Ahris | Constelaciones Perdidas

°• Capítulo 07 •°

Ingresé a la cueva agotada cuando los vi a ambos nerviosos, expectantes e incluso enojados. Tan rápido como llegaron a mí, me derrumbé junto a ellos.

—Lo siento tanto, tanto… —susurré cuando recibí el abrazo de mi madre.

Ya no daba más, mi voz apenas salía.

Intercambiaron miradas temerosas en cuanto hablé. Mi madre estaba que se ponía a llorar mientras me apretaba contra ella y me acariciaba la cabeza. Mi padre junto a ella hervía de ira y odié que todo esto fuera por mí.

Intenté explicárselo a mi madre al mismo tiempo que la mano de papá sujetaba la mía para ver los recuerdos. Se lo permití, él debía saber a detalle lo que yo no podía decir.

—Desde el Cortejo todo ha estado mal. —Suenas patética, Areia. Lo sabía, pero las palabras no se detuvieron. Rápidas y pegadas, deseando salir de mí sin control—. Eran como cerdos. Luego apareció el Príncipe y me llevó a un salón en el décimo piso para su Cortejo y quiso hablar a solas, me dijo que me quería de esposa. También descubrí que me estaban persiguiendo y he tenido mucho miedo al venir aquí. Y conocí a un chico y es posible que su vida corra peligro también…

—Areia, ve más despacio —me cortó mi madre, rogándome con la mirada—. Cuando hablas tan rápido no logro entenderte, pequeña.

Asentí dando bocanadas de aire para regular mi respiración; de a poco la habilidad de mi madre empezó a dar efecto en medio del llanto.

A medida que pasaban los segundos, la expresión de mi padre se tornaba más sombría y consternada. No necesité explicar más, susurrándole a mamá por lo bajo que él le contaría todo y que me dejara descansar.

Acarició mi cabeza, sus ojos rojos parecían estar tan encendidos como si quisiera asesinar a alguien.

Pero no era a mí.

Así nos mantuvimos hasta que papá llegó al inicio de todo.

—¿Fhrewiz, estás bien? ¿Qué ha sucedido?

Negó, pasando la misma mano que había visto todo por su cara como si quisiese quitarse los recuerdos de encima. El rojo cambió al morado en cuanto sus pupilas dieron con ambas y le tomó unos segundos levantarse y salir de la cueva.

—Necesito hacer unas llamadas. Quédense aquí y no salgan a no ser que yo llegue. Ya saben cuál es la palabra.

Una vez solas, mamá no dudó y me apegó a ella, repartiendo besos en mi frente y enjugándome las lágrimas con cariño. Con una sonrisa temerosa, me dio la comida del día y me dejó descansar sin presiones, aunque se veía que deseaba saber todo en ese mismo instante.

Cerré los ojos durante unos minutos, al abrirlos ya había oscurecido.

Mi padre estaba sentado al frente, escribiendo algo en un pequeño cuaderno. Notó que estaba despierta, manteniendo su atención en mí por unos segundos antes de volverla al papel.

—No puedo creer que ese mirnar haya tocado y torturado así a mi pequeña hija. Pero ya se las verá conmigo.

Con sus mejillas lilas, mamá susurraba maldiciones hacia Ahren. No parecía haberse dado cuenta de que estaba despierta, así que me removí suavemente para hacerlo notar.

—Oh, mi niña —me asfixió en un abrazo, frotando su mejilla contra la mía—. Nadie tocará de nuevo a mi pequeña.

Solté lo que intentaba ser una risa, pero acabó en un ruido penoso.

Seguíamos en la cueva y lo único que teníamos era la linterna de la tableta portátil de papá, generando largas sombras en las paredes refinadas por su uso desde hace glozis.

Esta había sido interferida hace años para que no enviara la dirección real a la Central Informática, así que no había problemas con ella.

—Siento no haber podido pensar en algo más. Yo en serio quería…

—No te preocupes —me interrumpió papá—, has hecho todo bien. Yo me encargaré de mantenerlas a salvo de ahora en adelante. Así que quédate tranquila, solo hay que seguir aparentando que no sucede nada. Aumentaremos la seguridad en casa y trataremos de no involucrar a nadie más.

Abrí mis ojos, cayendo en cuenta que papá también había visto mis recuerdos con Zay y posiblemente ya le había contado a mamá. Mis mejillas ardieron de pena y culpa, si Ahren le había hecho daño... Sabía que mi padre tenía contactos, así que, casi en contra de mi propia voluntad, le pregunté:

—¿Sabes qué sucedió con él?

Me miró otro par de segundos y suspiró. Mamá, en cambio, señaló a papá con una risita.

—Sabes cómo es Fhrewiz. En cambio, yo creo que es un joven muy atento y esforzado; llevado a sus valores, pero supongo que va bien con lo que es. Lo que me importa es si llegaste a sentir la electricidad en la mano. —Bajé la mirada y negué. Había unas cosas que me hacían ruido, pero no hubo ninguna señal por parte de las estrellas—. Es una lástima. Supongo que tendrás que seguir buscando.

Pero sabiendo que mi genética era un caos y habían más como yo, continué con mis preguntas.

—¿No cabe la posibilidad de que mi sensibilidad esté incompleta o que él...?

—No —dijo incluso antes de que terminara, como si fuese una pared que jamás atravesaría—. Si no lo sentiste, no es tu predestinado.

Era imposible pensar en Zay como un cithlreano cualquiera y tampoco me alegraba la idea de que no teníamos nada más que una conexión problemática que lo dañaba.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.