Al día siguiente, supe que no podía permitirme seguir sufriendo y lamentándome sin cambiar mi realidad. Simplemente no podía.
Yo era la causante de la preocupación de mi familia y me negaba a dejar que esto los afectara más, cuando el reto debía llevármelo yo.
Después de que Devbah me despertara, salí de la cama y me duché, arreglándome sin tener en mente algún lugar al cual debía mimetizarme. Aún no tenía la valentía de afrontar a mi padre, pero podía estudiar para el examen que debía dar luego. Quería confiar en que Ahren seguía siendo un ignorante, para eso iba a actuar como llevaba haciendo.
Tomé el libro universal número cinco y recordar el consejo de los libros físicos me recordó tanto a papá como a la situación incómoda con el Príncipe.
Papá…
Cerré mis ojos con cierta frustración y tristeza.
Era el que estaba más enojado conmigo. Le había defraudado después de que él se esmeró tanto en protegerme. Pero de alguna manera, yo también estaba dolida con él; aunque supiera que era egoísta de mi parte, así que luché por ocultar esa sensación en el fondo de mi pecho.
Mamá llegó una hora después a mi habitación. Me tocaba ayudarle en el desayuno. Aparté el libro y bajé con ella. Me dirigí a los muebles hechos de mármol en busca de los utensilios para el té y para comer lo que hoy sería una tarta con bellerhi.
No hablé más que para dar un “bien” de vez en cuando, cada vez que mamá me preguntaba cómo olía.
—¿Puedes ir a buscar un poco de especias dulces?
—¿Alenio y hojas de zerr?
Una sonrisa iluminó su rostro y me abrazó de lado, besando mi cabeza repetidas beses.
—No sabes lo feliz que me hace cuando no olvidas cosas como esas.
Reí con suavidad, aún sin poder quitarme la tristeza de encima, y, cuando me soltó, fui al jardín.
Justo en la zona trasera de la casa estaban los cultivos de mamá, eran incluso más viejos que yo y todo gracias a mi abuelo Hyuth. Era tradición, los padres ayudaban a forjar el hogar de sus hijos o, por otro lado, los dejaban vivir en una de las dos casas hasta que ellos consiguieran los recursos necesarios para irse. Considerando que no vivíamos demasiado, las casas solían heredarse a hijos o nietos.
Saqué las hierbas y volví a la cocina, entregándoselas a mamá para que le diera los últimos toques a la tarta.
Escuché unos pasos y mi pecho se oprimió de solo pensar en lo sucedido y lo que venía.
Fuiste una idiota, Areia.
Lo saludé cortésmente, pero no nos dirigimos la mirada.
Al poco tiempo la tarta ya estaba lista. Nos sentamos y servimos; la culpa era tanta que me dificultaba tragar.
El ambiente era silencioso, pero ya no tan pesado como ayer.
La alarma en el portátil nos hizo levantar la cabeza de los platillos, papá no intentó mirar el mensaje y dejó que Mexpt fuese y lo trajera con él. Lo leyó sin emitir una sola palabra hasta que soltó un suspiro que asimilaba más a un quejido.
—Lheriae, han cambiado nuestras invitaciones para el baile a Cithlreanos de Honor.
Mi madre asintió, desinteresada sobre el evento más importante para ella. Por mi parte, tenía miedo de no llegar viva a esa fecha.
Terminamos de comer y volví a mi habitación.
Seguíamos sin hablar y tratar de adivinar sobre qué pensaban mis padres me hacía peor.
Galaxias, ni siquiera podía concentrarme bien en la información frente a mí. Cerré el libro de pura frustración.
—Debe hacerse el chequeo diario, Pléyade Areia.
La voz de Devbah me sorprendió al abrir la puerta, pero al menos no desaparecí. Odiaba ser sorprendida por algo que vivía todo el tiempo y revelar mi habilidad. Era suficiente con haberlo hecho por mi propia cuenta.
—Sí, lo siento. Se me ha olvidado con todo esto. —Puse mi dedo y sentí un leve pinchazo, el sensor de Devbah hacía lo de siempre.
—Su salud está estable, Pléyade Areia. Pero sus niveles de defensa inmunológica han bajado, lo que deja abierta la posibilidad de que le dé algún tipo de enfermedad a causa de esto.
Ya hacían cinco años desde que no me pasaba: un virus tan malo que caí en cama por días y por el que mi padre tuvo que recurrir a un thares sanador. Me enteré tiempo después de que él, como nosotros, tenía una herencia genética compleja.
La situación no llegó tan lejos, allí mis amigos se habían enterado en parte de mi cualidad cuando desaparecí por la alta temperatura corporal. Pero todo terminó bien.
No escuché más que el ruido de Mexpt aspirando el suelo cuando salí, enviándome a recuerdos: de pequeña era el encargado de limpiar mis desastres y ayudando a mamá yo era uno con dos pies y barro por toda la cara.
Mis padres no estaban a la vista, así que saldría a dar un pequeño paseo para aclararme un poco. Necesitaba quitarme la sensación de ahogo al menos un momento en la Colina Norte.
—¿Dónde crees que vas? —Preguntó papá cuando estaba por alcanzar la puerta—. He visto tu informe de salud, en estas condiciones deberías estar en cama cuidando no agarrar algún virus y comiendo nutrientes.
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Editado: 13.09.2025