Ahora tengo una familia lobuna, ¿qué será lo siguiente?

Él y yo; yo y él. Nosotros.

Capítulo 21: Él y yo; yo y él. Nosotros.

Muy bien, aquí estoy.

Después de un corte de programación para ir a comer, Imri, mi bebé y yo regresamos a la casa.

Nosotros estamos enfrente del inmueble, tengo la llave de la puerta en mano y bueno, de nuevo me regresaron los temblores.

—¡Lúa, Lúa!— Imri me da porras y anima a Ra para que haga lo mismo —Vamos, Ra. Di «mami, mami».

—¡Mami, mami!— aplaude el pequeño, y oh cielos, no lo puedo decepcionar.

—¡Dejemos el drama!— grité cerrando los ojos y empujando la puerta, desde que lo hice, salió una gran montaña de polvo desde dentro que provocó que tosiera sin parar.

Hay que ver el lado bueno de eso, al menos abrí los ojos.

—Así que esto pasa cuando dejas una casa cerrada por todo un año— comenta Imri entrando —Oh, hay luz— enciende los bombillos, dejando ver parte de la sala.

—Umh— dudo en entrar —¿Cómo ves el suelo? ¿Hay lava?

—¿Eh?— se extraña frunciendo el ceño —¿A qué te refieres cuando dices eso?

—Casa grande— Ra se transforma saliendo de los brazos de su papá. El niño se dedica a corretear la sala y explorar los pasillos. Hay que destacar que todos los muebles estaban cubiertos por mantas blancas para que no cogieran polvo.

El motivo por el cual hay electricidad se debe a que, tal y como hice con la línea de mi mamá, seguía pagando los servicios básicos con la esperanza de regresar algún día.

Hasta que al fin se cumplió.

—Las cosas están como las dejé— sonrío apenada, dando el primer paso que, durante mucho tiempo, fue un obstáculo para mí —La posición de los muebles, los cuadros, todo.

—Hasta que al fin veo una foto de tu mamá— dice Imri tomando un retrato de la repisa, allí estamos ella y yo sonriendo —Guao, y yo que creí que te parecías a tu papá.

Cierto, nunca le mostré nada de ella.

—Sí, todos decían que era idéntica a mi papá hasta que conocían a mi mamá— echo un suspiro —Recuerdo esa foto, fue meses antes de que se fuera.

Mi mamá era un mujer delgada, de estatura promedio y cabello negro hasta los hombros. Básicamente, yo era un clon de ella, aunque con el temperamento de mi papá.

Cuando no estaba de servicio en el hospital, recuerdo que se la pasaba viendo películas y series en la televisión, era lo que más le gustaba.

—¡Hey, Ra!— Imri llama al niño. Él está escalando el sofá para, me imagino, lanzarse de allí —¡Dañarás los muebles de Lúa!

¿Eh? Pensé que le preocupaba que se cayera.

—Eso es lo de menos, se puede caer— sermoneo yendo hacia él —¿Qué te he dicho de escalar grandes alturas?

—¿No te importa que aplaste los muebles?— cuestiona Imri.

—Es peor que se caiga— lo tomo en mis brazos.

—¿Qué se caiga?— sonríe —El niño no se va a caer desde esa altura— me lo quita de los brazos y lo coloca de nuevo en el sofá —Ra, salta al suelo.

—¡Ah!— obedece la indicación dando un salto casi perfecto para él, haciéndome tener cuatro mini infartos en el proceso.

—Pe-pero— lo cargo y abrazo fuerte —¿Y si se rompía la mandíbula?

Recuerdo muy bien cuando se cayó por estar haciendo eso, hasta un chichón se hizo.

Aunque sucedió hace meses.

—Ra todos los días perfecciona sus habilidades— le alborota el cabello con orgullo.

—Mami, bájame— guao, de las pocas veces que lo pide en vez de transformarse e irse.

—¿Qué vas a hacer?— le doy un beso y lo bajo —¿Quieres seguir explorando?

—A ve'— se separa de mí y corre hacia los pasillos, abriendo cada puerta que se encontró por su camino.

Ya veo que se convirtió en uno de sus pasatiempos favoritos.

—¿Cómo te sientes?— Imri me abraza por detrás, apoyando su mentón en mi hombro.

—Ump, no tan mal— dándole un beso, me separo de él y jalo las sábanas, revelando el sofá gris en juego con unos sillones del mismo color —¿Me ayudas a desempolvar?

—Por supuesto.

Mientras que Ra recorría la casa, desde las habitaciones a la cocina y de la cocina a la sala, para luego salir al patio; nosotros nos encargamos de transformar la vivienda en un lugar habitable. Me sorprendió la cantidad de polvo que había regado por ahí, y admito que solté un par de lagrimones al encontrar objetos que me hacían recordar momentos con mi mamá.

Sin embargo, seguí limpiando y acomodando. Mi antigua habitación está igual a como la dejé, todo en su sitio; también la de ella...

—Aquí mucha cosa, mami— me señala Ra. Ambos estamos en mi habitación, y en lo que cambiaba las sábanas por otras, el niño navegaba por mi armario.

Él intenta ayudarme, lo que, como todo lo que hace, me parece tierno.

Esta habitación es mucho más grande que la actual, aunque no le quita lo humilde. Nada más tiene una cama King size, cortinas blancas, varios cuadros de flores colgados en las paredes, algunos adornos de mariposas y colgantes de hojas artificiales que iban de un extremo a otro. Si he de mencionar mi armario, también es humilde, es la mitad de grande del baño de mi apartamento.

Guao, qué humilde era la Lúa de hace un año.

—Mira, mami, mira— Ra llama mi atención saliendo del armario con un peluche en manos que no tiene nada de normal. Este es un lobo de pelaje gris con blanco en el medio —¡Graf! ¡Un lobo!

No puede ser, recuerdo que cuando era niña me gustaban mucho. Ese peluche fue un regalo de mi mamá cuando tenía cinco.

—¿Te gusta?— me pongo de cuclillas, viendo al pequeño abrazándolo con cariño.

—Chí— lo abraza más.

—Recuerdo que hubo un tiempo en que este peluche me gustaba mucho, pero como todos, al crecer, lo dejé de lado— además de que al ser una niña mimada, tuve un montón de peluches y juguetes. Gracias a esto, no tuve la oportunidad de apreciarlos por separado —Creo que tú le darás mejor atención que lo que yo pude darle— le acaricio la mejilla —Jum, veo que desde siempre tuve una conexión con ustedes los lobos.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.