Seguía con las clavadas ahora un poco más fuertes, así que decidí ir por un jugo. Si corría con suerte, el dolor menguaría.
Mostré mi identificación y anillo al guardia junto a los ascensores y pasé junto a otros cithlreanos más. El sitio se me hizo pequeño para la cantidad que subían. Al igual que con el vidrio, retazos de memorias llegaron, pero lo ignoré: la imagen no era diferente a la del momento.
A mi lado, un chico mayor me observaba de arriba a abajo sin dejar su sonrisa, lo hacía de tal forma que no solo sentía asco, sino unas inmensas ganas de golpearlo abajo para que llorara. ¿En serio debía aceptar esto?
Me corrí hacia el lado, poniendo distancia. “No eres de mi agrado”, esperaba que se entendiera. No lo quería cerca y prefería morir antes de aceptar casarme con alguien así.
Apreté mis dientes mientras pensaba en cómo no golpearlo ahora que se había apegado a mí por el costado. El anillo con un uno me hizo contenerme mientras veía bajar a los cithlreanos en el piso tres y subir a otros.
Justo antes de que ese thares pudiese correrse a dónde yo estaba, apareció otro chico desde atrás y sirvió de escudo entre ambos.
—Que mal día para venir al Zoológico Lunar —exclamó al aire con tono cansado—, demasiados thares para mi gusto.
La mayoría le miraron mal, uno que otro se rio. Cuando nuestros ojos conectaron, supe que había visto todo. Bajé la cabeza avergonzada, pero agradecida de recibir apoyo.
Finalmente llegamos al piso cuatro y, para mi alivio, el de antes no bajó. Me apresuré a salir, el guardia revisaba la identificación de cada uno por si había cires ocultos. Pude salir de las primeras y me relajé, obligándome a olvidar lo ocurrido.
Una experiencia tan horrible que no quería imaginar a cuántas cithlreanas les había ocurrido.
Fui hasta la barra de comida, mi cabeza dolía como nunca. Al no enfermarme olvidaba rápidamente cuánto esto molestaba. Solo esperaba que se me pasara una vez que tomara líquido, ya tenía bastante con el Príncipe y el Cortejo que iba cada vez peor.
Una joven cires me recibió con una sonrisa y después de tomar mi pedido, comenzó a prepararlo.
Metí mi cabeza en la tableta, tratando de ignorar las cosas a mi alrededor. No quería interactuar con ningún thares más, pero no me salvaba de escuchar las conversaciones de mi alrededor.
A los minutos, la chica dejó mi jugo sobre la mesa. Saborearlo me hizo sentir por un momento que nada me dolía.
—Disculpa, ¿me puedes dar una malteada granizada de Bejh?
Volteé y nuestras miradas conectaron por segunda vez, ahora separados por tres asientos.
—Que sorpresa. —Se rio al reconocerme, mientras sus ojos se volvían dos media lunas—. Eres la chica del elevador.
La vergüenza me acaloró el rostro.
Intenté sonreírle en respuesta para luego mirar a la barra otra vez. Debía agradecerle su ayuda, pero mi energía estaba tan baja que no sabía si tenía voz para una conversación.
Aun así, mientras él aguardaba por su granizado, no pude evitar mirarlo otra vez. Había algo interesante en la forma en la que su postura demostraba seguridad y gentileza al mismo tiempo.
Tornó su rostro hacia mí y enarcó una ceja con diversión.
—¿Pasa algo?
—Ah… —traté de ocultarme debajo de mi cabello blanquecino, sintiéndome descubierta—, solo quería agradecerte.
Tomé el vaso y jugué con él entre mis manos, incapaz de volver a mirarlo. No debería sentirme tan nerviosa por algo así.
—¿Por qué?
Fruncí el ceño, extrañada. Entonces, ¿había sido de casualidad?
Por mis Estrellas, en momentos como esos deseaba que mamá me hubiese enseñado sus habilidades sociales en vez de las peleas y defensa que mi padre me inculcó durante años. No me servía de nada saber cómo golpear la nariz de alguien si no podía hacerlo y mis palabras eran inefectivas para dar mensajes.
—Me salvaste de ese chico —dije, un poco más bajo—. De casualidad supongo, pero lo hiciste.
Su sonrisa no decayó ni un poco, aunque negara, y agradeció por el granizado con la misma energía.
El anillo en su meñique me hizo preguntarme qué rango sería para que no le molestase tratar con respeto a una cires. Esperaba que fuese alto, porque su personalidad lo metería en problemas.
—No tienes que agradecerme por eso —me contestó después de dar un sorbo—. Cualquier cithlreano con decencia lo hubiese hecho.
Además, modestia. Eran pocos los que se ponían como escudo personal para quienes sufrían, ni siquiera yo me atrevía a abrir la boca frente a ciertas circunstancias.
—¿Por qué estás aquí?
—¿Aquí bebiendo? —pregunté, un poco confundida.
—No. Sé que no debería meterme…, pero si estás tan incómoda no creo que un Cortejo en un sitio como este sea para ti.
Me quedé callada un momento, ¿era tan obvio?
—Las cosas son complicadas algunas veces —intenté reírme, pero me sentí un poco más miserable que antes.
Él frunció el ceño y se apartó de su granizado. Me miró como si intentara encontrar algo más en mí, una respuesta.
#3114 en Fantasía
#1193 en Joven Adulto
amor imposible, fantasia con accion y ciencia ficcion, fantasía romance magia
Editado: 29.07.2025