Jeon Ailyn, 17 años. Cumpliría 18 a fin de año. Era la primogénita del matrimonio entre Jungkook y Taehyung, mientras era la hermana mayor del molesto Taehyun.
Ailyn, cuyo nombre significa Amor del lago, era una jovencilla adorable y hermosa. Con sus facciones tan delicadas y femeninas, su cabello oscuro y ondulado, sus ojitos rasgados de un color caramelo tan suave y adorable que cargaban un brillo hipnotizante en ellos. Había una muy discreta y pequeña cicatriz en su frente que era tapada por mechones oscuros.
El accidente de hace tres años impactó en el cuerpo de Ailyn. Sus piernas habían sido golpeadas y aún tenía tratamiento para que recuperen sus fuerzas en totalidad, su cabeza llevó la peor parte pues cayó en el auto chocando con el parabrisas y varios vidrios lastimaron su piel. Aún peor, cargaban con un efecto postraumático.
Ailyn quedó ciega.
Su cráneo no mostraba fracturas ni hematomas, sus córneas estaban bien. Pero Ailyn no veía nada, solo la oscuridad que la consumía. Sus médicos asumieron que se trata de algo psicólogo incluso ella lo cree, pero su padre Jungkook no esta tranquilo y busca la manera de sacarla de esas tinieblas.
Lo que él no sabía pero ella si es que el médico tenía razón. La mente de Ailyn se detuvo, solo recordaba que estaba uniendo los cabos de su existencia y que había quedado con alguien para saber sobre su identidad, pero el resto era la oscuridad. Era así porque la mente de Ailyn trata de protegerla de eso que la dañara, de esa verdad que ella no quiere.
Ailyn era adoptada. Sus padres biológicos intentaron tener contacto hace tres años pero ella no quería, agobiada entre las insistencia de sus padres adoptivos y por la perdida de su primer amor, cometió muchas locuras y entre ellas.. haberse quedado quieta cuando supo que el coche le golpearía.
— ¡Ailyn! — la llamó Yerim tomando su brazo, giró en su dirección un tanto confundida. — La calle, sabes que tienes que esperarnos al menos para eso.
— Puedo escuchar, sabes. — se quejó haciendo una mueca de mal gusto, se soltó del agarre de manera molesta. Odiaba ser la carga de otros, depender de otros.
— ¿Acaso escuchaste cuando dijimos que el auto estaba por cruzar? — preguntó Jiwoo enfadada.
Y era cierto. Segundos después se escucho las ruedas de un auto arrancar y Ailyn suspiró rendida.
Perder uno de sus sentidos y el más importante fue una tortura para ella, incluso si hoy en día se esfuerza en salir adelante por si sola todavía había cosas que no podía. Odiaba tener que utilizar su bastón, con el cual las personas la reconocerían como una persona ciega, pero sabía cuan importante era por lo cual siempre lo traía en su mochila.
En protestas se dejo guiar por sus amigos hasta la entrada del instituto, el ruido de la gente le aturdían por lo cual hizo una mueca de disgusto y siguieron su camino hasta llegar al salón.
Para todos allí acoplarse a la nueva condición de Ailyn fue un trabajo complicado pero que después de tres años se convirtió en lo más normal. Con sus recuerdos de como escribir las palabras Ailyn lograba hacerlo mientras escuchaba el dictar de sus profesores, aunque era inútil porque luego leerlos no podría entonces se resignó a utilizar lo que debía.
Era complicada y odioso, se sentía molesta y una carga, pero debía llevarlo consigo.
Si, debía hacerlo después de todo.
Se lo busco sola.
💕
— ¿Dónde vas? — pregunto Minhyuk, a lo que Ailyn hizo una mueca de sorpresa y sintió sus mejillas arder.
— No me perderé. — dijo apresurándose a salir de allí.
Se encaminó sola, 10 pasos derecho, dos a la izquierda, cinco a la derecha y una a la izquierda. Tanteo el picaporte pero no la abrió, sus oídos se endulzaron ante el sonido de un piano.
Tan suave.
Tan lindo.
El corazón de Ailyn dio un saltito, sus mejillas ardieron y de su boca se escapó un ligero suspiro; ella sabía quien estaba allí.
No lo conocía, antes de que llegará ya había perdido la visión, pero conocía su voz.
— Jeon. — murmuró cuando la vio entrar.
Maldita sea, si que conocía su voz.
— Profesor. — respondió ella haciendo una leve reverencia.
El piano dejo de sonar y pudo sentir movimiento cerca, tal vez se había levantado del asiento y lo confirmó cuando sintió su mano ayudándola adentrarse al lugar.
— Siempre en el primer receso te aparecer por aquí. — dijo él, quien le indicó que se sentara, Ailyn lo hizo y supuso que el piano estaba detrás de ella. — Dime la razón, ya pasaron tres años.
— Hay mucho ruido fuera, aquí esta todo en silencio o quizás el ruido del piano pero es relajante.
La joven se encogió de hombros y no pudo ver como una sonrisa cálida de dibujaba en el rostro del contrario; él la miraba con ternura, podía notar sus mejillas vueltas una manzana y él lo sabía.
Ambos lo sabían.
Pero faltaba todavía.
Si faltaba.
Ailyn no podía verlo pero si sentirlo, la calidez haciéndose en el ambiente y el demandante golpeteo de su corazón en el pecho de solo olfatear el aroma de la otra persona; olía a café, siempre olía a café.
Y tampoco podía ver la calidez con la que aquél la miraba, como si en ella estuviera la razón de mil suspiros.
— ¿Pudiste acabar con la tarea de la clase pasada? — preguntó el mayor cortando aquél silencio que comenzaba a sofocar.
— Perfettamente. — respondió pronunciando el acento italiano con facilidad, ella sonrió amplio, orgullosa.
Él rio leve ante la acción y asintió. Cuando conoció a la joven creyó que sería un reto enseñarle un nuevo idioma pero grande fue su sorpresa al notar como podía hablar algunos con fluidez, pues según contó Ailyn, y entendió a lo largo del tiempo, sus padres le enseñaron los idiomas desde pequeña por las temporadas en que vivieron en el extranjero.