Ahora tengo una familia lobuna, ¿qué será lo siguiente?

Hasta que nos veamos de nuevo

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Capítulo 72: Hasta que nos veamos de nuevo

Cuatro meses después.

Las semanas pasaron. Aunque muchos lobos preferían negar que las cosas se estaban desmoronando; presenciar como la mente de una de las personas que más amaban se agrietaba, les bastaba para que tocaran tierra.

Emre no era el mismo. Su alfa se descompensaba a un ritmo demasiado rápido como para poder asimilarlo. Él casi no sonreía, su mirada firme se convirtió en una somnolienta y no le quedaban fuerzas para mantener su aspecto humanoide. El alfa se pasaba los días en su forma original, y solo en momentos cruciales, la cambiaba.

Sus recuerdos le parecían distorsionados. No era capaz de distinguir sus memorias una de otras. Todo era lo mismo, y al mismo tiempo no. Su cabeza la consideraba un profundo desastre. ¿Lo de ayer ocurrió hoy? ¿Hoy es mañana? No lo entendía. Solo los recuerdos más importantes luchaban por mantenerse a flote.

Si embargo...

—¿Dónde está Ariangely?— preguntó acostado. No reconocía su lugar de reposo —¡¿Quiénes demonios son ustedes?!

—Papá...— susurró Imri con los ojos llenos de lágrimas.

Hubo una vez en la que Emre no fue capaz de reconocer a sus hijos. Por más que los veía, no los asemejaba con las imágenes que veía en su mente. El hombre estaba metido en uno de esos trances en que se encontraba inmerso en sus recuerdos. Al principio solo lo hacía cuando dormía, pero llegó un punto en que sucedía aun estando despierto.

—Alfa, tiene que tranquilizarse. Por favor— suplicó Anya tratando de que volviera a acostarse —¡Míreme, soy yo!— insistió rodeándole las mejillas —¡Véame, por favor!

—¡Ariangely!— siguió llamándola sin parar.

Tanto Imri, Anya y algunos lobos más, trataron de que recuperara la compostura, pero ese fue uno de los días difíciles. Emre no los escuchaba, tampoco los veía sin importar que los tuviera enfrente. Era como si poseyera un pañuelo alrededor de sus ojos.

—¡Ya estoy aquí! ¡Ya llegué!— dijo ella. Emre se alivió desde que la vio. La alfa era la única que se veía igual. Él no mentía cuando dijo que su esposa no había cambiado nada con el paso del tiempo —¿Qué pasa, mi amor?— lo abrazó.

—¿Dónde están los niños, Ariangely?— preguntó por unos cachorros que ya no existían —¿Por qué siento que están en problemas? ¡¿Dónde están mis lobos?!

—E-Ellos están bien— su corazón se partía en pedazos cuando lo veía así —No temas. Están bien, ¿sí? Ahora debes hacerles caso a ellos— señaló a los lobos que lo asistían —Quieren lo mejor para ti.

Esa vez, Imri pensó que nunca más volvería a ser reconocido por su padre. Se suponía que las cosas andaban bien. Él se había disculpado por hacerle la ley del hielo; de tener más tiempo, ambos habrían reconectado de nuevo.

—Me dijeron que no te reconocí el otro día— le dijo un día antes de su partida —Perdón por eso.

—Descuide— contestó cabizbajo. No quería que su papá lo viera llorando.

—Imri...

Emre sentía que no le quedaba mucho tiempo antes de no volver a la normalidad. Por eso, planificó despedirse de sus lobos uno por uno, sin importar el desgaste físico que supondría eso. Después de todo, ni siquiera podía pararse de la cama con su aspecto humanoide.

—Papá— sollozó con los ojos enrojecidos —¿Por qué me llamó a mí primero?

—Quería disculparme nuevamente contigo. Ignoré a todos, pero contigo fui más cruel. Solo... estaba tan dolido porque te fuiste que ese sentimiento se transformó en enojo; sentimiento que proyecté cuando regresaste. Debo confesar que mi corazón se aligeró cuando te tuve enfrente de nuevo. Me alegré por tu regreso por más que no te lo haya demostrado.

—No tiene caso hablar de eso— colocó la mano encima de la suya —Yo... lo perdono. Nunca le he guardado el más mínimo resentimiento. Solo quería tener a mi papá... Solo quiero que se quede y-y la verdad, no me importaría que volviera a ignorarme si eso significa que se quedara con nosotros.

—Si pudiera devolver el tiempo, te habría abrazado en vez de tratarte como lo hice. Me habría encantado hacerlo.

—Puede hacerlo ahora— sonó la nariz —Y-Y lo podrá hacer siempre.

—No, Imri, sabes que no— ahí estaba la sangre de nuevo, apareciendo en el momento menos oportuno como siempre —No me queda mucho tiempo.

—No diga eso.

—Quiero que sepas que estoy orgulloso de ti. Eres un lobo fuerte, tal y como siempre quise. Estoy seguro de que tendrás una buena vida, y donde sea que esté, ten por seguro que velaré por tu felicidad. Por favor, dile a mi nieto que lo amo; que su abuelo siempre lo amó.

—Papá, por favor...

—Esa chica, Lúa. Espero que sean felices, aunque no descuides el bosque. ¿Bien?

—Papá...

No pudo contenerse más. Imri comenzó a llorar abrazando a su papá con fuerza, con la ilusión de que no le pasaría nada siempre y cuando no lo soltara.

»R-Ra se está convirtiendo en un malcriado, necesitará ser educado por usted. Siempre ha funcionado así. Por favor, resista— dijo entre lágrimas —Perdón si no he sido el mejor hijo, perdón por mis arrebatos cuando era más joven y por lo mal hablado que era. Perdón por haber escapado... ¡Perdón por nunca entenderlo!

—No tienes que disculparte, pero te perdono si eso hace que en el futuro no te sientas culpable. Sé lo tontos que somos cuando se nos muere alguien, buscando miles de razones para culparnos— sonrió —Eres la mejor versión que me pudiste dar. Te amo, y eso nunca cambiará. Me siento feliz de que hayas sido mi lobo.

«Me siento feliz de que hayas sido mi lobo», esa fue la frase que le dijo a todos.

Emre esperó a que Imri sacara todas sus lágrimas y se sintiera listo para darle su lugar a otro. Él dispuso ese día para despedirse de todos sin excepción alguna.

—¿No me piensas dar la cara aún en mi despedida?— cuestionó al mayor de sus hijos.

Avys no le daba la espalda, pero tampoco lo miraba de frente. Él se ubicaba de lado, sin ninguna intención de verlo.




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