Capítulo 33.5 EXTRA
Los niños son seres moldeables, ellos suelen copiar todo lo que ven a su alrededor. Tal vez por eso, Imri y yo nos vemos envueltos en el dilema de qué tan bien se sentiría Ra al crecer en dos lugares distintos.
He leído por ahí que los expertos recomiendan proporcionarles constancia a los niños en los lugares en donde están, por constancia me refiero a que por lo menos las reglas y hábitos de ambos sitios deben ser similares.
El bosque y la ciudad son distintos; pero, el mismo bosque y las manadas que habitan allí tienen costumbres que distan mucho entre sí.
Las gemelas de Fabio, desde que tienen memoria, se han tenido que desplazar de una manada a otra, debido al acuerdo al que llegaron sus padres cuando su relación se fue al demonio.
«Esta semana conmigo, la siguiente contigo».
Por más que al hombre le desagrade que sus hijas convivan con el «infeliz» que, desde su perspectiva, le robó a su familia; Fabio no tuvo de otra que aceptar. Después de todo, Lana no descansaría hasta reclamar el derecho de las niñas, y él menos.
El desplazamiento de una manada a otra culminaría cuando las pequeñas cumplieran quince, a esa edad tendrían que elegir a cuál manada pertenecer.
Si a la del alfa Jarib, o al de mi suegris Emre.
Lana era una loba de Emre que decidió abandonar su manada original luego de ser descubierta teniendo una aventura con un lobo de Jarib. La mujer no vio conveniente compartir el mismo espacio que el ex que previamente engañó, tampoco soportaría el desprecio de todos, salvo excepciones.
Por lo que, pidió el consentimiento de Emre y se marchó pese a que no estaba dentro de sus planes pertenecer a otra manada; menos a una que tenía un comportamiento radical, basándose en creencias que nunca se le fueron inculcadas en su niñez.
Digamos que a los alfas Emre y Ariangely, no le importan en absoluto esas cosas. A diferencia de los alfas Jarib y Bismar, quienes están declarados como la manada más espiritual de todas.
Es tipo:
Alfa Bismar: Anya, ¿qué tal si hacemos un festival celebrando la primera luna del año, para rendirle cuentas a nuestros ancestros sobre lo que hicimos en el transcurso del viejo, de modo que podamos reconectar con nuestras raíces?
Mi suegris linda: Meh.
Por cierto, a Anya; la hermana mayor de Imri a la que él denomina «cabezona», le fue puesto ese nombre porque es una abreviación de Ariangely. El alfa Emre desde que nació, decidió nombrarla de la misma forma que de cariño llamaban a su esposa.
Y no, no se pronuncia «Ania», sino así como se lee.
—¿Me agarran a la niña un rato?— Fabio llegó a su manada. Antes de irse a buscar a Lino, tenía que dejar a Lina con alguien que estuviera cuidando a los lobeznos en ese momento. Le pareció raro no ver a Larimar, la mujer suele asemejarse a una gallina con un montón de pollitos detrás de ella. Al no verla, optó por hablarles a Aria y Zafiro.
La primera es hermana de Imri; alguien menor que él. Tiene el cabello negro y largo hasta la cintura, los ojos cafés; un poco rasgados y un gran número de lunares en el pecho y hombros. Me he dado cuenta de que los mechones grises son más comunes entre los hombres. Las únicas mujeres que he visto con el cabello así, han sido Larimar y Anya.
Mientras, la segunda, Zafiro; es una loba con la que no comparte vínculos sanguíneos. Ella es de baja estatura y cara redonda, su cabello es corto por los hombros y castaño. Posee unos ojos bastante oscuros, le creo si dice que son negros.
—Claro— contesta mi cuñada extendiendo los brazos y colocándola en su regazo. Ambas están sentadas en la hierba, haciendo collares con materiales que les habían regalado los lobos que se la pasan en la ciudad.
Mientras más cerca esté del bosque, mayores son las probabilidades de interactuar con un lobo que se haga pasar por humano en mi día a día. Lo grande es que no sabré que se trate de uno a menos que se transforme o lo comente, detalle que no tengo idea de qué tan plausible es.
Ellos son bien indiscretos.
—Oh, pero qué linda. ¿Quién te peinó?— le pregunta Zafiro a punto de tocarle mi obra maestra.
—¡Ah!— otra cosa se une a la lista de lo que le desagrada a Lina: a la niña no le gusta que le toquen el cabello a menos que no la estén peinando, y no todo el mundo puede hacerlo tampoco.
¿Debería sentirme honrada?
—¿Qué pasa?— Zafiro parpadea varias veces sin entender el motivo de su reacción.
«Ash, ¿dónde estará Larimar cuando la necesito?», pensó Fabio, y es que ella es de las que conocen las exigencias de su hija.
—No se asusten, pasa que grita cuando algo no le gusta— explica echando un suspiro —Pregúntenle por todo antes. Ya me voy— besa la frente de Lina, poniéndose de cuclillas frente a ella —Cariño, vuelvo en un rato. Sé que te gusta Larimar, pero no seas imposible con ellas, ¿sí?
—Papi— antes de que Fabio se levantara, ella le agarró el reborde de su abrigo. Mirándolo con las cejas bajas —No seas malo con mi mami.
Las niñas no entendían el contexto de sus discusiones, a penas eran bebés de meses cuando todo sucedió, por lo que desde que tenían conciencia, se la pasaban escuchando a sus papás peleando por miles de cosas. Eran demasiado pequeñas como para explicarles que el matrimonio se había roto por culpa de una infidelidad.
Fabio no la soportaba en lo más mínimo, lo que complicaban sus interacciones.
El hombre no respondió a su petición, él se puso de pie acariciándole la mejilla para luego dar media vuelta y marcharse. Como sabía a lo que iba, Fabio le pidió a dos lobos que lo acompañen hasta allá y que lo respaldaran por si algo raro pasaba.
Los tres caminaron por el bosque, ellos no cambiaron a su forma lobuna, por lo que se demoraron más en llegar al territorio del alfa Jarib. Al entrar, Fabio les mintió a los lobos que hacían guardia diciéndoles que iba de paso y que quería decirle algo a su hija. Con ese argumento lo dejaron pasar, ya que no podían negarle el derecho de verla.