Ahora tengo una familia lobuna, ¿qué será lo siguiente?

La ilusión de importarte

Capítulo 65: La ilusión de importarte

«Hey, la cantidad de favores que me debes es directamente proporcional al número de días que te quedaste a vivir conmigo».

«¿Qué quieres?»

«Quiero que me lleves al bosque. No puedo ir sola, ya sabes cómo son los lobos».

«Lo siento, pero no va a ser posible. Estoy en la capital :D».

Esa fue toda mi conversación con Fei. Él no cambiará, nunca está disponible cuando lo necesito.

Mi bebé está enfermo. Imri no fue específico, pero imagino que debe tratarse de un resfriado común; no estuviera tan calmado de no ser así. Ahora bien, puede ser la gripe más inofensiva del mundo y de todos modos me gustaría estar con él, aunque sea para apapacharlo.

Lo extraño.

—Qué grande es mi cama— susurro encima de ella. Agito las extremidades como si estuviera haciendo un ángel de nieve —Tengo frío— digo mirando el techo.

Mi habitación no puede lucir más solitaria. No están los carritos en el medio, mucho menos los peluches e Imri no está acostado en una esquina, usando el celular como si no hubiera un mañana.

Sintiendo pena por Pato, a quien dejé abandonada allá afuera, salgo a la sala en su busca. Algo me llamó la atención, y es que ella está caminando de un lado a otro con bastante nerviosismo.

—¡L-Lúa!– se espanta al verme —Me asustaste— lo peor es su risita.

¿Qué sucede?

—¿Y por qué?— no le veo mi celular. No recuerdo haberle colgado a Imri —Disculpa por irme así— lo busco con la mirada —Me chocó saber que Ra está enfermo.

—D-Descuida— titubea con una enorme sonrisa. En serio, es gigante —Mira, tu celular— se lo saca del bolsillo y me lo pasa.

Su actitud me resulta sospechosa. Algo hizo para actuar así, la conozco.

—No entiendo cómo Imri se dejó coger el celular de aquel sujeto— reviso el buzón de llamadas. El hombre y yo conversamos por, a lo mucho: cinco minutos. De extenderse más de ahí, tendría razones para pensar que ellos dos se quedaron hablando —Me pregunto quién será. No lo conozco.

—¿Qué tanto haces, Lu?— cuestiona con los ojos grandes.

—Hmm, nada.

Once minutos con cincuenta segundos.

No, no tardamos todo ese tiempo.

—¿Nada, dices?— se muerde el labio inferior. Ella cayó en el mismo segundo que levanté la mirada y la vi a los ojos —¡Ay! ¡Es imposible ocultarte las cosas!— se tira en el sofá —¡Lo siento mucho, Lúa! ¡Entiendo que te enojes, pero debía hacer algo!

—¿Qué hiciste?— me acerco a ella. Como sea lo que pienso... —¡¿Qué hiciste, Patria?!

—Es que...— se cubre el rostro con ambas manos —Le hablé a Imri de mis sospechas.

¡¿Qué hizo qué diablos?!

—¡¿Cómo pudiste?!— grito con toda la furia del mundo —¡No tenías por qué hacerlo! ¡¿Con qué derecho?!

Estos días me han servido para pensar de sobra en mi relación. Estoy enojada con Imri, ¡bastante! No quiero hablar con él, por algo opté por no llamarle con todo el dolor de mi alma debido a Ra. ¡Hasta me fui del bosque, dejando a mi niño!

Yo no le importo en lo absoluto. Siempre soy yo la que se sacrifica, la que trata de entenderlo y la que hace todo lo posible para que esté bien, ¿pero qué hay con él? ¡Me abandona siempre que tiene la oportunidad! ¡A cada rato me resalta que es un lobo, pero nunca se para a pensar que soy una humana y que también tengo mi forma! ¡Dice que soy su mujer, pero ni siquiera me ve como parte de su familia!

¡Y esto es solo la superficie!

¡Gracias a él es que tengo parte de mi estrés! Porque me dolía verlo con el corazón destrozado por culpa de la enfermedad de su papá, ¿pero para qué? ¡Para que termine destrozando el mío!

No estoy dispuesta a sufrir de nuevo. ¡No puedo! ¡En definitiva, ahora soy yo la que pide tiempo!

—Perdóname, Lúa— me pide Pato cabizbaja. Está sonando la nariz —Admito que se lo dije para que viniera y arreglaran las cosas. No quiero verte triste.

¿Venir? Imri nunca movería un dedo y si lo hace, sería detrás del presunto bebé. Ni en un millón de años se atrevería a desafiar la autoridad de sus alfas por mí.

—Se supone que estás de mi lado— digo con los ojos enrojecidos —No debiste decirle nada.

—Lúa...— se pone de pie —Yo solo velo por tu bienestar. Es lo único que me importa— me rodea con los brazos —Lo siento mucho. Perdóname, por favor. Prometo no volver a hacer algo como esto. Jamás.

—No hay bebé, Pato. Y si lo hubiera, odiaría la idea— mi mentón está tambaleando —Si no lo quería antes, menos ahora que las cosas están tan mal. Yo elegí ser mamá de Ra, y si lo soy de alguien más es porque también quiero elegirlo.

—¿Pero y si lo estás?

No puedo afirmarlo, pero tampoco niego la posibilidad de que me dé depresión postparto.

—Me iré a dormir.

Ahora sí de verdad se me acabaron todas las energías.

—Lúa... ¿Me odias?

—No podría— echo un suspiro —Aunque eso no quita lo enojada que estoy contigo.

—¡Prometo recuperar toda tu confianza!— une ambas manos —¡Te quiero mucho, Luna Lu!

—Hum, yo también.

—Por cierto— me llama ya cuando estoy cerca del pasillo —Me iré a casa a buscar más ropa; entre otras cosas. Regresaré mañana. Quién sabe si Imri viene.

Sí, claro. Y yo me llamo Sol.

—Bien— me voy sin mirarla.

De nuevo siento el magnetismo de la cama atrayéndome. Debería quedarme aquí para siempre, nunca pasa nada malo cuando estoy en mi cuarto.

Si me pongo juiciosa, siempre que vamos al bosque terminamos discutiendo. Aquí somos la familia perfecta, pero desde que ponemos un pie allá, peleamos bastante.

¿Por qué?

—Ay, Pato. ¿Qué hiciste?— comento poniéndome bocarriba.

Imri no es mal padre. Él guarda un equilibrio entre ser cariñoso y estricto cuando es necesario. Posiblemente, quiera un bebé porque se perdió esa etapa y desea vivirla. No me he olvidado de la mirada que tenía cuando fuimos a la tienda; estaba maravillado por la idea de comprar toda esa ropa.




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