Capítulo 44: ¿Bastan las lágrimas para cambiar el mundo? Las lágrimas; aquellas cristalinas y amargas lágrimas que alguna vez derramé, aquellas lágrimas que riegan las flores y, con la intensidad suficiente, destruyen hasta la más dura de las rocas. Mis lágrimas; las lágrimas del mundo.
Imri.
Ayer fue un día… raro.
Al principio, todo comenzó genial: nos estábamos preparando para ir a la casa de los suegros, hice mis pastelitos (muy ricos, por cierto), y me terminé de ganar al papá de Lúa.
Marien es pan comido, pero tenía mis dudas con Wilson.
Las cosas cambiaron cuando Avys me llamó y tuvimos que salir de la cena. Todavía ahí, el día seguía más o menos, hasta que Lúa y yo experimentamos nuestro primer choque de pensamientos.
¡Y justo antes de tener intimidad!
Sé que se espantó ante la idea de tener otro bebé, ¿cómo no darme cuenta si su reacción fue tan obvia? Hasta me cortó la calentura del modo más frívolo.
Quería conversarlo con ella con la seriedad que la situación requiere, pero acabé haciéndolo mientras nos preparábamos para tener relaciones.
¡¿En qué estaba pensando?!
Ahora no sé qué hacer.
—¿Te acuerdas cuando hablamos de los humanos y los bebés, en donde concluimos que los primeros eran complicados?— le pregunto a Fabio.
Ambos estamos sentados en la sombra de un árbol, frente a nosotros hay un grupo de cachorros jugando. Si Ra no fuera un lobezno agresivo, no dudaría en dejarlo socializar con los demás niños sin estar encima de él, pero hasta que aprenda a controlar sus impulsos, no lo puedo dejar sin supervisión adulta.
»Oye, Fabio— el hombre está en cualquier lugar menos en este. Tiene la mente lejos —¿Me estás escuchando?— no creo.
—No, no tengo una gemela favorita sin importar que pase más tiempo con Lina.
¿Qué?
—Eso no fue lo que te pregunté— refunfuño acostándome en el césped —¿A qué vino eso?
Él, en cambio, se encuentra sentado con la espalda apoyada en el tronco.
—¿Ah?— levanta las cejas —Hmm, disculpa. Estoy en otra cosa.
—¡Te estoy viendo, Ra!— advierto al ver que por poco le iba a jalar el cabello a su prima —¡Llámala por su nombre si quieres captar su atención!
Debería inducir su lenguaje. Él dice una que otra oración larga de vez en cuando, pero no es suficiente; sus habilidades sociales son mínimas.
Después de escucharme, el niño procede a repetir el nombre de su prima varias veces: «Magui», «Magui», «Magui». Lo hace hasta que ella atiende lo que le está enseñando.
—¿Qué fue lo que me preguntaste?— cuestiona Fabio.
—Quiero saber cómo está tu opinión sobre los humanos y los bebés, ¿todavía piensas igual que el otro día?
Lúa fue bastante clara desde el principio cuando dijo que los niños no eran para ella. Pese a tener a Ra, la mujer pensaba de esa manera.
Yo tampoco me imaginaba teniendo más hijos con otra que no fuera Eveling, pero ahora es distinto. De tan solo imaginarme con otro bebé, mi corazón se estremece y más si lo comparto con la mujer que amo.
—Fue cierto lo que dijiste, los humanos son complicados— baja las cejas —Ya no me llama la idea de «acelerarme» con eso de tener al varoncito.
Hmp.
Helena siempre me dio la impresión de no caerle bien las personas como nosotros, por eso me sorprendió saber que estaba teniendo una relación con Fabio.
Ella y Lúa discutieron; se escuchaban enojadas y, aunque no pude entender el motivo de su pelea, sé que tiene que ver con mi naturaleza.
—Fabio, ¿todo bien?— más que fuera de este mundo, lo noto un poco deprimido.
—Es que…— aprieta los labios —¡No sé qué quieren de mí!— se encoge apoyando la frente en sus rodillas —¡Me cuesta entender a los humanos! No importa lo mucho que me esfuerce, son un problema para mí. ¿Por qué no pueden ser más directos y ya? Es enodioso.
¿Enodioso?
Ha de ser una de sus palabras inventadas.
—¿Pasó algo entre Helena y tú?
¿Y si, además de pelear por mi naturaleza, discutieron por lo suyo con la mujer?
Sea como sea, mejor evito mencionarle la disputa. Va y mi masita termina embarrada.
—Nosotros estábamos bien y de la nada, ya no— suspira —Como todas las mañanas, fui a su casa para acompañarla a llevar a Army para la guardería. Pero me topé con que ella la había mandado con su abuela y no se le veía interesada en verme, prácticamente me corrió con su mala actitud.
Espera, ¿él sale del bosque todas las mañanas para verla?
Ay, no puede ser. Que no me diga que le romperán el corazón de nuevo.
—¿Y qué te dijo?
—Dime algo para ver si no entendí mal: si una mujer, la cual está acostumbrada a que un hombre la acompañe todos los días a llevar a su hija a la guardería, te dice «ya no creo que sea necesario que vengas», ¿qué piensas al respecto? ¿Qué crees que quiso decir?
No le romperá el corazón, ya lo hizo.
—Fabio…
¿Cómo decirle?
—Jum, desde ahora en adelante me pienso centrar en las dos únicas mujeres de mi vida: mis hijas— suspira —Me declaro fuera del amor. No vale la pena.
—Lo siento— me siento y le toco el hombro, quisiera levantarle el ánimo con lo que sea.
—Lo peor de todo es que me había encariñado con la niña— ellos son los que más sufren en una situación así —Imri, ni se te ocurra quitarle el niño a la ogra si es que en el futuro terminan. Te juro que seremos enemigos si lo haces, esto no se siente bien.
—Jamás lo haría.
—Bien, porque se siente horrible— suena la nariz —¿Sabes? A escondidas de Helena, ella un día me preguntó si sería su papá; me dijo que el verdadero no la quería.
—¿Y qué le respondiste?
—Nada, solo le sonreí— por lo menos no la ilusionó con algo incierto —Espero que esté bien, siento que Helena no me dejará verla una vez que termine oficialmente conmigo.