—¿De qué carajos está hablando, Misaki? —exclamó furioso, aunque en shock, el rey Tenshi.
La reina Kurohime sonrió con burla, disfrutando del caos que había desatado.
—Mmm… supongo que tu querido esposo no sabe que su “heredera”, la princesa Hoshiko, no es realmente su hija.
—¡Cállate! —gritó Misaki, con la voz quebrada por el miedo y la culpa.
—¿Por qué lo haría? —replicó Kurohime con un grito lleno de odio—. ¡Di la maldita verdad de una vez!
El rey Tenshi miró a su esposa, confundido, dolido y temblando.
—¿Eso es… verdad? —susurró, apenas creyendo lo que oía.
Hoshiko, con los ojos llenos de lágrimas, dio un paso adelante.
—Eso es mentira, ¿verdad, mamá? Dime que es mentira, dime que sí soy hija del rey Tenshi… —su voz tembló, quebrándose por completo al final.
Misaki no respondió. Solo bajó la mirada, y su silencio fue suficiente. Hoshiko cayó de rodillas, llorando con el corazón roto, mientras el resto de sus hermanas la observaban sin poder moverse.
Kurohime soltó una carcajada amarga.
—Mejor los dejo solos para que hablen sobre sus “temas familiares”. —Luego giró hacia los suyos—. Yorugami, Fukashi, Makuro, Amatsu, Kaosu… vámonos. Tú también, querido rey Mauo.
Cuando dio media vuelta, notó que Makuro seguía al lado de Aimi, negándose a separarse.
—Makuro, he dicho vámonos. —ordenó con un tono helado.
Aimi, aún temblando, lo miró con ternura y preocupación.
—Ve, por favor… estaré bien. —susurró, apartándose lentamente de sus brazos.
Makuro la observó unos segundos más, con el corazón dividido entre la obediencia y el deseo de protegerla. Finalmente, se elevó en el aire, siendo el primero en abandonar el salón, seguido de sus hermanos y del rey Mauo y por ultimo la reina