Ahora tengo una familia lobuna, ¿qué será lo siguiente?

Te lo cuenta Lúa #3

Capítulo 36: Te lo cuenta Lúa #3

En las otras dos ocasiones en las que serví como narradora, los eventos que conté tenían su tiempo de haber transcurrido. Este, a diferencia de los demás, apenas sucedió hace una semana, aproximadamente.

Digamos que sin importar qué tan únicos nos sintamos, el mundo continúa girando y las personas a nuestro alrededor, tienen una vida aparte. Los lobos también son así, mientras me la paso atendiendo mis cosas bien mundanas de humana, en mi segunda familia andan metidos en sus asuntos de lobos.

En especial, mi suegris.

Como alfa, ella se tiene que encargar del equilibrio en la manada. Mientras que Emre se ocupa de guiarlos, Ariangely debe asegurarse de que todo se haga como debe hacerse.

Las alfas suelen reunirse de vez en cuando para compartir un rato. En sus reuniones comen y beben mientras hablan de los logros de sus manadas. A simple vista pareciera una plática agradable entre amigas, pero no podría estar más lejos de la realidad.

Ellas aprovechan la estancia para presumirse un montón de cosas y lanzarse miles de comentarios con doble sentido.

Mientras que por dentro son lobas competitivas, por fuera demuestran todo lo contrario. El sueño de cada alfa es uno en particular: que su manada esté por encima de las demás.

Pero claro, no es algo que se grite a los cuatro vientos.

—¿Le gusta?

La suegris se encontraba en uno de los tantos lugares del bosque, ella se preparaba para asistir a la reunión que se llevaría a cabo al atardecer. Su plan era lucir bonita como siempre, sin ninguna huella de imperfección en su rostro.

—Me encanta— sonrió mirándose el moño trenzado que una de las lobas le tejió frente al espejo. Ella lo adornó con flores, y en la parte superior, le colocó un broche con piedras larimar que Emre le dio un par de años atrás —Ahora mismo quisiera comerte a besos— le dio varios en el rostro.

La loba se trataba de Arissa, una joven chica que no compartía vínculos sanguíneos con la alfa. Ella es del tipo de persona que posee una mirada pasiva, junto a un largo cabello negro y lacio, da la impresión de ser una muchacha tranquila.

—Ay, no es para tanto— sonrió ruborizada.

—Por eso es que eres mi loba favorita, ¡te amo!

Su declaración sería tomada en serio si tan solo Ariangely no se lo dijera a todos.

—Alfa, una pregunta, ¿entonces al final la cosa sigue en pie?— cuestionó toqueándose la punta de los dedos —Me refiero a las personas que la acompañarán a su reunión.

Arissa le había pedido que la llevara consigo. A cualquier loba le llamaba la atención estar presente en una reunión de alfas. Para las normales, ella seis eran consideradas lo máximo.

Además, todos los chismes que saldrían de ahí, les servirían como entretenimiento por un tiempo.

—Cambio de opinión muy pocas veces, ya te dije que vendrías conmigo— contestó con todavía la vista en el espejo —Dime, cachorrita, ¿sabes maquillar?

—No mucho, tendría que llamar a Sonyej— otra loba más —Aunque usted no necesita maquillaje, ¡su belleza es la envidia de esas alfas criticonas! Es la más bonita de todas.

—Aun así, me gustaría retocarme un poco.

—Si es así, déjeme llamarla— se iba a levantar de la grama, pero volvió a su lugar cuando vio al perfecto dirigiéndose hacia donde estaban.

La chica no podía evitar que su corazón latiera fuerte cuando estaba cerca.

—Alfa— saludó el hombre poniéndose frente a su mamá, con una sonrisa en el rostro.

—¿En dónde has estado en los últimos días? Ven aquí— extiende los brazos para que él se ponga de cuclillas.

Ariangely lo tomó del cuello de su camisa y procedió a olfatearlo por todas partes para desagrado de Avys. La suegris, ni lenta ni perezosa, le olió hasta el alma para asegurarse de que su hijo no apestara a esa «cosa del mal», por palabras de ella.

—Le dije que lo dejaría, ¿por qué no me cree?— le preguntó con una mueca.

—A ver tu boca— acercó la nariz y nada, no había rastro de cigarrillo por ningún lado —Muy bien, bebé, así se hace.

—Ya no fumo, lo entendí muy bien— sabrá Dios cómo se deshaga del hedor a tabaco. Los sentidos de la suegris dan miedo de lo desarrollados que están, por lo que esconderle algo como eso, no debe ser tarea fácil —Tuve suficiente con que me rogara llorando que no lo hiciera— pues sus lágrimas no bastaron.

—Es que entiéndeme, me da miedo que tus pulmones se llenen de carbón— lo abrazó apoyando la cabeza en su pecho —No te quiero volver a ver con un cigarro nunca.

—Umh…— sí, ajá.

—Y dime, ¿dónde estabas?— volvió a preguntar, esto todavía abrazándolo.

Cada lobo tiene necesidades diferentes en cuanto a los alfas. Avys pertenece al grupo que demanda afecto físico por encima del promedio, y eso Ariangely lo sabe, por más que su hijo no lo expresara abiertamente. Puede que sus poderes maternos la ayude a darse cuenta de pequeños detalles que para los demás resultan imperceptibles.

—Estaba dando un par de vueltas por la ciudad, unos lobos me convencieron de ir a explorar la zona— bueno, no mentía.

El problema radica en qué tipo de vueltas estaba dando.

—¿De verdad?— distinto a otras alfas, Ariangely no veía mal que sus lobos salieran del bosque —¿Visitaste a Imri?

—Ah, no estaba por esos lados— le acarició el cabello —Lo tendré pendiente para la próxima.

—Oye, ¿cómo vas a la ciudad y no visitas a tu hermano? Eso está mal— claro que sí, muy mal ahí, cuñis mayor —Imri se deprime muy fácil, ahorita piensa que lo odias.

—Claro que no, él sabe que lo amo— sonrió viendo a Arissa —Oye, me regalaron un cupón para comer la cantidad de helado que quiera, ¿quieres ir esta noche??

—¿Lo dices en serio?— para la chica, era un sueño hecho realidad —Pues claro que…

—¿No me ibas a acompañar a mi reunión?— intervino la alfa con la ceja levantada.




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