—Señora, por favor, ¿me puede mostrar su invitación? —dijo el príncipe Fuyuki, acercándose con cautela a la reina de los demonios—. Si no tiene invitación, le pido que…
No pudo terminar la frase. De repente, un trozo de cristal roto de aproximadamente 70 cm atravesó su torso, haciéndolo caer al suelo mientras se sujetaba el abdomen. Antes de desplomarse por completo, un grito agudo resonó por todo el salón.
—¡Noooooo, FUYIKIIII, NOOOOO! —gritó Sora, desesperada, intentando correr hacia su pareja, pero uno de los guardias la detuvo, sujetándola con fuerza mientras ella lloraba y gritaba desconsolada.
Makuro, furioso y paralizado, apenas podía hablar.
—¿Madre, qué haces aquí? Dijiste que no vendrías… —susurró el príncipe, con el rostro tenso, mirando a la mujer que le dio la vida.
—Estoy aquí para decirles que esta alianza jamás va a suceder, ¡jamás! Y si pasa algo, yo voy a decir toda la verdad: que su querida Reina de los Ángeles nunca quiso decirles lo que realmente pasaba! —respondió la reina Kurohime, con voz fría pero cargada de furia.
—¿De qué estás hablando, madre? —preguntó la princesa Hoshiko, tratando de comprender la escena.
—¡Ah, conque no te atreves a decirles la verdad! —rugió Kurohime, mirando fijamente a la reina Misaki.
—¿De qué habla, amor? —preguntó el rey Tenshi, sin entender del todo.
—¡Cuéntales que después de que me hiciste perder a mi primer hijo, y tú decías que era lo mejor para todos, si mi padre, el rey Tengu, se enteraba de que estaba embarazada de un ángel me quitaría el reino! —gritó Kurohime, furiosa, con los ojos llenos de ira y frustración.
—Lo hice por tu bien… yo solo te quise proteger porque eras mi mejor amiga —respondió Misaki, intentando mantener la calma, aunque su voz temblaba.
—¡Tan amigas que te acostaste con ese mismo ángel del que yo estaba enamorada y TE EMBARAZASTE DE EL! ¿Eso es ser amigas? —vociferó Kurohime, lanzando la acusación con toda la fuerza de su rencor.
El salón quedó en silencio por un instante, solo roto por los sollozos de Sora y la tensión eléctrica que se podía cortar con un cuchillo. Nadie sabía cómo reaccionar: la verdad estaba a punto de desbordarse, y con ella, la paz entre los reinos se tambaleaba peligrosamente.