—Señorita Ailin, siéntese junto al joven Aren Blake —ordenó el profesor.
Él ni siquiera levantó la vista. Seguía dibujando en su libreta como si el mundo alrededor no existiera.
Me senté a su lado. El aire entre nosotros se volvió incómodo, casi eléctrico.
Estaba a punto de preguntarle algo cuando, sin aviso, Aren se levantó y salió del salón justo cuando sonó el timbre. Lo seguí con la mirada, solo para verlo hablando con la rubia de antes.
Listo. Caso cerrado. No valía la pena perder tiempo en alguien así.
En la salida, Alex se acercó.
—¿Te acompaño?
—No, gracias.
—Bien —respondió, dando un paso atrás.
Me puse los audífonos y empecé a caminar, pero una mano se apoyó en mi hombro. Me giré.
Era él.
—¿Qué quieres? —solté.
—Lo siento por lo de antes.
—No tienes que disculparte. Ya conozco a los tipos como tú.
Levantó la mirada, directa, firme, como si quisiera desarmarme con los ojos.
—¿Y cómo soy? —preguntó.
No sé por qué mis ojos bajaron a sus labios. Rosados. Y para colmo se los mordió, como si lo hiciera adrede. Eso me puso nerviosa. Tragué aire, cerré los ojos un segundo y respondí:
—Si no tienes nada más que decirme, me voy.
—Te acompaño.
—No te lo pedí —contesté, más agresiva de lo necesario. No sé por qué reaccioné así. Algo en él me activaba las alarmas.
Di media vuelta. Estaba a punto de ponerme el auricular cuando escuché su voz detrás de mí:
—Te vas a arrepentir.
No entendí qué quiso decir. Pero no voy a temerle a nadie.
Caminé durante varios minutos hasta encontrar un pequeño lugar. Se parecía demasiado al sitio al que iba de niña. Pensé en entrar… pero un sonido extraño me detuvo.
Entonces lo vi.
Un cuerpo.
Grité. Un grito tan fuerte que me dejó sin aire. Después, oscuridad.
Desperté en mi cama. Ya era de noche. No entendía cómo había llegado ahí.
No entendía nada.
Decidí no pensar demasiado. No era la primera vez que veía algo así, y no iba a dejar que me rompiera. Si querían que fuera un monstruo, entonces eso sería.
Dos semanas después, regresé al colegio. Todos me miraban como si esperaran encontrarme partida en pedazos. Se equivocaron. Sigo aquí. Y voy a descubrir qué pasó ese día.
Entré a la biblioteca. Varias cabezas se giraron. No entendí por qué.
Teníamos que elegir un libro, leerlo y luego dar nuestra opinión. Tomé El Marco del Desorden.
Sentí su mirada. Aren. Como si le molestara que lo eligiera.
Por eso mismo lo agarré con más fuerza.
Lo leí. Era sorprendente. Me encontré entre sus páginas sin querer.
Tres horas después, el profesor me llamó.
—Señorita Ailin, ¿qué le pareció el libro? ¿Qué opina de los protagonistas y sus secretos?
Antes de que pudiera responder, la voz de Aren cortó el aire.
—Con respeto, profesor, pero ese libro no es para cualquiera.
—¿Y tú quién eres para decidir eso? —le solté, mirándolo fijamente.
—Alguien que entiende lo que el autor realmente quiso decir —replicó él, con los ojos clavados en los míos, como si quisiera retarme.
El profesor levantó las manos.
—Calma, chicos. Esto es un debate, no un ring.
Pero la tensión ya estaba hecha.
Aren y yo nos quedamos mirándonos como si el resto del mundo hubiera desaparecido.
Entonces él se levantó, molesto. Al hacerlo, se le cayó un papel del bolsillo sin darse cuenta.
Y yo, por alguna razón que todavía no entiendo… no pude evitar recogerlo.
“Solo una flor sabe cuándo marchitarse.
Solo el viento decide qué parte de ti se lleva.
Confiar… confiar nunca ha sido sensato.
Así que tranquila, yo te cubriré la espalda, incluso de ti misma.”
Y debajo de esas palabras, un dibujo que parecía una promesa.
Ahora, sinceramente, ya no sé qué pensar de él.
Fui al comedor y Alex venía a mi lado, moviendo las manos como si estuviera a punto de cerrar un trato millonario.
—Oye… ¿qué fue eso? —me lanzó sin rodeos.
—¿Qué cosa?
—No te hagas. ¿Qué rayo acaba de pasar entre ustedes?
—¿Entre quiénes?
—Entre Aren y tú —dijo bajando la voz, pero con los ojos encendidos.
—Alex, ¿crees que podamos hablar luego?
—¿En serio? ¿Me vas a dejar hablando sola cada vez que te pregunto algo?
Suspiré. Ella tenía razón, pero ni yo entendía lo que había sentido.
—Mira… no sé qué está pasando. O qué tú crees que está pasando. Pero hablamos después, ¿ok?