Por alguna razón, creemos que vuelven para fastidiarnos, en muchos casos así es pues su mera presencia nos causa un dolor de estómago que trae un mal sabor de boca y dolor de cabeza.
<<¿Es que no puede dejarme en paz? ¿No puede dejarme comenzar de nuevo?>>
Aunque en realidad no hayamos comenzado nada…, aún.
Pero ahora sé que esas preguntas, si en algún momento cruzaron por mi cabeza, cosa que alegaré demencia si resulta ser cierta, son un reflejo de una inocente y egoísta vanidad.
Sea como sea y como haya ocurrido todo, en el fondo, puede que sí puede que no pero, queremos y nos gusta pensar que somos irremplazables y que por ello nuestra presencia es necesaria e indispensable para le felicidad de otro. Cosa que solo es otro atisbo de orgullo bien intencionado.
Pero dejando aún lado las preguntas y el por qué las creamos, pensemos en el hoy.
Como he dicho, he encontrado la respuesta. Esa que por tanto tiempo, años en realidad, me he preguntado cada vez que uno u otro dentro del adjetivo calificativo: ex, ha aparecido.
¿Por qué los ex vuelven?
Bueno…, luego de un reencuentro bastante… Peculiar, interesante, irónico, gracioso, irreal y todo aquello que sea sinónimo de imposible; luego de desenterrar recuerdos que creías estaban bien sepultados, lágrimas que juraste ya no derramar para poder pasar página, errores que hubieras querido no cometer en su momento, pasas a los perdones. A todos esos que no dijiste por orgullo, porque la culpa era de otro y no tuya, por esos que sabías que fueron tu culpa y no lo admitiste, porque no tenías valor de enfrentarle y por todo lo que se hizo y lo que no…, pides perdón y disculpas.
Entonces vienen: los hice, pensé, soñé y deseé. Todos los deseos que pediste por esa persona aunque estuviera lejos, aunque todo se hubiera ido al carajo, aunque desconocieras su paradero, los pediste en cada estrella fugaz para que fuese feliz. Sin importar si jamás le volverías a ver aunque sólo fuera para saber cómo está.
La lista de lo que has hecho y de lo que ha hecho es larga, parece no terminar. Como si los meses transcurridos hubieran sido años. Aunque en realidad lo son. Años que parecen décadas y que pronto serán siglos…
Pero ahora…, ahora que nos ponemos al tanto uno del otro…, el tiempo nuca pasó. Los enojos, si los hubieron, ya no existen. Las tristezas, que quedaron y dolieron, ahora son lecciones. Y el tiempo se volvió en una escuela.
Y ahí, mejor dicho, aquí, en este punto, dónde entiendes o por lo menos yo entendí, por qué.
Vuelven para que veas el pasado, para que escarbes en los recuerdos que te reusabas a mirar por el dolor. Y para que sepas que ya lo habías superado, hace mucho en realidad pero tenías miedo de volver la vista atrás y congelarte como esa estatua de sal.
Para que nos veamos a nosotros mismos con otros ojos y digas: Dios mío. Estoy envejeciendo.
Regresan para mostrarnos cuánto de nosotros sigue siendo la misma persona de antes y todo lo que hemos cambiado, mejorado, crecido y tropezado.
Es como verte en el espejo, pero en lugar de ver un reflejo actual, ves ese, el antiguo.
Casi no has cambiado, o puede que sí, hayas cambiado todo, absolutamente todo pero, la esencia está en el fondo.
Y también, vuelven para recordarnos por qué eran especiales. Puesto que de no ser así no hubiera sido parte de nuestro pasado. Tuvo que haber tenido un buen inicio. Los buenos tiempos. Esos que son lo único rescatable, lo único que quieres traer a la superficie y dejarlos en la cómoda. Como esos recuerdos pequeños pero que al mirarlos, te hacen sonreír.
El mundo, la vida, el destino, las casualidades, el karma, sea la razón que sea, ha vuelto o quizás eres tú quien volvió para esa persona. El caso es que, descubres que a pesar de todo, lo que más extrañaste fue a un amigo o amiga.
Y es con esa parte con la que te quedas. Porque es lo que hacía todo especial en el pasado.
Vuelven para recordarnos quiénes éramos y para saber quiénes somos hoy.
Fin.