El coche de Oscar realmente era pequeño, casi desentonaba un montón entre todos los demás coches tan grandes y aquel Smart diseñado únicamente para que cupieran dos personas.
El color dominante era el naranja pero por la parte de arriba era completamente negro, ya empezaba a necesitar limpiarlo por una capa para el polvo, pero en cuanto a usarlo para la ciudad parecía perfecto.
Yo aún no podía hacerme con uno de esos, aún habiendo cumplido los dieciocho hacía poco, más que nada, porque mi plan no había salido como esperaba; mi intención era sacarme el curso de socorrista las dos primeras semanas de vacaciones, mientras buscaba un trabajo en alguna librería o cafetería y cuando tuviera libre dedicarlo a sacarme el teórico de conducir.
Pero nada de eso ocurrirá, porque nada de lo que había planeado está aconteciendo, en su lugar tengo este verano, aunque barajando las posibilidades podría intentar buscarlo aquí, en la ciudad, aunque lo único que tengo a mi favor es la flexibilidad en los horarios puesto que no conozco a nadie y no tengo ningún plan definido aún.
—Odile, ¿Subes o te vas a quedar mirando la matrícula empanada por más tiempo?
Sacudí la cabeza para alejar aquellos pensamientos que me recordaban una vez más que por mucho que me esforzará en querer tenerlo todo planeado y controlado, no podría ser jamás, puesto que solo era una humana con un montón de impulsos azarosos a su alrededor.
Abrí el maletero y metí la maleta, en su interior había bolsas de tela arrugadas y esparcidas aleatoriamente por este. Cerré de nuevo el maletero y me dispuse a sentarme en el asiento del copiloto no sin antes quitarme la mochila, me puse el cinturón, coloqué la mochila entre mis piernas y rebusqué en mi bandolera mi móvil para quitarle el modo avión; un paquete de pañuelos, auriculares, el monedero, y al fondo, ahí está, la funda amarilla del teléfono, lo cojo y descubro que no tengo nada nuevo en estás últimas tres horas, probablemente debería darle una hora más a mi reloj de pulsera.
Antes de volver a guardarlo le envió un mensaje a mi madre de que ya he llegado y luego si eso la llamaré, Abril me ha enviado un mensaje de feliz vuelo, también tendré que llamarla, es la única amiga con la que he continuado manteniendo contacto desde la graduación del instituto.
Cuando te gradúas técnicamente no se le debe nada a nadie, puesto que no vas a volver a esa gente probablemente por los diferentes caminos que se toman al elegir carrera o grado superior, de ahí que muchos contactos se enfríen, pero Abril y yo seguíamos ahí, al pie del cañón, prometiéndonos video llamadas en aquellas futuras tardes de verano.
Guarde el móvil, encendí la radio y miré por la ventanilla que estaba bajada a la mitad desde que yo me había subido, de fondo estaba Paradise que iba ya empezada y por la mitad, pero con un manotazo Oscar la apagó, me giré al darme cuenta de que nos había inundado el silencio.
—¿Odias a Coldplay o…?
Tenía las manos a las diez y diez, su cuerpo en aquel coche era un contraste curioso puesto que parecía que estaba en algún juego para niños al que había que darle una moneda para que funcionara, sonreí al pensar la situación.
—No, no, y no, ¿me oyes? No, nada de música ni de móviles ni de distracciones para alejarse de quien se tiene al lado, estoy harto de que la gente haga eso, llevamos sin vernos cuatro años, ponme al día.
—¿Qué te ponga al día?
—Sí, eso he dicho; ponme al día.
Bufé, no sabía como abordar aquella pregunta, ¿qué se supone que le dices a alguien a quien no has visto en cuatro años? gire la cabeza para mirar al frente, no parecía que hubiera mucho tráfico, había 15 kilómetros hasta el centro de Barcelona, más la distancia en la que estuviera el piso, probablemente tardaríamos treinta minutos en llegar.
Me giré para mirarlo.
—Me va bien.
—Molt bé —dijo sarcásticamente— Desintegra más a ese “bien”.
—Pues…llevo un año empezando a hacer ejercicio en serio, más que nada por estar en forma porque ya sabes, este año no tuvimos educación física y me lo he querido tomar en serio aunque lo notará a muy largo plazo y…
—Odile —me interrumpió— no soy ni pretendo ser tu entrenador personal, ¿puedes contar algo más corriente?
—Pues específica más en un ámbito y yo me aclaro, es que si me das un abanico tan amplio no sé por donde moverme.
Reflexionó por un momento.
—¿Te has metido en muchos problemas?
Alcé una ceja.
—Sí por problemas te refieres a estar en el patio en vez de la clase de inglés entonces demándame —bromeé. No se rió.
— Me estás poniendo nervioso nombrado clases y ejercicio. Pareces doña perfecta.
— Pero, ¿Qué dices? Nada más lejos de la verdad. Es enserio, no la suelo armar mucho, pero ni en estos cuatro años ni antes vaya. Mi nota es normal y mi actividad física también.