El día del festival en Stanley Park había llegado, pero para Adrián, la verdadera emoción había comenzado mucho antes, cuando decidió invitar a Aiko.
Todo ocurrió un par de días antes, cuando estaban caminando juntos después de clases. Adrián había estado dándole vueltas en la cabeza sobre cómo invitarla al festival, buscando el momento perfecto para hacerlo. Quería que fuera especial, pero cada vez que pensaba en cómo iniciar la conversación, algo dentro de él lo detenía.
Finalmente, después de días de darle vueltas al asunto, tomó una gran bocanada de aire y se decidió a hablar mientras ambos caminaban hacia la parada del autobús.
—Aiko... —comenzó Adrián, sintiendo cómo las palabras se le atoraban en la garganta—. Estaba pensando que, bueno, en unas semanas va a haber un festival en el Stanley Park...
Aiko lo miró, esperando que continuara, pero al ver su nerviosismo, una pequeña sonrisa se dibujó en su rostro.
—Ajá... —respondió ella con un tono alentador—. ¿Y qué pasa en ese festival?
Adrián, nervioso por su propio nerviosismo, comenzó a hablar mucho más rápido de lo que había planeado, lo que solo hizo que todo se volviera más incómodo.
—Bueno, hay fuegos artificiales, comida, luces, es bastante grande, ya sabes, es un evento anual, y pensé que sería divertido ir, pero no quiero ir solo porque sería raro, y si tú no tienes planes, tal vez podrías, no sé, venir conmigo...
Al darse cuenta de que estaba hablando sin parar y sin mucho sentido, se detuvo de golpe, dándose cuenta de que sus palabras estaban más enredadas que nunca. Se sonrojó instantáneamente, sintiéndose como un completo tonto.
Aiko, sin embargo, estaba disfrutando cada segundo de la escena. Verlo tan nervioso era algo que no sucedía muy a menudo, y la situación le resultaba demasiado divertida.
—¿Entonces... me estás invitando al festival? —preguntó ella, con una sonrisa traviesa.
Adrián, ahora más rojo que nunca, intentó recomponerse y hacer que su invitación sonara un poco menos torpe.
—Sí... eso es lo que quería decir —dijo, soltando una pequeña risa nerviosa.
Aiko soltó una pequeña carcajada, divertida por lo adorablemente torpe que había sido la invitación. Decidió jugar un poco más con él, solo para ver cómo reaccionaba.
—Hmm... No sé... —dijo, fingiendo pensarlo seriamente—. Me suena interesante, pero, ¿tienes alguna oferta mejor? ¿Quizás comida gratis o algún tipo de concurso?
Adrián se quedó sin palabras por un segundo, sin saber si ella estaba hablando en serio o solo estaba bromeando. Al ver la expresión de confusión en su rostro, Aiko no pudo aguantar más y empezó a reírse.
—¡Claro que iré! —exclamó ella entre risas—. Solo quería ver cuánto podías aguantar nervioso.
Adrián la miró con incredulidad, pero luego se relajó y rió también. Su invitación había sido un desastre, pero al menos, ella había dicho que sí.
—Me hiciste sufrir por nada, ¿verdad? —preguntó él, con una sonrisa divertida.
—Un poquito —admitió Aiko, todavía riéndose—. Pero valió la pena. Estabas tan nervioso que parecía que me ibas a pedir matrimonio en lugar de una cita al parque.
Ambos se rieron juntos mientras seguían caminando, y aunque Adrián todavía se sentía un poco avergonzado por cómo había salido todo, el alivio de saber que Aiko había aceptado hacía que todo valiera la pena.
Finalmente, el esperado día había llegado. Adrián y Aiko llegaron al parque bajo un cielo despejado, y desde el primer momento, la magia del festival comenzó a envolverlos. Las luces colgantes, la música que resonaba a lo lejos, y la energía vibrante de la gente creaban un ambiente perfecto para lo que estaba por venir.
Desde el momento en que llegaron, había algo especial en la manera en que se miraban. Cada sonrisa y cada roce casual aumentaba la tensión entre ellos. Sabían que algo importante estaba a punto de suceder, pero por ahora, se dejaban llevar por la alegría del momento.
Los dos pasearon por los puestos, probando comida y descubriendo sabores nuevos. Aiko no pudo evitar reír cuando Adrián intentó comer algo extremadamente picante sin saberlo.
—¿Qué demonios...? —exclamó Adrián entre risas nerviosas, con lágrimas en los ojos—. ¡Esto debería tener una advertencia!
—¿Demasiado para ti, mexicano? —bromeó Aiko, disfrutando de la situación mientras Adrián bebía agua desesperadamente.
—Esto... no es normal —dijo Adrián, respirando con dificultad—. Ni siquiera en México tenemos algo así.
Ambos rieron, sintiendo cómo el ambiente ligero y alegre del festival hacía que el día fuera cada vez mejor.
Después de recorrer los puestos, Adrián sugirió que ambos alquilaran una bicicleta para recorrer el parque. Pero, como siempre, Aiko tenía algo más interesante en mente.
—¿Qué tal si alquilamos una bicicleta doble? —sugirió ella con una chispa de travesura en los ojos.
Adrián, aún recuperándose del episodio del picante, la miró con algo de preocupación.
—¿Estás segura? Nunca he usado una bicicleta de esas. ¿Y si nos caemos?