Decir que los días siguientes fueron una tortura, es decir poco. Sólo me quedé una noche en la casa de Víctor, luego de eso, y de mi posición reacia a volver a entrar a mi casa, Loren se ofreció a cuidarme unos días más. Sus padres estaban encantados de poder ayudar, y me trataron muy bien. Loren no se despegaba de mí en ningún momento, cosa que apreciaba, porque lo que menos quería era estar sola.
El día siguiente al funeral, mi tía fue a la casa de Víctor, donde aún estaba, para cerciorarse de que todo estuviese bien. Al saber que me iría con Loren se tranquilizó, pues mi madre seguía muy mal por la pérdida de mi padre y tampoco quería volver a la casa. Según me dijo, lo mejor era que estuviese con mi amiga hasta que me sintiese dispuesta en volver a la casa, donde mi abuelo Austin me cuidaría. Entre tanto, mi mamá estaría con mi tía un tiempo.
Recibí una visita de Natha, y con mis dos amigas apoyándome logré sentirme un poco mejor, aunque no duró mucho.
En más de una ocasión me ponía a llorar de la nada, y en la noche lo hacía en silencio. No sabía nada de mi madre aparte de lo que mi tía me contaba cuando venía cada dos días a verme donde Loren. Solo me contaba que estaba mal, que estaba triste, pero que pronto se repondría.
—Loren... —la llamé desde mi cama, eran aproximadamente las tres de la mañana.
—Dime, Agnes —respondió con la voz clara.
—Creí que estabas...
—No duermo si tú no estás dormida —dijo ella.
—¿Puedes venir aquí? —pregunté sin recibir respuesta, ya que ella se estaba levantando para luego venir al colchón y sentarse a mi lado.
Ella me dio un medio abrazo y dejó que me recostara en su hombro.
—Lo extraño —grazné con lágrimas en mi cara—, lo extraño mucho. Nunca verá mi graduación, ni mi boda, no conocerá a sus nietos y...
—Agnes, ya no te tortures más con eso —dijo con la voz suave.
—No puedo dejar de pensar en él, Loren, no puedo dejar de sentir dolor —más lágrimas se asomaron.
Sólo podía recordarlo, sólo veía los momentos felices que pasé con él y también los momentos malos. ¿Cómo podía arrancar el dolor de mi interior? ¿Viviría toda mi vida así?
Perder a mi padre fue, sin lugar a dudas, lo más horrible que pudo pasarme. Luego de una semana yo no estaba mejor ni peor, sólo estaba en el mismo estado cada minuto. Mi rutina se volvió dormir poco, comer lo necesario, asearme opcionalmente y volver a dormir. Como si al morir mi padre yo también lo hubiera hecho.
Al octavo día luego de su muerte, recibí la segunda visita de Víctor desde que estuve en su casa. Con la escuela y los deportes no tuvo mucho tiempo de verme, pero ya era fin de semana.
Cuando llegó, me abrazó y se quedó así varios minutos en total silencio. En estos momentos necesitaba su apoyo y nunca dudó en dármelo.
—¿Estás comiendo bien y tomando agua? —preguntó antes que nada.
—Sí, Víctor —dije sin ánimos.
—Bien —puso su brazo sobre mis hombros y me acercó a él—. Lamento no poder estar contigo lo suficiente —dijo con voz triste.
—Loren y sus padres han sido de mucha ayuda, no me siento sola.
—Nunca estarás sola, todos estamos aquí para ti, yo lo estoy y Dios también lo está.
Al decir eso me recordó automáticamente a la esa noche en su casa. ¿Fue algo que imaginé? ¿Fue real?
—¿Alguna vez has escuchado a Dios? —pregunté minutos más tarde, cuando tuve la valentía de decirlo. En la iglesia nos decían que Dios hablaba de muchas formas, pero yo pensaba que eso sólo era con quienes tenían un tipo de "puesto" en la congregación, alguien que si tuviera una relación fuerte con Él.
—No como tal —respondió—. Nunca he escuchado que me diga directamente algo, pero siento que me habla siempre que leo la Biblia. No a todos les habla de la misma manera.
No le comenté lo que escuché, al menos no ese día. Me sirvió para pensar en que tal vez no estaba loca. Hasta el día de hoy no he vuelto a escuchar algo parecido. Quién sabe, tal vez vuelva a hablarme cuando Él crea que deba hacerlo.
Volviendo a la conversación entre Víctor y yo...
—No siento que esté mejorando —hablé luego de un largo rato de silencio.
—No es algo fácil de superar —me consoló—. Supongo que no se supera, en realidad, solo se aprende a seguir sabiendo que las cosas irán para mejor.
—¿Por qué no lo salvó? —repetí. Era algo que me preguntaba unas diez veces al día—. ¿Por qué permitió que muriera? —comencé a llorar en su hombro, sacando lágrimas hasta más no poder.
Me tranquilicé un par de minutos después, donde él me pidió que lo escuchara.
—No lo sé, lo único que sé es que las cosas siempre tienen un propósito. Tal vez tardes en entenderlo, el caso no es entender, sino tener fe y saber que todo va a mejorar —dijo mirándome a los ojos—. El dolor es inevitable, y es normal en esta situación, solo piensa en que no será eterno, ¿de acuerdo? —yo asentí y él me abrazó.
¿El dolor se fue allí mismo? Claro que no, las cosas no son así; aunque, de todas formas, me ayudó.
Sus palabras eran como alcohol en mi herida, y yo tenía las vendas para dejar que cicatrizara con el tiempo. ¿Era hora de ponérmelas?
Mi papá hubiera querido ver a su hija siendo fuerte, y dándole fuerza a su madre. Eso es lo que iba a hacer.
Ahora pensaba diferente, estaba dispuesta a no dejar que el dolor derrumbara lo que había intentado construir con el amor de mi familia, mis amigos y de Dios.
Está de másdecir que ya hacía tiempo Ally había dejado de existir.