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Capítulo 71: Voluntad II
Emre prefería mantenerse en movimiento antes que lidiar con los miles de pensamientos que invadían su mente cuando estaba quieto. Después de cinco días en que sus lobos conocían su secreto, todo en el ambiente se percibía tranquilo. A él le aliviaba respirar paz en su manada, pero conocía a sus lobos, el que estuvieran bajo perfil le parecía aún más molesto que cuando se metían en problemas.
—Dime, ¿no has peleado con algún lobo?— le preguntó a Rem. Ellos estaban dando una caminata por su territorio, acompañados de seis lobos más.
De un momento a otro, Emre se convirtió en el más seguido del bosque. Por poco y no lo dejaban solo ni siquiera para ir al baño; temían que le pasara algo.
—Por supuesto que no— negó rápido. Le asombraba que en medio de una situación tan mala, él sospechara de su conducta.
—Hmp, con razón te noto tan inquieto— sonrió un poco —Y ustedes— miró a algunos de los lobos de ciudad —El territorio fue abierto hace tres días, ¿por qué no se han marchado?
—Fue hace cinco días, alfa— respondió Zaz. Un castaño que solía trabajar de bartender.
—Hm, sí, fue hace cinco días— se encogió de hombros.
—¿Cómo quiere que nos vayamos si se está olvidando de cosas tan sencillas?— lloriqueó otro lobo —No nos preocuparíamos si se tratara de otro lobo, pero usted, ¡usted! ¡Es capaz de recordar el día, mes y hora de cualquier evento!
Ese joven, Hanley, era de los más sensibles. No bien dijo eso cuando comenzó a llorar sin parar.
—Ya basta— refunfuñó Emre.
Por cosas como esas, no se arrepentía de haberles ocultado su estado. Sus lobos eran expresivos; la mayoría era incapaz de ocultarle lo que sentían, por lo que esos días que pasaron fue un desfile de llanto. Emre se sentía en una pesadilla.
—¿No has hablado con tu papá?
Ahora bien, los que no expresaban sus sentimientos, tomaban la decisión de cargar con ellos hasta el final; hiriéndose en el proceso.
—¿Hablar de qué?— cuestionó Avys. El hombre devoraba una manzana cuando su mamá se dirigió a él con los brazos cruzados.
Todos habían tenido una conversación con Emre menos Avys, el cual había mantenido distancia. Ariangely reprochaba su conducta fría, pero al mismo tiempo le preocupaba.
—¿Cómo que de qué?— le quitó la manzana para que le preste atención —Acepto que me trates como quieras, siguiendo el estúpido delirio de que te estoy traicionando, pero no acepto que seas pedante con tu papá.
—Él dijo que ya no sería mi alfa. Dudo que eso haya cambiado por más que me permitiera quedarme.
—No estoy hablando de tu alfa, hablo de tu padre.
—¿No es lo mismo?
—Avys...— apretó la manzana —¿Por qué estás siendo tan arrogante? Tú no eres así.
—Tsh. Él estará bien, ¿de acuerdo? No tengo nada de que hablar, no es como si fuera a morirse— desvió la mirada.
—¿Tienes idea de lo que representa el mal del lobo?
—Él estará bien— insistió —No seas dramática. Es papá, siempre está bien.
—Avys...— bajó las cejas. Ahí fue cuando se dio cuenta del motivo de su comportamiento —Hmp— se puso de cuclillas frente a él, extendiendo los brazos a su dirección —¿Quieres un abrazo?
—¿Y ahora por qué...?— le correspondió el gesto, apoyando la mejilla en su hombro.
—Tranquilo— le acarició el cabello.
Emre no era el único que presumía de conocer a cada uno de sus lobos, Ariangely también lo hacía. Muchos preferían dejarse llevar por la esperanza de que las cosas no fuesen como pensaban, y otros negaban su realidad.
***
—Me asombra que tuvieras ánimo para esto— le dijo la alfa.
Era de noche. En algunas horas, los alfas se reunirían con el resto para hacerles saber la noticia de su condición. Antes del encuentro, Emre se acercó a su esposa y con un beso en los labios, le propuso pasar el rato juntos.
—Estoy enfermo de la mente, no de otra cosa— protestó con la cabeza recostada en su regazo.
Las sábanas eran lo único que los cubría.
—No estás enfermo— arrugó la frente —Por favor, no digas eso.
—¿Sabes? Hoy fue un buen día. Nada más lloró la mitad de mis lobos— contestó sarcástico.
—Amor, debes entenderlos.
—Detesto que me miren con lástima. Además, mis lobos son fuertes. Odio verlos con la moral baja, ¿y si de ocurrir lo peor, no pueden defenderse? ¿Por qué se comportan así? Prefiero ver a Rem haciendo y deshaciendo con el bosque, que lloriqueando en una esquina.
Porque sí, en una ocasión lo encontró llorando a moco tendido. Lo peor fue la excusa que le dio cuando Emre lo llamó:
«Ah... Es que... Eh... me picó una abeja».
—Tus lobos son fuertes y siempre lo serán. Solo dales tiempo.
—Quisiera verlos como siempre— suspiró sentándose —Gracias por hacer el esfuerzo de mostrarte fuerte por mí. Lo valoro mucho.
—No es una tarea fácil, pero hago lo que puedo— entrelazó los brazos alrededor de su torso, apoyando la cara en su espalda —Te amo.
—Quiero que me prometas otra cosa— frunció el ceño. Recordando las palabras de su hermano —Este es tu hogar, no vayas a ningún otro lado. Si lo haces, todo lo que hice por ti no tendrá sentido.
—¿Y a dónde iría?— lo abrazó más fuerte —Me prometiste un gran territorio lleno de lobos y lo tengo. Después de todo lo que sacrificaste por nosotros, jamás abandonaría lo que me pertenece.
—Me parece bien— respiró profundo —Y Anya, una última cosa.
—Pídeme lo que quieras.
—No seas dura con nuestros lobos. Sé mordaz con los otros, pero no con los nuestros. Además, por favor respeta al próximo alfa. Obedece su palabra y si algún día no estás de acuerdo con sus decisiones, hazle saber tu opinión sin sonar rebelde.
—Pareciera que no hablaras de mi hijo.
—Él será más que tu hijo, será tu alfa. Hoy, él se reverencia ante ti, pero en el futuro será lo contrario.
—Hmp— no había pensado en eso.
Emre se separó de ella acomodándose en el suelo, —He llegado al límite. Si no me transformo ahora, comenzaré a sangrar frente a los demás— no podía darse el lujo de mostrarse enfermo —Seguimos hablando luego, te amo.