[Capítulo 13]
{Leah}
Recordaba mi salida con Lane y sonreía, casi iba a cumplir tres meses en aquel monasterio y me aferraba a aquel día cada vez más.
Conocí a Sensei Yusei, un hombre de avanzada edad, pero sabio como quizás nadie lo era. Cada día y a primera hora de la mañana siempre nos decía: «Recuerden un momento que más felicidad les haya provocado» y a mi cabeza llegaba aquella noche en la que me salí a escondidas de mi casa y Lane me esperaba al otro lado del jardín para llevarme a un pequeño riachuelo cerca de casa, llevaba consigo una canasta de picnic y una mochila. Tras caminar unos minutos y llegar a nuestro destino justo a una parte despejada del lugar, me mostró todo lo que había logrado en tan solo unas horas.
Una manta estaba sobre el suelo y alrededor de ella había muchas velas, mi pecho se oprimió ya que no esperaba tanto, creía que solo sería una salida casual y no algo tan planificado.
«— ¿Cómo lograste todo esto? — la curiosidad me mataba y él sonrió cómplice — Anda Lane. Dime tu secreto y prometo guardarlo bien — prometí.
Me hizo sentarme sobre la manta y de la canasta sacó una botella de vino y dos copas, después colocó fruta y emparedados en un orden casi perfecto. Sirvió el vino en las copas y me tendió una que tomé de inmediato.
— Salud porque al fin puedo estar solo contigo y por esas celestinas que la vida nos pone para solucionarnos todo — dijo con un tono pícaro.
— No sé por qué intuyo que tu celestina viste de negro en lugar de usar vestidos coloridos — solté y rio muy divertido.
— Que curioso que usaba ese color hoy — aceptó y recordé a tía Laurel días atrás diciendo lo mucho que le gustaba Lane para mí —. Y te confieso que me dio algunos consejos que todavía no estoy seguro de seguir o no — añadió y negué rendida.
Tía Laurel podía ser una mala o buena influencia según como quisiera verlo».
Esa noche por ejemplo, fue una muy buena y no solo le ayudó a Lane con la sorpresa que me dio, sino también a mí ya que me hizo ver mejor que existían nuevos y buenos comienzos.
Se llegaron las tres de la madrugada esa vez, el chico llevaba mantas calientitas y puso música tranquila en su móvil, la pasamos hablando de muchas cosas, de los sueños que teníamos y descubrí que coincidíamos en mucho. Creo que lo que más recordaba de esa madrugada fue el momento antes de llegar a casa, cuando me tomó de la mano y sin esperarlo me dio un beso en la mejilla; un gesto demasiado inocente para los dos, pero que se sintió muy especial.
«— Voy a esperar a que salgas de ese lugar y te prometo que nuestra siguiente cita será mejor — asentí en respuesta, aceptando volver a salir con él.
— Gracias por esta noche, ha sido muy especial — confesé».
Creo que esas palabras fueron una señal para él ya que se acercó poco a poco a mí y no tuve ninguna intención de separarme porque mientras estuvimos juntos, entendí que no acepté salir con él solo para olvidarme de Aiden, no. Quise hacerlo porque era Lane quien me había invitado.
Sin embargo, solo besó la comisura de mis labios y eso bastó para que mi corazón comenzara a revolotear y fui inmensamente feliz al descubrir que no solo reaccionaba así por la persona equivocada.
— Pensando en tu momento feliz ¿eh? — Yukiko, una de las asistentes del monasterio se acercó a mí y no me di cuenta hasta que habló. Le sonreí y asentí, ella era una mujer de unos veintisiete años, pero que me entendía a la perfección y trabajaba casi como mi consejera.
Pensaba en mis padres y toda mi familia, a veces llegaba a desesperarme por no saber de ellos ya que no tenía acceso a un móvil, cartas o internet. Todo era parte de las reglas del monasterio para apartarnos del mundo exterior y concentrarnos solo en nosotros, por supuesto que papá y mamá sí sabían de mí, tía Isabella igual, mas a mí se me evitaba saber de ellos a no ser que fuese importante.
— Queriendo repetirlo, aunque no sé si será igual — admití.
— Si tú lo quieres será así o mejor, todo dependerá de ti — me recordó — ¿Lista para tu primer salida? — cuestionó.
Al cumplir los tres meses tenía derecho a una salida, podía volver o quedarme con aquel trimestre como experiencia, pero no sabía si estaba lista o no. Me sentía en paz en aquel lugar, mi mente descansó mucho y logré aclarar muchos puntos de mi vida que necesitaban demasiada atención; mi amor por Aiden seguía, mas ya no estaba aferrada a él como antes y por lo mismo decidí enfrentarme a la realidad una vez más.
Muchas veces tener una vida en la que otros luchaban por ti no era bueno, ya que las cosas fáciles se tornaban las más difíciles y no deseaba seguir así. No quería ni debía acojonarme con las cosas más sencillas que me sucedían y por lo mismo, alejarme de mi familia era lo más conveniente para así poder vivir y afrontar todo lo que el destino me pusiera en el camino.
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Dos semanas después estaba emocionada de ver a mis padres y el resto de mi familia. Me despedí de todos en el monasterio y me fui de ahí cargada de consejos y buenas vibras, viajaría directo a Virginia ya que toda la familia se encontraba allí para celebrar mi regreso y de paso el cumpleaños de tía Isabella. Abril era el último mes de celebraciones a principios de año, mismas que ocupábamos para estar todos juntos, ya de ahí teníamos que esperar hasta septiembre para seguir con ellas y los cumpleañeros.
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Editado: 30.06.2020