{Aiden}
El tiempo pasaba volando y con él, nuestro cumpleaños veintidós llegó.
Los chicos estaban preparando una fiesta en un club cercano a nuestra casa en Virginia Beach, un día antes de ir a celebrarlo con la familia, pero esa vez me preocupaba que Daemon estaba demasiado eufórico. Sus cambios emocionales estaban muy descontrolados desde un tiempo atrás y ya eso me estaba asustando.
Quise negarme a la fiesta, pero mi copia insistió en que quería una y sabiendo cómo se ponía cuando no le dábamos gusto, optamos por seguir adelante para mantenerlo controlado.
El recuerdo de mi amiga y su pequeño seguía atormentándome, muchas veces me causaba pesadillas y desesperación por no saber nada del maldito asesino que arrebató su vida, pero mis padres estaban comprometidos en ayudarme y en algunas ocasiones me incluyeron en las misiones de investigación que hacían. Era el único de los chicos que sabía que estábamos siendo cuidados por personas de La Orden del Silencio y al ver lo sigilosos e invisibles que podían llegar a ser, me ilusionaba llegar a ser parte de ellos.
Estábamos en un cafetería cerca de la playa cuando vi pasar una motocicleta que aprendí a reconocer a la perfección meses atrás, se estacionó en un club que estaba delante de donde nos encontrábamos y mi curiosidad por ver a su dueña fue grande. Así que me inventé una excusa y salí justo cuando Sadashi bajó de ella, vestía en cuero negro y cuando quitó su casco me dejó ver su cabello lustroso, pero ya no cayó en su espalda como antes porque lo usaba muy corto esa vez. Su apariencia era más ruda, aunque para nada perdía su feminidad y sensualidad.
Tenía meses sin verla y en esa ocasión causó un impacto doble en mí, a la primera vez que la vi con su frente pringada de sangre.
— ¡Hola, engreída! — saludé cuando estuve cerca. Se asustó al verme, pero el disgusto de tenerme frente a ella se formó en su rostro de inmediato.
— Vaya suerte la mía — bufó y dejó el casco en la moto.
— Finges muy bien el disgusto y me causa curiosidad que estés aquí, muy cerca de mí — señalé y sus ojos se abrieron un poco más cuando dije aquello. Algo que me hizo sospechar el volver a verla.
— Solo tuve ganas de visitar la playa y tía Maokko dijo que esta era muy hermosa, pero ya comenzó a perder su atractivo — zanjó viéndome de pies a cabeza y negué divertido.
— No sé qué te he hecho, preciosa. Pero me intriga descubrir por qué me odias sin siquiera conocerme — dije y volvió a ver hacia otro lado —. Conozco una manera de sacarte esa altanería que tienes conmigo y te aseguro que es muy efectiva — tuve el atrevimiento de acercarme a ella.
Nuestra diferencia de estatura se hizo más evidente al estar así y Sadashi alzó la cabeza para verme a los ojos, la oscuridad de los suyos me invitó a hacer cosas muy peligrosas y sus gruesos labios me parecieron muy deliciosos al verlos tan de cerca.
Pero no besaba a cualquiera y menos a esa burlista.
— Mantente lejos de mí, chico bonito o no respondo — advirtió y puso una de sus manos en mi pecho para alejarme, mas no lo logró y en lugar de eso la tomé con la mía.
Su mano era muy pequeña envuelta en la mía y demasiado delicada para lo letal que podían ser a la hora de las peleas. Se quedó mirando a nuestras manos y pude jurar que su pulso se aceleró cuando me sintió, pero era demasiado caprichosa y se zafó de mi agarre en un santiamén.
— Agradece que eres hijo de mis jefes o sino… ya habría pateado ese culo tonificado que tienes — me reí burlón por lo que dijo y tarde se dio cuenta de su error.
— Es injusto que te hayas fijado en mi culo y yo aun no sepa si el tuyo está igual de tonificado — hizo un sonido gracioso y se alejó de mí dispuesta a irse.
Dejé de joderla porque de verdad lucía molesta y la vi colocarse el casco lista para alejarse de mi presencia.
— ¿Engreída? — la llamé cuando estaba por arrancar su moto y me observó sin decir nada — Algún día — señalé y me miró extraña al no entender nada.
— ¿De qué hablas? — bufó.
— Algún día — repetí y me di la vuelta para volver con los chicos —. Te lo prometo — finalicé y solo se quedó mirándome con mucha curiosidad de saber de qué hablaba.
Y la dejaría así hasta que pudiese cumplir mi promesa y provocar un caos en su vida.
¡Caos!
Se repitió en mi cabeza, una palabra que nos describía a la perfección.
Continuará…
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Editado: 30.06.2020