Abrí los ojos asustada, viendo como Elnath ya había salido. Estaba cubierta por mi manta y la alarma aún no había sonado, mis padres debían haber llegado luego de que me quedara dormida.
Salí del cuarto dando zancadas al de mis padres y contuve el aliento. Solo cuando papá salió refregándose un ojo pude sentirme tranquila.
—¿Areia? —preguntó medio adormilado—. ¿Qué pasa?
—Ah..., no es nada, es que como ayer me quedé dormida quería ver que estaban bien.
—¿Sabes qué hora es? —me sonrió, a su espalda mamá bostezaba, tratando de verme a través de sus ojos entrecerrados.
No parecían estar igual de mal que ayer, pero el agotamiento estaba marcado en cada gesto y palabra. No tenía idea de qué hora era ni a qué hora habían llegado, pero necesitaba hablar con ellos de la misma manera en la que quería dejarlos descansar.
—Lo siento, es que estaba preocupada.
—No tuvimos tiempo de dejarte un mensaje ayer, salimos rápido para hablar con un amigo mío.
Mamá frunció el ceño, apareciendo junto a la puerta.
—No es tu amigo, pero si es alguien que nos ayudará. ¿No es así, Fhrewiz? —Se cruzó de brazos y me miró frunciendo la boca—. Le debemos la vida a este punto; no tengo palabras para agradecerle. Nos sacará de aquí, Areia.
Observé a ambos, intercalando mi atención: habíamos llegado a ese punto. No quise llorar, así que lo contuve y les sonreí, agradeciéndoles por sacrificar tanto por una hija que solo los había puesto en riesgo y arruinado sus vidas. La situación entre ellos seguía tensa y pensar en que también podría ser la causante de eso me carcomía por dentro.
Mi madre me acurrucó entre sus brazos y me besó la frente con cariño.
—Deja de pensar en lo que sea que tengas en esa cabecita tuya —me susurró—, vamos a irnos lejos donde nada más nos va a condicionar, mi niña. Lejos de Ahren, de los thares que nos miran mal, de cithlreanos que nos hacen daño.
Pero también íbamos a estar lejos de nuestras familias, de nuestros amigos, del huerto que había tardado años en cultivar, de la casa que nos había cobijado, de la comida caliente que nos hacía desde siempre, del aroma de los árboles, de nuestras lunas y del cielo sobre nuestros hombros. Nos alejaríamos de lo malo, pero también de lo que amábamos y nos hacía felices. Y todo por mi culpa.
La abracé de vuelta, mi mentón temblando. Al menos los iba a tener conmigo; pero recordaría cada día cómo fui la que los condenó a perderlo todo.
—Areia, pásame tu tableta, la mandaré a arreglar y así estaremos más tranquilos.
—Está bien —dije al salir de los brazos de mi madre.
—Y arréglate, hoy debemos ir al castillo.
Los ojos de papá eran morados rozando el azul y los de mamá rojos, pero no había nada más que hacer. Si íbamos a escapar, esto no sería nada más que una parte del proceso; tenía que soportarlo por un bien mayor.
—Está bien.
—¿Ya has pensado en qué hacer para la cita?
Si era sincera, no lo suficiente. Pero, considerando que era un Rango Cuatro, jamás tendría algo digno para mostrarle. La mayor parte de los sitios estaban bloqueados para mí y dudaba que el Príncipe quisiese embarrarse los zapatos subiendo una colina o paseando en las arboledas. Para los beneficios y la gran cantidad de sitios accesibles que tenían los altos rangos, lo que yo conocía era nada.
—Quizás un paseo en una barcaza antigua... Es lo único que podría interesarle.
—Yo te ayudaré si te dice que no.
—Dudo que lo necesites —nos interrumpió papá—, Ahren es demandante y seguro tiene planeado dónde quiere llevarte a ti.
Mamá me besó la frente de nuevo.
—Ve a cambiarte, yo te haré un desayuno para el mal humor.
—Y, Areia, sin importar qué, mantén la compostura hasta que salgamos de Cithlre. No te dejaremos sola, pero debes resistir unos días más hasta que todo esté listo. Será luego del Baile...
Los observé y asentí, no iba a fallarles. No esta vez.
Fui a mi cuarto y me permití llorar solo un poco por la cantidad de días que quedaban, porque necesitaba estar de pie para mantener una actuación con Ahren. Le entregué mi tableta a papá y luego regresé a cambiarme.
Mientras revisaba el guardarropa, di con el abrigo que había usado en el Zoológico Lunar. No tenía tiempo para buscar en sus recuerdos, pero me trajo una sonrisa a medias.
Saqué de allí unos cuantos vestidos, ninguno estaba a la última moda ni tampoco a la altura de un Rango Uno, así que opté por el vestido más grande y decorado que tenía: el de perlas.
Me di una ducha y arreglé mi cabello para que se secara bien formado con las ondas gruesas que tenía, peinándolo en una media coleta trenzada. No me sentía bonita, no había nada frente al espejo que me hiciera brillar los ojos en amarillo, solo era la imagen que Ahren quería para mí.
Agregué accesorios: un par de plumas en el pelo y aretes y salí del cuarto, Devbah no tenía que decirme que estaba bien porque era algo que ella había combinado para mí tiempo atrás.
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Editado: 25.08.2025