Ahris | Constelaciones Perdidas

°• Capítulo 11 •°

Las palabras de Zay se quedaron rondando, sabía que mi padre tenía amigos y eran quienes lo ayudaban en cosas como estas. Quizás él era similar en ese aspecto, como Conocedor debía tener acceso a mucha información que para nosotros estaba bajo clave y nada negaba que podría salvarnos.

Pero me veía incapaz de pedirle ayuda, de dejar que se embarrara con todos mis problemas. La voz de Ahren me perseguía también, ver a Zahynn de rodillas en el piso con cithlreanos conteniendo el aliento por el espectáculo, no quería que se repitiera.

Ni siquiera había querido ver qué se decía de mí, de él… de nosotros.

Me levanté de la cama, había pasado ya un rato desde que me habían pedido quedarme en el cuarto. Nunca los había visto así, mamá enfrentada a él como si le resintiera algo y papá tratando de contenerla, como si tuviese miedo de lo que fuese a pasar si ella confesaba un secreto.

El pasillo estaba silencioso, abajo solo estaba Mexpt haciendo algún chequeo rutinario. Avancé sigilosa, el rumor de las voces me advirtió que estaban discutiendo y bastante mal.

No quería escuchar más de lo necesario por respeto, pero tampoco me moví, incluso cuando no entendía una sola palabra. Quería saber qué había pasado y lo que me ocultaban, pero no tenía por qué. Debía recordar que yo había provocado esto en primer lugar y no tenía derecho a recriminarles cómo me sentía cuando no dejaban de intentar salvar la vida de toda la familia.

Estrellas, tampoco me gustaba la emoción retorcida en el estómago.

Solté el aire con suavidad y volví a mi cuarto para ponerme zapatos para caminar y un abrigo que fuese flexible. Traté de recoger mi cabello blanco lo más que pude para así ocultarlo con un gorro largo, pero al ser demasiado y esponjado se veía igual.

No estaba haciendo nada malo visitando la colina, no podían usarlo en mi contra.

A mitad de camino en la escalera, el rumor en el cuarto de mis padres se detuvo, aun así, no quise ir o preguntar. Era una cobarde al no querer enfrentarme a los problemas, más sabiendo que era la raíz de estos.

La tarde estaba ventosa y el aire desordenó unos mechones blancos de pelo que caían a los lados, pero así estaba bien. Cerré los ojos un momento, solo uno. Necesitaba paz.

Hice la caminata de siempre tratando de evitar las calles donde sabía estarían los vecinos y llegué al pie de la colina con unas cuantas miradas de reojo, pero nada como la fotografía de la otra vez.

El frío me hizo aferrarme al abrigo, después de los primeros días de la temporada de flores, las tardes ventosas eran mis favoritas.

No quise mirar atrás y lucir perseguida, porque sabía que aquel cithlreano que desaparecía no iba a hacerme nada si no era por orden de Ahren. Para mi condena, él me quería a su lado y para eso debía estar viva.

Pero no hubo pasos, incluso cuando me adentré entre la maleza y removí ramas al pasar.

Mucho más arriba de la cueva donde nos escondemos mis padres y yo para comer, casi llegando a la cima, estaba el mirador: una roca plana que no deja crecer mucha vegetación a los lados y donde el árbol más grande no obstruye la vista.

Respiré hondo, el aroma de los árboles de freggs era refrescante y nostálgico, dejé que se impregnara en mí. No importaba si me raspaba las manos, todo valía la pena cuando llegaba arriba.

El sentimiento de paz me invadió al cerrar los ojos y sentir el viento, los aromas y el ruido de las hojas de los árboles al chocar con la otra.

Desde ahí podía ver la pequeña arboleda y más allá un terreno de plantación, unas cuantas casas y a lo lejos, casi borroso, unos pocos edificios y monumentos de la cuidad.

Limpié unas cuantas rocas y me apoyé ahí, viendo como Elnath caía lentamente con el pin de Ahris entre mis manos como si fuese un botón que me llevaría a una realidad mejor. Unas lejanas estrellas empezaban a brillar con Juviern, Xinegya y Ferenst cada vez más cerca. Y pude dejar de pensar un momento, solo era yo, la sensación de tranquilidad y mis lágrimas azules.

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Volví cuando nuestra estrella estaba a punto de ocultarse, teniendo oportunidad de ver dónde pisaba.

Estaba tan centrada en la maraña de pensamientos que, cuando salí de los límites de la colina, me llevó un momento darme cuenta de la cantidad de cithlreanos que se habían reunido para darme unas miradas.

Ahren ni siquiera necesitaba un guardián para mí cuando había tantos thares que observarían de ahora en adelante cada paso que daba.

Apresuré el paso, mi corazón latiendo con rapidez. Se me pasó por la cabeza la tonta idea de correr y desaparecer, pero no podía. Me aterraba el hecho de que más cithlreanos me vieran desaparecer aún si todos supiesen ya.

Cobarde, estúpida.

Ni mi lugar seguro podía aliviar los pensamientos que surgían.

Me faltaba el aliento cuando llegué a la puerta de mi casa, pero Kervh no estaba. Asustada, abrí la puerta siendo recibida por un interior vacío.

—Mexpt, ¿dónde están mis padres?

—No tengo esa información, Pléyade.

Miré alrededor por alguna sombra extraña y saqué mi tableta para escribirles, primero a mamá y luego a papá. Sabía que tenía que esperar, pero no recibir respuesta me puso aún más nerviosa.




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