Capítulo 46: Debajo del tapete
El mundo está lleno de reglas; unas muy buenas y otras bien malas dependiendo del contexto. El punto es que, según lo que diga cada quien, muchos opinan que las mismas se hicieron para romperse.
Yo, personalmente, y por más incongruente que suene debido a mi amplio historial de desobediencias, no opino lo mismo.
Las reglas son tan necesarias como el amanecer. Porque, ¿qué fuera del mundo sin ellas?
Una completa anarquía.
Ahora bien, el problema radica cuando las reglas son demasiado radicales como para seguirlas todas. Más cuando la persona que las implementa posee una personalidad no muy linda que digamos.
¿Es creíble si digo que no estoy sorprendida?
Antes de decir mis razones, iré desde el principio:
Regresé con mi hermano después de que unas chicas me dijeran que mi «querido» suegro se encontraba fuera de su territorio. El plan era esperarlo para poder platicar de lo sucedido en mi apartamento.
En donde, por cierto, fue donde me puso límites por primera vez.
No olvidar ese detalle.
La cosa es que Anya (o la cabezona, como le dice Imri), se acercó a mí con una cara de horror. Ella me contó todo lo que pasaba, insistiendo en lo riguroso que era ser juzgado por el alfa y que tal actividad no podía ser interrumpida por nadie debido a los resultados contraproducentes que traería.
Regla de manadas: los juicios deben manejarse con sumo respeto, y nadie más que el alfa puede hablar si este no se lo indica. No se toleran las interrupciones.
Acaté la advertencia de mi cuñada hasta que no lo hice, y es que, ¿cómo no meterme luego de escuchar la conclusión del alfa?
Además, ¿por qué meterme es la palabra que estoy utilizando? Se supone que yo debía estar ahí junto a Imri mientras que el alfa llegaba a un veredicto. ¡No meterme!
Pero no, no fue así.
¡Todo este tiempo no he sido más que la novia de Imri! Ahora se acaban de confirmar todas mis inseguridades, para ellos no significo nada como figura materna de Ra.
¿Me han de ver como una jodida niñera? ¡Es lo más probable!
Creí que Larimar y yo habíamos avanzado un poco por la pequeña conversación que tuvimos; no pude ser más ingenua. Es complicado arreglar una enemistad que ya va medio año en lo mismo.
No obstante, eso que dijo:
«Me conformo con tener al niño los fines de semana. Él puede estar con ellos los demás días».
Me tomó desprevenida, lo admito.
¿Será que, a diferencia de Emre, quien mínimo estaba enojado, ella se apiadó de mi súplica y la entendió?
¿Será que...? No. ¿Qué estoy diciendo? Ella jugó sucio al involucrar al alfa en esto cuando pudimos conversarlo.
Desde que reflexioné sobre mi relación con Ra, me siento más abierta en debatir sobre la situación del niño. No digo que me alegre tener que lidiar con ella como si fuéramos un par de divorciadas con un pequeño en común, pero comienzo a comprender su relación con él.
¡Pero una cosa es lo que yo piense después de estar más iluminada cada día, y otra lo que otros piensen!
Y lo que más me deprime, más que enojarme, es que Imri no me defendió.
Sí, sé que en la manada hay reglas y no se podía hacer una escena frente al alfa. Que conste que lo pensé, pero recapacité a tiempo. Siento que él me hubiera quitado al niño de hacerlo.
No obstante, por el tiempo que llevo conociendo a Imri, sé muy bien que él no es alguien para nada sumiso.
El hombre puede dar esa impresión, pero una cosa es que lo sea. Por favor, él fue capaz de desafiar a la máxima autoridad de su manada con tal de largarse, además, siempre hace lo que se le da la gana, por más que su cara de santo haga creer que no.
No hay que malinterpretarme, tampoco es que haya querido que se pusiera de tú a tú contra el alfa. Solo... me habría bastado que defendiera mi posición en la vida de Ra.
El que no hiciera nada, me hace pensar que también me ve como su novia y nada más, pese a todas las veces en las que me ha dicho que soy la mamá del niño.
¿Imri...? ¿Se imagina casado conmigo?
Ni siquiera soy capaz de decirle «te amo» con todas sus letras.
El hombre me pudo haber dicho que todo estaba bien, pero vamos, yo no lo estaría si mi novio tuviera problemas con expresar tales palabras; cosa que no sucede por lo afectivo que es.
Yo amo a Ra, él es mi vida. ¡No soy una presencia pasajera y no me limito a ser la pareja de su papá!
¡Soy su Marien!
Mis dudas fueron resueltas. Pato tenía razón cuando dijo que debía reclamar mi posición como la mamá del niño. El problema radica en que, tal y como le dije, no es tan simple.
Y ahora, mis razones de por qué no me sorprende la actitud del alfa hacia mí:
Recuerdo que mi relación con Onil empeoró cuando me empecé a meter en sus asuntos con Imri. El hombre comenzó a comportarse frío conmigo tras sentir que rompía su espacio, y es que lo admito, no me acerqué a él del modo correcto y actué de forma invasiva.
¿A qué voy con esto?
¡Emre me trató demasiado horrible como para nada más tratarse de un juicio por la custodia de Ra! Ni siquiera estaba interesado en escucharme, ¡se cerró completamente!
Me preguntaba de dónde Onil había sacado su personalidad, pero con esto que pasó, ya tengo la respuesta.
El alfa me está poniendo límites, recalcando que debo aprender la normativa de la manada, porque claro, se quiere asegurar de que siga sus órdenes.
¡Es obvio!
Y ahora, me encuentro escuchando a Marina, mientras que mis ganas de irme están al millón. Hasta se me quitó el deseo de pasar Año nuevo aquí.
¡No quiero nada!
—Bueno, terminamos la clase por hoy— me dice mi cuñada. Ni siquiera llevamos veinte minutos en esto —Sucede que tengo cosas qué hacer. Si vienes mañana, prometo enseñarte un millón de cosas— levanta ambos pulgares.