Aiko y el Amor que Compartimos

Capítulo 7: El secreto de Aiko

Desde aquella salida a la playa, Adrián había notado un cambio sutil en su relación con Aiko. Aunque seguían compartiendo tiempo juntos, la cercanía que tanto había disfrutado parecía estar teñida de una tensión que no sabía cómo explicar. Cada vez que la miraba, no podía evitar recordar la forma en que la había observado aquel día en la playa. Sin embargo, ahora había algo más profundo, una distancia inexplicable que Aiko creaba entre ellos, y Adrián no sabía si era él quien había hecho algo mal, o si ella cargaba con algo que aún no había compartido.

El aire en Vancouver se sentía más frío esa tarde. A pesar de que el cielo estaba cubierto de nubes, Aiko había insistido en que caminaran por el parque Stanley. Mientras atravesaban el sendero rodeado de árboles altos, el viento frío levantaba las hojas del suelo, llenando el ambiente con un susurro inquietante. Adrián sentía el peso del silencio entre ellos; algo estaba mal, y lo sabía.

Aiko, quien siempre encontraba algo de qué hablar o señalar durante sus caminatas, hoy se mantenía callada. Sus ojos se perdían en el horizonte, como si su mente estuviera a kilómetros de distancia. Adrián trataba de mantenerse sereno, pero la inquietud lo devoraba por dentro. Sabía que algo oscuro estaba a punto de revelarse.

Finalmente, después de lo que parecieron horas de silencio tenso, Aiko se detuvo frente a un pequeño lago en el parque. La brisa movía suavemente el agua, creando pequeñas ondas que rompían la quietud de la superficie. Aiko se quedó mirando el lago, pero Adrián sabía que no estaba viendo el agua. Estaba mirando algo que él no podía ver, algo enterrado en su pasado.

—Aiko... —comenzó Adrián, rompiendo el silencio con cautela—. ¿Estás bien?

Aiko no respondió de inmediato. Siguió mirando el lago, su postura rígida, como si estuviera conteniendo algo que luchaba por salir. Adrián esperó, sabiendo que este era un momento crucial, uno en el que finalmente descubriría qué era lo que atormentaba a Aiko.

Cuando finalmente habló, su voz era apenas un susurro, pero lo suficientemente fuerte como para cortar el aire frío a su alrededor.

—Hay algo que no te he contado —dijo, su voz temblando ligeramente.

Adrián sintió cómo su corazón se aceleraba. Sabía que Aiko llevaba tiempo ocultándole algo, pero nunca había imaginado que fuera tan grave. El silencio entre ellos se hizo más denso, y el viento pareció detenerse a la espera de la confesión.

Aiko permaneció en silencio un poco más, como si estuviera buscando las palabras correctas. Finalmente, se giró lentamente para mirarlo. Sus ojos, llenos de una tristeza que nunca había mostrado, reflejaban la lucha interna que estaba librando.

—Vine a Canadá para escapar —comenzó, su voz baja pero cargada de emoción—. Pero no fue solo porque quería aprender inglés o experimentar una nueva vida. Vine porque estaba huyendo... huyendo de algo que nunca pensé que me perseguiría tan lejos.

Adrián sintió una oleada de preocupación atravesarlo. Sabía que el pasado de Aiko era complicado, pero nunca había imaginado que ella estuviera escapando de algo tan serio.

—¿Huyendo? —preguntó con cautela, sabiendo que sus palabras podrían abrir la puerta a algo mucho más oscuro.

Aiko asintió, su mirada fija en los ojos de Adrián. Parecía que finalmente había decidido confiar en él, pero lo que estaba a punto de contarle no era algo fácil de compartir.

—Mi vida en Japón no era lo que tú piensas —continuó, su voz temblorosa—. Trabajaba como camarera en un pequeño bar de Tokio, un lugar donde todo parecía inofensivo... al principio. Era solo un trabajo temporal mientras decidía qué hacer con mi vida, pero todo cambió cuando lo conocí.

Adrián frunció el ceño, sintiendo que algo mucho más oscuro estaba a punto de revelarse.

—¿Quién? —preguntó con un nudo en la garganta.

—Mi exnovio —respondió ella con amargura en la voz—. Pensé que era amable, alguien que me cuidaba. Pero lentamente, comencé a descubrir que su vida estaba llena de secretos... secretos peligrosos.

Aiko hizo una pausa, su mirada perdida en el pasado.

—Trabajaba para los Yakuza.

El simple nombre de la organización hizo que el aire pareciera más pesado, como si todo a su alrededor se hubiera vuelto más oscuro. Adrián sintió un escalofrío recorrer su espalda. Los Yakuza. Había escuchado historias sobre ellos, sobre su poder y crueldad, pero nunca había imaginado que Aiko pudiera estar conectada a algo tan peligroso.

—Yo no lo sabía al principio —continuó ella, su voz temblando mientras sus manos se cerraban en puños—. No tenía idea de en qué estaba metido. Pero con el tiempo, comenzaron a aparecer hombres en el bar, hombres que no eran clientes normales. Siempre lo buscaban. Cuando me di cuenta de que estaba involucrado con ellos, intenté alejarme... pero ya era demasiado tarde.

Adrián no podía creer lo que estaba escuchando. Todo lo que había pensado sobre Aiko, sobre su vida en Japón, se desmoronaba frente a él. Ella no era solo la chica reservada que había conocido en Canadá. Había estado atrapada en una red de mentiras y peligro.

—¿Cómo escapaste? —preguntó en voz baja, temiendo la respuesta.

Aiko tragó saliva, sus ojos brillando con una mezcla de dolor y miedo.




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