios?, ¡Por Dios! Natha, tienes un cuerpo hermoso y que cualquiera envidiaría... Es perfecto —me reí un poco, ya que no me lo podía creer. Como si ella sólo me lo dijera para que no me sintiera mal por mi error.

—Igual que el tuyo —miró mis ojos—. ¿Te veías gorda al espejo? —asentí—, ¿Mirabas a otras queriendo ser ellas?, ¿Buscabas ser perfecta? —Asentí de nuevo—. Ally, eso te pasó a ti, me pasó a mí y, tristemente, a muchas otras chicas hoy en día.

Las chicas "lindas" de las escuelas siempre lucen como las más egocéntricas, malcriadas, criticonas y huecas del mundo, pero hasta que no conoces quiénes son realmente, no te darás cuenta de que eso, en ocasiones, sólo es una etiqueta. Natha era la prueba de ello.

—No eres igual a Bella... o a Stella —dije.

—Ellas tienen, literalmente, todo lo que desean. Sus padres las dejan con nanas que no les prestan real atención y hacen lo que gustan... No son malas personas, mas no conocen el otro lado de la vida, ese en el que hay sufrimiento —comentó—. Yo, por otro lado, nací en una familia de clase media con un padre emprendedor que se volvió dueño de una gran empresa, pero sé lo que es ver cosas lindas y no poder tenerlas.

Aprendí mucho en esa conversación con Natha. Como que no hay que juzgar por las apariencias a nadie, que hasta los que parecen tener una vida perfecta han pasado por malos momentos —quién sabe, puede que la misma Bella entre en ese grupo—, y, sobre todo, que Natha sí era mi amiga.

—Creo que es momento de que comience a madurar —suspiré luego de unos segundos de silencio.

El día era hermoso, las aves cantaban, el viento soplaba en nuestros cabellos, otras familias a lo lejos se divertían y una nueva amistad más real surgía entre Natha y yo.

—Ambas —sonrió.

La tarde estuvo llena de risas, comida, fútbol, caídas graciosas y algunos raspones, una puesta de sol hermosa y mucha diversión. Lo más presente, sin embargo, fue lo siguiente:

La amistad y la familia, dos cosas que no se pueden comprar.




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