Lo que les voy a contar a continuación, no es nada más y nada menos que algo que escuche alguna vez, algo que me susurro al oído y que jamás olvidaré.
Dentro de los mitos y leyendas la cultura se cierra ante ellas, y la religión se oculta como fiera... pues de ello va esta historia.
Nos remontaremos a la antigua China. La época en la que se creía que mujeres llamadas sacerdotisas tenían el poder para ahuyentar a los demonios y seres que no pertenecen a nuestro mundo.
Aquí es donde hace debut nuestra pequeña protagonista, llamada Aihara, quien desde niña había sido criada bajo las costumbres orientales, teniendo una gran fe a su Dios y sus ancestros, como era de esperarse de una niña a quien la habían criado con el fin de seguir la costumbre familiar y convertirse en sacerdotisa como lo era su madre, Aihara tenía el hábito de que cada mañana se levantaba e iba al pequeño templo para rendir sus oraciones a los dioses del lugar y después de ello se dirigía rectamente a realizar las actividades diarias.
Fue de esta manera cuando un día, mientras se dirigía a jugar en el pequeño bosque que rodeaba su hogar observó un camino de pequeñas piedras, que era invisible para todos menos para aquellos que poseen el don espiritual, como ella y su madre lo hacían, por lo que llamada por la curiosidad, siguió ese largo camino, llegando hasta las puertas de un pequeño templo como a donde ella se dirigía en las mañanas, solo que este estaba realmente desgastado y abandonado, sin embargo eso no fue lo que más le llamó la atención, ella pudo observar que en las puertas tenía pegados sellos de protección, por lo que se acercó intentando abrir la puerta sin obtener respuesta alguna.
Aihara era una niña inteligente, por lo que después de rodear el desgastado lugar, se dio cuenta que si estaba completamente cerrado y no había manera alguna de entrar sin antes quitar los sellos que envolvían el candado y cerrojo, era porque alguien no deseaba que nadie se acercara, por lo que decidió alejarse del lugar y buscar algo más que hacer.
Sin embargo, la semilla de curiosidad había sido sembrada, y en cuanto menos lo espero, Aihara comenzó a pensar en por qué razones alguien querría cerrar ese lugar, y que podría haber dentro, llendo cada que podía a observar por fuera, sintiendo como le susurraban al oído oraciones como “ábrenos por favor” o “queremos jugar contigo Aihara” cosas que en lugar de asustarla le hacían desear saber qué había dentro, y con quienes podría jugar, pues juraría que esas voces eran de niños.
Fue por ello que una tarde, después de haber terminado sus oraciones y deberes en el templo, decidió ir a jugar en el bosque, siendo interrumpida en el momento que observó cómo su madre caminaba hacia el camino de piedras que ella recorría a diario, y sin saber bien porque, se escondía detrás de los arbustos y matorrales, siguiendola cuidando sus pasos, mientras en su mente la pregunta de “¿Qué hace mamá así vestida?” surcaba su mente, pues si bien la había visto en muchas ocasiones hacer oraciones, nunca había visto que se vistiera con prendas tan elegantes y coloridas, mucho menos con un adorno tan grande sobre su cabeza
Llegaron hasta el destino predicho, y trepando cuidadosamente uno de los árboles, se acomodo para ver, lo que no podría sacar nunca de su memoria.
Pues observo como su mamá hacía oraciones extrañas, en un idioma que ella no conocía, y frente a sus ojos observo como el templo temblaba, escuchando aullidos de dolor saliendo de él, cosa que no se explicaba, pues aun con su don, no lograba ver nada, sin embargo esos tremendos sonidos le hacían sentir que la cabeza le explotaría, por lo que sin poder aguantar mas, decidio bajarse del arbol e irse del lugar, no sin antes ver como una figura de un animal se mostró por un momento, que bien podrían haber sido segundos, pero habían sido los suficientes para provocar un miedo enorme en la pequeña, quien después de esa corta mirada, se apuró en salir del lugar, sintiendo como el corazón le golpeaba el pecho, topando con las faldas de una de sus sirvientas.
-¿Está todo bien señorita?, se ve algo agitada.- le pregunto mientras la tomaba de los hombros, sintiéndola temblar.
Preocupada por la pequeña, la invito a que le comentará que sucedía, y sintiendo confianza hacia quien la había cuidado desde muy pequeña, le contó lo que había visto, sin saber que con ello se estaba condenando.
Días pasaron después de que Aihara le contara lo que había presenciado frente a ese abandonado templo, haciendo sus deberes diarios, y de vez en cuando escuchando los deseos de los devotos a ellas; hasta que una noche mientras hacía sus oraciones antes de ir a la cama su mamá llegó exaltada a la habitación, mirándola con una expresión de terror total.
-¿Qué sucede mamá?- pregunto asustada la pequeña
-¡Aihara, tenemos que irnos ya!.- exclamó casi sin voz por el esfuerzo hecho
Sin preguntar la siguió, dejando atrás sus preciados peluches y talismanes, mientras sentía que el agarre de su madre le lastimaba la muñeca, pero al mismo tiempo algo le decía que no parara.
Corrieron hasta la entrada de su hogar, y en el momento que la madre abrió la puerta vio frente a ellas como quien la había cuidado desde niña, tenía entre las manos una antorcha, y su rostro denotaba terror total.