Ailin

Capítulo 1

Soy la vecina que todos esperan, pero que nadie realmente desea tener cerca.

Dicen que los nuevos comienzos sirven para cerrar lo que no pudiste terminar. Yo no soy tan fuerte como para eso. También dicen que todo final tiene un principio… y supongo que este es el mío.

Fuerte para unas primeras líneas, o para el inicio de una historia que todavía no sé cómo contar.

Soy la nueva estudiante de este año. Dicen que este colegio es el peor, pero creo que el peor colegio es uno mismo.

Vivía con mis padres. Suena lindo, pero la realidad era más parecida a una película de terror que a un hogar.
Mi madre, alcohólica. Mi padre, adicto al juego… y a otras cosas.
Lo peor de todo no era la casa, ni los gritos, ni los golpes: era la preferencia hacia mi hermano. Él hacía trampas; yo trataba de evitarlas. Y aun así, siempre fui yo la señalada.
Dicen que da más miedo ser maltratado que maltratar. No es así. Créeme.

Dos años después, mis padres murieron. Y sí… me sentí más liviana que en cualquier otro día de mi vida. Después de tantos insultos y golpes, escuchar que yo era un monstruo dejó de doler y empezó a convertirse en mi etiqueta.

Llevo dieciocho años creciendo con esa palabra encima.

No pregunten qué pasó con mi hermano. No lo diré. Nunca.

Leí demasiadas historias y vi demasiadas películas para no entender algo: a veces, un monstruo no es peor que la persona que te castiga solo por existir.

Entré al colegio del que todos hablaban: hace tres años hubo varias muertes y nunca encontraron a los responsables.
Al entrar, lo primero que pensé fue que era enorme. Muy grande. Las aulas parecían más templos que salones. El ambiente tenía algo… incómodo. Como si todos estuvieran acostumbrados a guardar secretos.

La directora apareció sin avisar, silenciosa.
Mi cuerpo se tensó. Ese escalofrío lo conozco demasiado bien.

—Perdona si te asusté —dijo.
Tenía la piel pálida, los ojos azules y fríos, y el cabello recogido con precisión. Solo escuchaba el tic, tic, tic del reloj en ese pasillo eterno.

—Bienvenida a William High School. Te mostraré el lugar.

Asentí en voz baja.

La biblioteca era enorme, casi un edificio por sí sola.
El comedor estaba lleno de gente de todo tipo, cada grupo con su propio clima.

La directora tocó una copa con una cuchara y el silencio cayó de inmediato.
Lo raro no era el silencio, sino la forma en que todos miraban… como si estuvieran clasificando a cada persona.

—Ella es… ¿tu nombre? —preguntó.

—Ailin.

—Bien. Ella será su nueva compañera. Compórtense.

Una chica rió con arrogancia.

—¿De dónde vienes? —preguntó, con una sonrisa falsa que gritaba “problema”.

La miré sin prisa.

—Del Aguijón del Silencio.

Todos se rieron.

Un chico alto, guapo y con mirada peligrosa añadió:

—Ese sitio queda debajo de la tierra, ¿no?

Más risas.
Este colegio necesitaba terapia grupal urgente.

La directora los cortó con una mirada.

“Debes ser buena con los buenos y dura con los que quieren pisarte”, pensé. Aquí la gente funciona así.

Sonó el timbre.
Al moverme entre la multitud, lo vi.

Alto.
Cabello largo ondulado.
Ojos grises, como un cielo que está a punto de enfadarse.
Había algo en él que no supe leer. Frío. Tierno. Indescifrable.

Una chica me saludó con energía.

—Hola. Soy Alexa, pero todos me dicen Alex.

—Un gusto, yo soy…

—Ailin, sí, ya sé —sonrió.

Me llevó a buscar mi aula.

En el camino choqué con él. Su libro cayó y se abrió en una página con un dibujo: un tatuaje.
Mi tatuaje.
Mi diseño.
El que solo yo tenía.

Me quedé helada.

—Disculpa —dije.

—La próxima fíjate —respondió, sin emoción.
Frío. Pero demasiado atractivo para ignorarlo.

Volví en mí cuando Alex habló:

—Oye, estás en mi misma aula.

Fuimos.
Y ahí estaba él otra vez.
Mismo salón.
Misma presencia que me desordenaba el cuerpo.

De solo mirarlo sentí algo extraño: una mezcla rara entre rechazo… y eso otro que la gente insiste en llamar amor.

O lo que sea que empiece antes del amor.

✨ "Si esto te hizo sentir, no lo guardes… comenta, comparte y que otros también lo vivan."




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