Ahora tengo una familia lobuna, ¿qué será lo siguiente?

Cuestión de perspectiva

Capítulo 24: Cuestión de perspectiva

Desde el principio de los tiempos, las personas hemos tenido un concepto distinto sobre lo que es la perfección.

Según la definición de la palabra, es aquello que carece de falencias o defectos; que no posee ningún error.

Por lo que la pregunta radica en si de verdad existe.

Los humanos estamos llenos de defectos, tal vez por eso seamos tan juiciosos a la hora de catalogar algo como «perfecto».

Las estrellas que brillan en el cielo, el sol que nos arropa con su calor, y el océano que cubre nuestro planeta. Esos elementos, ¿también son imperfectos?

Algo que no cambia, o que lo hace muy poco, ¿tampoco es perfecto?

Con las palabras de Pato en mente, abrí el armario y saqué un atuendo sencillo que combine con cualquier sitio al que vaya.

Cabe destacar que me volví un uno queriendo descifrar a qué lugar íbamos, todo habría sido mejor si la chica no se las hubiera dado en misteriosa.

A ver, me puse una camiseta negra junto a un pantalón de tela color crema. En los pies elegí unos tenis blancos.

—Me parece genial que estés aquí— me dice Pato, mientras vamos en el taxi. Ella me abraza como si horas antes no le hubiera tenido que rogar para que me trajera consigo.

La chica tiene su chaqueta de cuero por encima de un top rojo. Ella lleva unos pantalones cortos y negros, junto a unas botas del mismo color; de esas que traen cordones y llegan hasta un poquito más arriba del talón.

—Sí, claro— por más que vine para calmar mi aburrimiento, todavía me siento indignada.

—No me digas que sigues molesta— me abraza más fuerte frotando su cabeza contra mi hombro —Vamos, Luna Lu. Tenía que asegurarme.

—Jum— abucheo mirando por la ventana —Tu otro grupo es tan genial que no querías que tu «chica linda» se mezcle con ellos.

—Ay, ¿pero qué dices?— me sacude con una intensidad que me hace temer por mi cuello —¡Te lo dije por tu bien!

—Jum— repito cruzando los brazos.

Mi celular comienza a sonar. Yo lo saco de mi bolso, a la vez que Pato no se me despega. La persona que llama se trata de mi lobo precioso.

—¡Hola, amor!— hoy no me había llamado, a pesar de que ayer hablamos por una media de cuatro horas.

—Hey, masita. Oye, ¿cómo es eso de que papá te quitó al niño?

—Todavía lo estoy procesando— respiro profundo —Él se apareció con Rem y ya cuando se iba, dijo que se lo llevaría. Ra aceptó encantado.

Sin importar lo que Imri diga al respecto, siento que Ra ya no me quiere como antes. El lobito que conocí jamás se habría ido tan contento de mis brazos.

—Escuché que lo invitó a cazar— masculla ligeramente molesto —Oh, claro. Él se comporta horrible, dice un par de babosadas, y le sale eso como premio.

Pero si antes dijo que lo admiraba por ser directo, dizque por haber dicho lo que él y todos pensaban.

Estos lobos se contradicen demasiado.

Imri celoso es una cosa bárbara.

—Por lo menos Rem estaba contento.

—Tsh, claro que está contento— aay, sí está celoso —¿Y qué haces? Ahora te quedaste sola.

—Estoy con Pato, iremos a un lugar misterioso— espero que me guste —No te preocupes por mí, estoy bien.

—No lo estaba, pero ahora sí.

Me parece increíble lo mucho que desconfía de ella. Todavía no supera que lo haya emborrachado. También a Rem, y bueno, no olvidemos a Onil.

Dios mío, Patria.

P-Pero, ¡eh! Ella no los obligó.

—Tranquilo— me pregunto si Pato lo escuchó. A pesar de que ella está recargada en mi hombro, su atención recae en su celular —Amor, ¿cuándo vuelves? Detesto tenerte lejos por mucho tiempo.

—Tengo planeado irme mañana, aunque con Ra aquí... Dime qué fue lo que te dijo el alfa antes de traerlo para acá.

—Dijo que Ra necesitaba gastar energía y que en el apartamento no podía hacerlo— es probable que tenga razón, el bosque es más seguro a la hora de correr y hacer cosas temerarias.

Aunque, como siempre, me hubiese encantado que me preguntara por mi opinión antes de llevárselo sin más. A veces, no ser la madre biológica del pequeño me hace sentir como un cero a la izquierda frente a la familia de Imri, más cuando ellos tienen una norma bien sólida de convivencia.

No soy un lobo; ellos también deberían adaptarse a mí tal y como yo intento hacerlo con su cultura.

—Entiendo— suspira —¿Te molesta si lo dejo aquí por un par de días?— al menos al padre del niño le interesa saber lo que pienso.

—Sí, me parece bien— soy consciente de que Ra necesita estar al aire libre, compartiendo con los demás cachorros y desarrollándose como lobo. Lo único que pido es que no me dejen de lado.

—Bueno, te dejo. Iré a hacerle un par de preguntitas a mi hermanito.

¿Y ese tono?

—No me digas que están todos contra uno— me imagino a los lobos mayores confabulados entre ellos —Oye, recuerden que la cosa es con Emre. Dejen a mi lindo hermano postizo en paz.

Porque sí, se ha ganado mi cariño. ¿Cómo no querer a ese revoltoso?

Coff, Masita, no sé qué pasa. Se pierde la línea, coff— juraría que está haciendo ese sonido de interferencia con la boca —Coff, creo que tendré que cerrar. Va y se daña el cel, cooff, cooff.

Colgó.

Imri me acaba de colgar.

¡Le quitaré el celular!

—¿La ternurita estaba en tu casa?— me pregunta Pato luego de percatarse de que dejé de hablar, o mejor dicho, que me dejaron de hablar porque me colgaron con la peor excusa del mundo —Quedamos en salir, pero si no se ha puesto en contacto conmigo es porque no le interesa.

—¿Salir, cómo?

—Lo veo como un chico de campo que llega a la ciudad, no sabe nada— se burla con una sonrisa —Ese tipo de salidas. Ya lo dije antes, él no me interesa de otro modo; no lo llamaría «ternurita» si no fuera verdad lo que estoy diciendo.




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