Aiden (orgullo Blanco 1)

Tremendo error

[Capítulo 11]

 

{Aiden}

 

De los veintiún años que tenía de vida, en ninguno recordaba a papá viéndome de la forma que lo hacía en ese momento. Leah logró cubrirse con mi camisa y los dos salimos de la cama literalmente cagados del miedo, la respiración de mi padre era pesada y su mirada gélida indicaba que deseaba asesinar a alguien, a mí sobre todo.

— Tienen tres minutos para vestirse y estar en el estudio, los espero allí y por su bien espero que no me hagan esperar ni un segundo más — amenazó y salió de la habitación.

Vi a Leah moverse como un torbellino y cuando obtuvo su vestido me dio la camisa con la que se cubría, casi actuaba por instinto en ese instante y mi mente se quedó en blanco, era probable que no volvería a tener una erección después de esa noche.

Salimos de aquella habitación sin decir una palabra y cuando bajamos de los escalones encontramos a muchas personas que no conocíamos, pero por la confianza que emanaban al estar ahí, imaginé que tenían todo el aval de mis padres para caminar como si estuviesen en sus casas.

— Por órdenes de su padre, la señorita será devuelta a su fiesta y usted irá al estudio — Leah negó en el momento que escuchó aquello.

— Es mejor así, Leah. Prefiero hablar con mi padre y que no te enfrentes a él así como está, no creo que sea buena idea.

— No me iré con unos extraños y tampoco te dejaré solo, esto lo enfrentaremos los dos — zanjó demasiado decidida, siempre me gustó eso de ella. Sin embargo, en ese momento no nos quedaba ponernos así.

Vi al hombre alzar el móvil para que lo viéramos y en la pantalla se leía una llamada de su jefe.

Te marchas ahora mismo a tu fiesta sin decir ni un pio, D’angelo y a ti te queda menos de un minuto para estar frente a mí, Aiden — el tono de voz de mi padre daba miedo hasta por teléfono.

Leah intentó alegar, pero la llamada finalizó de inmediato.

Nos miramos y con un movimiento de cabeza le pedí que se fuera, las cosas no serían como queríamos y debíamos aceptarlo de una vez.

Salí de la casa junto a ellos, más hombres estaban afuera y por primera vez pensé que debían ser parte de la organización de mis padres. Recibieron a Leah con mucho respeto y uno de ellos comenzó a decirle algo, seguí mi camino al notar que se me agotaba el tiempo y cuando llegué al estudio respiré profundo; en ese momento sí iba a medir el nivel de mi cagada.

Padre estaba sentado en uno de los sofás grandes de aquel lugar, tenía recargados los brazos sobre sus rodillas y la cabeza en sus manos. Lucía atormentado y tragué con dificultad al saber que era mi culpa que estuviese así. Me paré frente a él y subió su mirada a mi rostro, la decepción era tan palpable en aquellos ojos tan iguales a los míos que sentí que de inmediato mis irises imitaron a sus originales.  

— Perdóname, padre — fue lo único que pude decir.

Sin preverlo se puso de pie y me dio una bofetada que casi me hizo caer al suelo, mis ojos se pusieron llorosos por el escozor y dolor que aquel golpe me provocó y el sabor de mi sangre inundó mi boca.

— ¡Mírame a los ojos y repite eso, pero esta vez siéntelo y si no es así… mejor cállate porque odio la hipocresía! ¡Sobre todo de parte de las personas a las que en ningún momento les enseñé a ser así! — su voz fue ronca y cargada de mucho enojo.

Me dañó más el corazón con aquella acción que la piel con el golpe y lo miré furioso, tenía una revolución de sentimientos en ese instante porque él nunca nos agredió ni física ni psicológicamente.

— Bien, Aiden Pride White. Prefiero esa mirada llena de odio siendo sincera, que un lo siento falso — estaba respirando con dificultad y sentí mi pecho subir y bajar con brusquedad —. Ahora mírame a los putos ojos y tócate las bolas — se acercó demasiado, al punto que nuestros pechos se presionaron y su rostro quedó a centímetros del mío — y dime si de verdad sientes el haberte follado a una chica que he visto como mi propia hija — dejé de verlo cuando dijo aquello porque logré reconocer su dolor a través de la ira con la que me hablaba — ¡NO ME BAJES LA MIRADA! ¡Porque no te he enseñado a ser un puto cobarde! — tomó mi barbilla con fuerza y me hizo verlo de nuevo.

Desde que tenía uso de razón ese hombre jamás perdió la cordura aun en nuestras peores travesuras, mamá era la que se volvía loca, él solo trataba de encontrar un motivo para nuestras acciones y sí nos castigaba, se molestaba, mas nunca perdió el control. Si es que de verdad la había perdido en ese momento.

Fabio me hizo sentir como la mierda cuando dijo que confiaba en mí, papá me llevó a otro nivel y me dolía estar siendo su mayor decepción después de ser su orgullo. Era como mi héroe y lo estaba perdiendo.

— Tenía que evitarlo, pero no pude. Sufrí después de que la toqué, te lo juro. Mas ahora que la tuve otra vez cerca de mí, se me olvidó que era prohibida y deseé tenerla una vez más — sus ojos se pusieron rojos, los míos estaban igual —. Me ganó el deseo, padre. Leah ha sido la única mujer capaz de hacerme caer muy bajo y aunque me arrepiento, no lo siento.

— ¿Te das cuenta de que veo a Leah tal cual como veo a Abigail? — asentí, estaba seguro de eso. Él era un tipo duro, pero sabía que en su interior sufría por haber dejado a una hija que el adoptó porque quiso y ocultaba sus celos cuando tenía que ceder su lugar a Dominik — ¿Qué pasaría si te enteras de que Daemon hace lo mismo con Abigail? — empuñé mis manos, no tenía por qué comparar y ni siquiera tuvo que hacerme imaginar semejante mierda.




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