Capítulo 49: La persona de mi corazón
Dicen que la muerte es lo más seguro que se tiene, pero no lo es la forma en la que vas a morir.
Incluso las personas que agonizan por una enfermedad terminal tienen, aunque sea, la pequeña probabilidad de morir por otras causas. Dígase por un accidente automovilístico, intoxicado, ¡o hasta ahogándose con un grano de arroz!
La probabilidad está ahí.
Un día estamos, al otro no. Es interesante cómo el tiempo pasa más rápido después de la muerte de un ser querido. Es como si los días se trataran de simplemente una sucesión de horas que de alguna forma perdieron un poco de su encanto.
Ahora bien, ¿cuándo se supone que morimos? Recuerdo haber escuchado que la muerte se declara cuando ya no hay actividad cerebral, por más que el corazón no haya parado de latir. Sin embargo, desde el punto de vista espiritual es distinto.
Alguien que ya no es él mismo, que no tiene aquello denominado consciencia y solo es un ser que vaga sin un rumbo fijo, sin recordar nada de lo que antes fue, ¿se puede decir que está muerto? Su identidad se marchó; su espíritu, como tal, ya no está.
El cuerpo sigue con vida, pero el individuo, como tal, murió.
¿O no...?
Ahora mismo no tengo la respuesta, yo solo... No sé qué pensar al respecto.
Tuve el impulso de correr al baño y sofocar las ganas que tenía de llorar mientras Onil se encontraba presente, cosa que no hice para evitar asustarlo. De tan solo ver su reacción al pensar que me refería a Imri, me queda claro lo devastado que estará cuando se entere.
Tuve que disimular hasta su partida.
Se supone que estaba enojada con Emre, pero ahora... ¿cómo estarlo? ¡Hay una gran posibilidad de que él tenga esa enfermedad toda rara y la haya estado ocultando porque a ellos les da miedo! ¡¿Cómo podría actuar normal después de eso?!
Yo... ¡Es Emre! Él es el suegris. Además, ¿qué pasará con Imri? Ellos tienen mucho que compartir, es lo que he querido desde que conocí su situación, ¡no es justo que ahora que dieron un gran paso, él...!
¡No, no lo acepto!
Nada más hay que ver a Imri, durmiendo como ángel en la silla, sin tener idea de que su papá... ni siquiera soy capaz de decirlo.
Primero me entero de la existencia de lobos que pueden adoptar una forma humanoide, y ahora me vienen con la noticia de que existe una enfermedad así de horrenda.
De tan solo pensar en un día en que Imri o Ra se transformen una última vez...
Me quedé echa bolita en el suelo mientras él dormía con todo su cuerpo inclinado hacia el brazo de la silla. Ra es otro que se encuentra en su mundo sin tener idea de lo que está pasando.
Nadie sabe nada, solo yo.
—Umm— Imri aprieta los ojos. Él se acomoda poco a poco en la silla, estirando los brazos después de abandonar aquella posición tan exótica que tenía —¿Huh? ¿Qué haces ahí?— me pregunta echando un bostezo. Él camina hacia mí poniéndose de cuclillas frente a mis narices —Ni siquiera me di cuenta de cuándo me dormí. Tus manos son mágicas— sonríe apretándome la mejilla, pero borra su sonrisa al ver la cara que cargo —¿Qué pasa? ¿Sucedió algo mientras dormía?– está moviendo la nariz, le ha de haber llegado el aroma de su hermano.
No puedo contarle nada hasta hablar con Emre y convencerlo de que se deje de secretos. No está en mí revelar algo tan importante, por más que Imri se enoje conmigo por no decirle.
—Eh, no— espero que me crea, él me conoce demasiado —Onil vino a verte, quería compartir contigo según palabras suyas. No te preocupes, él no sabe nada por lo que pude ver.
—Entiendo— vamos, que me crea. Saber lo bueno que es descubriéndome, empeora mi actuación —¿Estás segura de que no pasa nada?— sí, está dudando. Era de esperar —Siempre que te encoges así, es porque pasa algo malo.
¿Eh? No me había dado cuenta de eso.
—¿De qué hablas?— le tomo del rostro dándole un par de besos —Todo está bien. Bueno, si dejamos de lado el tema de tu hermano.
—Hmm.
De repente, Imri se levanta cargándome en sus brazos. Me asombra lo liviana que soy para él, me recogió del suelo como si fuera una pluma.
»Sea como sea, no me gusta cuando te haces oruga en el suelo. Sin importar que digas que todo está bien, me hace temer porque no— suspira con dirección hacia dentro —¡Ra!, a la cama, andando— llama al niño con cierta seriedad.
Él siempre suele protestar cuando llega la hora de dormir, pero me imagino que ver el lado firme de su papá provocó que se transformara y nos siguiera sin rechistar.
Ra es bien perceptivo. El niño nos mira fijamente a los ojos y con base a la expresión que tengamos decide cómo actuar. ¿Será por el instinto que tienen de seguir al alfa?
—Mami, Año nuevo manana— me dice Ra mientras que su papá lo está cambiando.
Primero me bañé yo y luego ellos. Ahora mismo estamos en la cama. Imri le está poniendo uno de sus lindos mamelucos para dormir. Este consiste en uno crema con estampados de ositos marrones.
Había repetido tantas veces que mañana sería Año Nuevo que él terminó aprendiéndose esa frase.
»Manana, manana, manana— repite sacudiendo los pies. El pequeño se encuentra bocarriba.
—Ra, estate quieto— le dice Imri intentando entrarle la ropa.
Se suponía que mañana sería un gran día; después de todo, sería mi primer Año Nuevo con los lobos. Sin embargo, pensar en la enorme posibilidad de que el suegris esté pasando por una enfermedad degenerativa me quitó todos los ánimos.
¿Por cuánto tiempo podré fingir que las cosas andan normal?
»Listo— suspira acostándose en la cama. Apagando la luz antes de.
La habitación se encuentra bastante oscura por la temporada invernal, en donde el día dura menos, pero el calor sigue igual de intenso. Un extranjero encontraría ilógico que se encienda el aire acondicionado en pleno invierno.
—Papa, arriba ti— Ra gatea hacia él —Dormi' arriba ti.